Niños menores de 14 años trabajan en la finca de caña de azúcar de Otto Kuhsiek, presidente de la Cámara del Agro. El delito, justificado por cañeros y azucareros como una cuestión cultural, es una práctica habitual en el sector.
Otto Kuhsiek, presidente de Camagro: "No conozco las edades de los niños que se encontraban en mi finca, que estaban, en todo caso, en su período vacacional".
"Usted vio que había una escuela enfrente de donde estaban. Y esos niños no son trabajadores, sino que vienen acompañando a sus padres. Son sus ayudantes".
El azúcar de Guatemala, con 13 ingenios y 500 millones de quintales producidos, es el cuarto exportador mundial. Ingresó 726 millones de $ en 2010.
La crónica desde la finca
A primera vista, Kennedy S. podría estar saliendo del colegio con la cara sucia después de jugar con pinturas, protegido del sol con una gorra y cargando una pequeña mochila. Es un niño de 12 años que le sonríe a todo aquel con quien se cruza por el camino. Nada en él llamaría la atención si no se mantuviese apoyado en un machete que, clavado en el suelo, le llega hasta la cintura y delata su ocupación.
Kennedy no viene de la escuela. Trabaja en la zafra del azúcar desde los 11 años. "Hago dos surcos yo solo", afirma orgulloso. Los brazos de Kennedy, duros y musculosos, ejercitados a base de levantar el machete, ya no son los de un niño sino los de un cortador de caña en toda regla.
Kennedy no es el único niño que trabaja en esta finca. Al menos media docena más han escuchado la conversación con curiosidad, riéndose y jugando con sus machetes como cualquier niño juega con lo que tiene en la mano. Sus edades van desde los diez a los trece.
Los niños y adultos que rodean a Kennedy pertenecen a una cuadrilla de cortadores de caña de la Finca Flamenco, a 100 metros escasos del casco urbano de la ciudad de Retalhuleu. El día anterior de conocer a Kennedy, en otra finca, la Finca San Luis, se constató la misma situación: niños, menores de 14 años, en grupo y trabajando.
El trabajo de los niños en el azúcar es una realidad, extendida en el tiempo y el espacio, inmune a leyes y que salta a la vista de cualquiera que circule por esta zona del país sin necesidad de realizar una búsqueda profunda.
Nadie trata de esconderlo. Desde la misma carretera puede verse.
La finca Flamenco, en la que Kennedy trabaja, es propiedad de un empresario productor de caña llamado Otto Kuhsiek y le vende su producto al Ingenio Pilar, uno de los trece miembros de la Asociación de Azucareros de Guatemala (Asazgua).
Kuhsiek no es un empresario cualquiera: es desde 2010 el presidente de la Cámara del Agro, la poderosa asociación que representa a los finqueros y empresarios del agro del país. Carla Caballeros, su directora ejecutiva, explica que Camagro nació como "el brazo político" del sector agrícola guatemalteco para "garantizar el respeto a la propiedad privada". De hecho, nació como Asociación Guatemalteca de Agricultores (AGA) en los años cincuenta para oponerse a la Reforma Agraria que impulsaba el gobierno de Jacobo Árbenz. Ahora es la entidad coordinadora de las políticas del sector.
Guatemala presenta las cifras más altas del continente. Según la Encuesta de Condiciones de Vida de 2006 –último dato oficial disponible- 528.000 niños entre cinco y catorce años trabajan en Guatemala.
Edgar Rivera, de 30 años, camina de regreso a casa tras una jornada de trabajo con sus dos hijos, Elvis y Jordi, de trece y doce años. Para él, lo peor no es que trabajen los niños. Va mucho más allá de eso. A Edgar le gustaría que sus hijos estudiasen, pero no puede permitírselo. Porque ni trabajando ellos, el jornal alcanza para que la familia sobreviva con una cierta dignidad. "Son 20 quetzales por tonelada de caña lo que recibimos. Los niños hacen una tonelada por día entre los dos y, con suerte, yo llego a dos, incluso a tres si me mal mato". Calcula que ese día, entre los tres, han ganado 60 quetzales, 7,5 $. El salario mínimo que marca la ley por persona y día en el campo guatemalteco ascendía en 2011 a 63 quetzales por día y es, en 2012 de 68 quetzales diarios.
La explicación de Otto Kuhsiek
El presidente de la Cámara del Agro se define como una persona que trata de cumplir con la Ley: "No conozco las edades de los niños que se encontraban en mi finca, que estaban, en todo caso, en su período vacacional. Usted vio que había una escuela enfrente de donde estaban. Y esos niños no son trabajadores, sino que vienen acompañando a sus padres. Son sus ayudantes (…) No soy proclive ni apoyo el trabajo de menores de edad pero hay un contexto social y antropológico determinado en un lugar donde las oportunidades de trabajo son contadas".
