Esclavitud: Ofensa a los derechos humanos

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Casi 50 personas de 20 nacionalidades diferentes participaron en el mes de junio en una conferencia sobre el tráfico de personas en el mundo en la Casa General de los Misioneros del Verbo Divino en Roma

La charla estuvo a cargo de la hermana salesiana Bernardete Sangra, natural de la India. Desde 1999 coordina el trabajo de promoción de la mujer a partir de su instituto. Se trata de un proyecto conjunto entre la USG y la UISG (Unión de Superioras y Superiores Generales) y la OIM (Organización Internacional para la Migración).

Entre los casos citados está el de un señor chino de nombre Ngun Chai que vendió su hija de 13 años para la prostitución al precio de una televisión y aún manifestó sentir pena de no haberla vendido por un precio mejor. Otro caso es el de Berta, una niña nigeriana. Un conocido entró en contacto con ella preguntándole si quería trabajar con su hermana en un salón de belleza en Alemania. En vez de eso, Berta se encontró en Italia donde le dieron ropas provocativas y la obligaron a ir a la calle.

Cuando entramos en los datos la constatación se hace todavía más escandalosa. Todos los años, entre 800 mil y dos millones de personas son reclutadas en el círculo del tráfico. La mayor parte de las víctimas vienen de Asia. En un año, cerca de 225 mil mujeres son llevadas del Sureste de Asia y cerca de 150 mil de Asia del Sur. La ex-Unión Soviética ya está considerada como una de las mayores fuentes de tráfico: las mujeres involucradas en la explotación sexual son cerca de 100 mil. Todos los años entre 200 mil y 500 mil mujeres son llevadas desde América Latina a Estados Unidos y Europa.

Después de la conferencia la Hermana Bernardete nos concedió la siguiente entrevista:

¿Cómo nació este compromiso de combatir el tráfico de personas?

Los grupos de Justicia y Paz e Integridad de la Creación (JPIC) realizaron un encuentro con la Hermana Lea Ackerman, fundadora del grupo Solidaridad con las mujeres desfavorecidas (SOLWODI). El encuentro suscitó interés en las congregaciones por trabajar en este campo para combatir el tráfico. Internamente se creó un grupo de trabajo específico sobre el tráfico de mujeres y niños. En la plenaria de la USG de 2001 el grupo presentó un documento describiendo el fenómeno, hechos relatados y las estadísticas del tráfico en las diversas partes del Mundo. A petición de la OIM, el proyecto empezó a ofrecer cursos de formación sobre el tema en Italia. Más adelante se realizaron cursos en Nigeria y África del Sur, Santo Domingo y Brasil, Tailandia y Filipinas, Roma, Albania y Rumania.

¿Cuál fue la experiencia más difícil que tuvo durante el acompañamiento de este trabajo?

El tráfico comporta experiencias muy duras por todos los lados. ¡Es tan deshumanizante! Mi experiencia más fuerte fue acompañar unas niñas tailandesas que fueron llevadas a Italia. Una de ellas tenía apenas 17 años y la encontramos en la casa de acogida. Tenía una cicatriz que iba desde el hombro hasta la cintura. Se arrojó desde un segundo piso cuando vio llegar a un grupo de hombres drogados. No era la primera vez. El miedo la llevó a tirarse por la ventana. Con múltiples fracturas permaneció durante mucho tiempo en el hospital. Había sufrido mucho y decía que si volvía a Tailandia no podría sobrevivir. La vida y los trabajos son muy duros y su salud no le permitía afrontarlos.

En Manaus (Brasil) constaté que mujeres indígenas eran llevadas a la Isla Margarita, en Venezuela, una zona de turismo. La presencia del crimen organizado es tan fuerte que las personas tienen hasta miedo de hablar del asunto. Las mujeres colombianas son llevadas a Japón para la explotación sexual. Como la cultura y la lengua son totalmente diferentes, el trauma que sufren es mucho más fuerte. En Brasil es común el tráfico interno y con dirección a Europa y Estados Unidos. En América Latina muchas mujeres de Santo Domingo y Bolivia son llevadas para Argentina o de Bolivia para Chile. Las mujeres peruanas son enviadas a Corea del Sur. Después de la caída de la moneda en el Ecuador hubo un flujo muy fuerte de emigrantes ecuatorianos hacia Italia, también para el tráfico sexual.

¿Qué es lo que la sociedad y las Iglesias pueden hacer en el combate al tráfico de personas?

Debemos tener redes de colaboración para que el fenómeno sea combatido en los países de origen y en los países de destino o tránsito. En los países de origen una de las medidas a tomar es luchar contra la pobreza y encontrar alternativas de trabajo, no sólo para las mujeres, sino también para los jóvenes para que no caigan fácilmente en las trampas de los traficantes. Todavía no sabemos utilizar nuestra fuerza en la creación de canales más seguros de emigración para los jóvenes que buscan mejorar sus vidas en otros lugares. Si los traficantes son capaces de establecer contactos entre una nación y otra para explotar a las personas, ¿por qué no podemos crear estrategias que promuevan su dignidad?

Debemos garantizar el derecho a una emigración que de verdad pueda transformar la vida. Todo esto debería darse de modo transversal incluyendo la lucha contra la discriminación de las mujeres y las niñas. Por todo el mundo el aspecto de la explotación sexual es muy fuerte. Esto pone en evidencia la relación de desigualdad entre la mujer y el hombre, entre las mujeres y quien las vende y usa. En los países de destino, que coinciden con los desarrollados, sería necesario cambiar la política de emigración y combatir las políticas económicas injustas que engendran el continuo empobrecimiento de los países pobres. Por otro lado, deberíamos procurar ver cómo apoyar a las personas que cayeron en esta trampa y ayudarlas a reconstruir su vida.