Expectativas frustradas

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Casi la mitad de los jóvenes españoles aceptarían cualquier empleo, en cualquier lugar y con un salario bajo. El ochenta por ciento de ellos, además, se muestra convencido de que tendrá que depender económicamente de su familia.

Mejor dicho: de los pensionistas de su familia. Ni con Franco, el miedo y la desesperación se habían instalado en la sociedad con tanto ímpetu.

Se ha instalado en gran parte de la sociedad la inseguridad, la precariedad, la incertidumbre, la desorientación, en suma, el miedo y la desconfianza. Las causas no son ajenas al fomento premeditado en todo este tiempo de una cultura hiperindividualista, hedonista y competitiva. Y además tienen mucho que ver con una familia cada vez más debilitada, aún siendo el mayor colchón social, y un sistema educativo que no ha evitado en ningún curso en los últimos 30 años que la escuela obligatoria siga siendo clasista.

Algunos sociólogos hablan de uno de los escenarios más proclives a una situación subversiva y violenta, favorable a propuestas políticas populistas y totalitarias. Millones de personas piden, indignadas, que papá Estado se ponga firme. Es el escenario de las “expectativas frustradas”. Toda una generación de jóvenes de entre 18 y 34 años están ya viviendo cómo caen una a una todas sus expectativas de futuro: el empleo (que además termina por no tener que ver con la profesión en la que te has formado), el acceso a la independencia, a la vivienda propia, la formación de una familia,… Y a ello hay que unir una pérdida clara y razonable de confianza en un entramado institucional político corrupto que incluye en primer lugar a los partidos políticos.

Los movimientos sociales piden más democracia. Pero no habrá más democracia sin espacios que fortalezcan el protagonismo de las familias, el protagonismo de la sociedad. No habrá nuevas expectativas de esperanza sin una sociedad fuerte, que asuma responsabilidades y no las delegue. Y eso requiere una revolución cultural. La revolución de la solidaridad. Habrá que atender las urgencias pero el camino no será corto. Los atajos no traerán más que un nuevo despotismo. No nos cabe duda.

Editorial de la revista Autogestión