El finquero también pide "romper ese mito que habla de jornadas de trabajo maratonianas y esa presión constante para que trabajen más allá de su capacidad ya que abandonan el trabajo cuando ellos lo deciden. Usted vio que eran las once y habían terminado la jornada después de cuatro horas de trabajo".
La falta de un salario mínimo, cotización al Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) o prestaciones para los cortadores es rechazada por Kuhsiek, que pasa la responsabilidad a "la terciarización". Es decir, a los contratistas que reclutan trabajadores para la finca.
Para los cortadores, no sólo se incumple la edad de jubilación, sino que como explica Luis Haroldo Barrios, de 28 años y con cinco de machete a sus espaldas, la atención sanitaria brilla por su ausencia: "los patrones no pagan por nosotros, suerte tenemos, si cuando nos cortamos, alguien nos lleva al centro de salud. Más nos vale no golpearnos porque si no trabajamos, no comemos".
Ante la posibilidad de que haya personas trabajando en la finca que han superado el límite de edad para la jubilación, la explicación de Kuhsiek es que "probablemente estén cobrando lo que les corresponde del IGSS y siguen trabajando porque así lo deciden".
La agroindustria estandarte del país
En este contexto, Guatemala es el cuarto exportador mundial de azúcar y su industria –compuesta por trece ingenios y agrupada en Asazgua- es la más boyante del país. No sólo eso. Ofrece el precio más competitivo de la región y el sector con el máximo rendimiento de toda América Latina y el Caribe a partir de datos de la Comisión Económica Para América Latina (Cepal) de Naciones Unidas.
Se trata, además, de una industria que no para de crecer. Según datos del Centro Guatemalteco de Investigación y Capacitación para la Caña de Azúcar, la producción se ha incrementado en un 238% en los últimos 20 años y su rendimiento ha aumentado un 9.9% el año pasado. Junto a este rendimiento, y gracias a la subida de los precios internacionales del azúcar, esta industria acumula el 14% de los ingresos de divisas del país, una cantidad que se ha duplicado a lo largo del último año, siempre según datos de la propia industria.
Eso significa pasar de 378 millones en 2008 a 726 millones de $ en 2010.
El crecimiento y beneficios azucareros no se distribuyen ni permean los diferentes niveles productivos implicados en su consecución. Los exportadores de azúcar están exentos del pago de Impuesto al Valor Agregado y únicamente tienen que pagar el Impuesto Sobre la Renta (ISR, que puede tener deducciones) y las prestaciones de IGSS, durante seis meses del año para los cortadores, el tiempo de la zafra.
Durante el año 2011 Guatemala ha visto como su Renta Per Cápita no sólo se estancaba sino que se reducía en 567 $ respecto al año 2010.
María Silvia Pineda es la directora de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) de los azucareros guatemaltecos. "Sabemos que hay comportamientos que deben ser sistematizados y, sin justificarlos, se trata de prácticas que no sólo existen en Guatemala sino en muchos otros lugares del mundo. No están bien, pero es evidente que existen… Asazgua no califica como explotación infantil las prácticas detalladas (…) Una acusación como la implícita a este reportaje no nos compete. No somos quién para hacerlo, pero nos comprometemos enfáticamente a accionar para que comportamientos como estos no sucedan", cerró Pineda.
Se le preguntó si dejarían de comprar caña al presidente de la Cámara del Agro. "No", fue la respuesta.
En los ingenios azucareros no hay sindicatos que puedan incidir o, al menos, tratar de negociar las condiciones de trabajo. Fueron disueltos. En Guatemala, según datos de Asazgua hay 33.000 cortadores de caña y 65.000 trabajadores en el conjunto de la industria azucarera. Y ni un solo sindicato.
Para Pineda, "no es que no se permitan los sindicatos, es que no son necesarios porque se ha llegado a una situación de confianza tal entre trabajadores y empresarios que nadie quiere arriesgarla".
En los tres años que fueron desde la Gran Huelga de 1980 a la disolución de los sindicatos a principios de 1984, 23 sindicalistas del azúcar habían desaparecido en la Costa Sur de Guatemala.
A Kennedy, el niño de trece años, lo que más le gusta de su tarea es pelar un trozo de caña con el machete y chuparla, como si fuera uno de esos dulces que venden en las tiendas, envueltos en papel. "Aquí es gratis, no hay que pagar por el dulce. Dicen que de aquí sacan el azúcar pero yo todavía no lo he visto nunca".
* Extracto