Es más difícil vender plátanos que kalashnikov

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Casi 200 países debaten en la ONU cómo regular el comercio de armamento

A una hora en coche (si hay atascos) de la sede de la ONU, en Manhattan, está la cárcel de Brooklyn. Allí está desde hace un mes Viktor Bout, alias el Mercader de la Muerte, a la espera de ser trasladado a la cárcel de máxima de seguridad de EEUU.

Bout, ruso y ex veterano de Afganistán, fue condenado en noviembre tras una formidable batalla legal entre EEUU y Rusia, con Tailandia, el país en el que fue arrestado, en medio. Su caso ilustra algunas complejidades y contradicciones del comercio mundial de armas. Porque el mayor traficante de armas del mundo era cualquier cosa menos un desconocido. Su vida había sido llevada al cine por Hollywood, en una película de titulo tan inequívoco como El Señor de la Guerra. Su apodo es el título de su biografía, escrita por los periodistas estadounidenses Dou-glas Farah y Stéphen Braun.

Pero condenar a Bout fue de todo menos fácil, a pesar de que sus empresas han jugado un papel fundamental en proveer armas a las guerras civiles de Afganistán, Angola, República del Congo, Sudan, Colombia, Liberia y Sierra Leona. La razón es simple: hay más normas internacionales que regulan el comercio de plátanos que el de armas, pese a que cada año hay 750.000 muertes violentas en el mundo.

Ahora, la ONU ha empezado un debate para tratar de regular el comercio de armas mundiales. El objetivo no es sólo evitar las actividades de gente como Bout, sino también, por ejemplo, que Rusia siga enviando armas al régimen de Bashar Asad.

El objetivo de la ONU: crear un sistema internacional que regule la exportación de armas. No es, en realidad, un objetivo ambicioso. De hecho, incluso aunque las conversaciones tengan éxito, las bananas seguirán más reguladas que los rifles de asalto kalashnikov.

Uno de los fines de Naciones Unidas es una perogrullada de la talla de hacer que no se puedan exportar armas a países que están sometidos a un embargo de armas de la ONU.

Suena ridículo, pero, según la Ong Oxfam, al menos 2.000 millones de euros en armas han ido desde el año 2000 hasta 2011 a países sometidos a ese tipo de sanciones.

Muchos expertos consideran esa cifra increíblemente baja. Otro, no menos surrealista, es prohibir la transferencia de armas a terroristas. Pero, dado que a día de hoy la ONU no ha sido capaz de definir «terrorista», la cuestión es más complicada de lo que parece.

* Extracto