Flujos migratorios masivos

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Los judíos del mundo entero tienen derecho a asentarse en Israel, lo que deja las puertas abiertas a flujos masivos de entrada de inmigrantes. En los años noventa se produjo un éxodo masivo de judíos procedentes de la antigua Unión Soviética que se instalaron en Israel (más de 700.000 rusos se asentaron en Israel en menos de diez años).

A pesar de que la población en edad activa se incrementó en más de un 15%, la tasa de paro de los nativos no se vio afectada. La importante ola migratoria no tuvo un efecto dañino sobre las posibilidades laborales de la población israelí.

De igual manera, la entrada masiva en Francia de 900.000 personas que habían sido repatriadas desde Argelia en el año 1962 tampoco tuvo ningún efecto negativo sobre el mercado de trabajo francés.

Uno de los estudios más claros y convincentes sobre el efecto de la inmigración masiva en las oportunidades laborales de los nativos lo llevó a cabo el profesor de la Universidad de Berkeley, en California, David Card. Del 15 de abril al 31 de octubre de 1980, unos 125.000 balseros cubanos salieron del puerto Mariel (Cuba) y llegaron a las costas de Florida.

El dictador comunista cubano Fidel Castro, para dar salida a una grave crisis que estaba sufriendo la isla, permitió la salida de estos miles de compatriotas. Pensaba que esta masiva afluencia de personas tendría implicaciones políticas muy negativas para el entonces presidente norteamericano Jimmy Carter, ya que un número importante de esos exiliados habían sido puestos en libertad de las cárceles y los hospitales psiquiátricos cubanos.

Esta repentina e inesperada ola migratoria incrementó en un 7% la fuerza laboral de la ciudad de Miami. La mayor parte de los balseros eran personas no cualificadas. Aun así, el profesor David Card encontró que los salarios y las oportunidades de empleo de los trabajadores que ya vivían en Miami no sufrieron como consecuencia de esta llegada repentina de inmigrantes. Incluso la población cubana que ya residía en Miami no vio dañados sus salarios, y sus tasas de paro no aumentaron como consecuencia de la competencia de los balseros que llegaron de forma masiva. Este estudio, considerado por muchos modélico, contribuyó a que se le otorgara al profesor Card la Medalla Clark (un premio que de manera bianual concede la Asociación Americana de Economía).

Históricamente, la inmigración de personas con capacidades emprendedoras y sin miedo a tomar riesgos ha contribuido a la creación de negocios, la movilización de recursos, la colonización y la innovación. Este fue el caso de Argentina, Estados Unidos, Canadá, Australia y otros países que a finales del siglo XIX recibieron grandes contingentes de inmigrantes europeos. Gran parte de la expansión económica fue financiada fundamentalmente por capital británico.

La inmigración masiva permitió la movilización de ingentes cantidades de recursos naturales en los países de acogida y fue el motor clave en su proceso de crecimiento, al sostener y reforzar las dinámicas de crecimiento y prosperidad. Los estudios sobre migraciones que usan una perspectiva histórica refuerzan la idea de que esta genera un efecto positivo sobre el crecimiento de los países receptores. Demógrafos, historiadores y economistas coinciden en apuntar que los flujos migratorios (muchas veces masivos) tuvieron un impacto positivo en el crecimiento económico de países como Estados Unidos, Canadá, Australia y Argentina en el siglo XIX y la primera mitad del XX.

Una explicación posible de los éxitos económicos de la población inmigrante puede hallarse en la naturaleza y las características de quienes emigran por motivos económicos. Es probable que quienes dejan sus países por razones económicas pasen por un proceso de autoselección: los emigrantes son más jóvenes, más emprendedores, más activos, con menos aversión a correr riesgos, y poseen un caudal mayor de capital humano. Quienes emigran también muestran mayor dinamismo y un vehemente espíritu emprendedor, todo lo cual contribuye a obtener mayores ingresos.

Los inmigrantes tienden a ser más jóvenes, aptos, trabajadores y emprendedores que la gente del país al que llegan porque los jóvenes tienen toda la vida por delante y mucho que ganar al emigrar, mientras que los viejos y los enfermos, por lo general, no son capaces de hacerlo.

Como dice Philippe Legrain:

Así como las personas dispuestas a asumir los costes y los riesgos de iniciar un negocio propio acostumbran a ser más trabajadoras y emprendedoras que la mayoría, también lo son las que están dispuestas a asumir los costes y los riesgos de liar el petate en busca de mejores perspectivas de trabajo en el extranjero. Las personas trabajadoras tienen más que ganar al emigrar que las perezosas, y las más emprendedoras están más dispuestas a correr el riesgo […] Además, una vez que los inmigrantes llegan a un país rico, tienen un gran acicate para aprovechar al máximo las grandes oportunidades que se les presentan. Empiezan desde lo más bajo, tanto económica como socialmente.

Según Julian L. Simon, los inmigrantes también tienden a trabajar más duro y a ahorrar más, tienen una mayor propensión a iniciar nuevos negocios y suelen innovar más, en comparación con los trabajadores autóctonos del mismo sexo, edad y nivel educativo. En definitiva, la gente que se marcha a otro país no es el tipo de gente que se queda de brazos cruzados esperando a que la ayuden: «las características de los inmigrantes conducen al desarrollo económico tanto de la comunidad que les acoge como de los propios inmigrantes».

La formación académica y la preparación técnica de los inmigrantes también son aspectos importantes que hay que a tener en cuenta, puesto que influyen, sin duda, en su futuro nivel de ingresos y, por lo tanto, en la cantidad de transferencias monetarias que harán durante su vida laboral a la sociedad en su conjunto. La capacitación de los inmigrantes tiene también otros efectos que, aunque sean difíciles de documentar, son muy importantes: la cantidad de innovación que pueden realizar en distintas áreas, las enseñanzas que pueden realizar a los compañeros de trabajo, etcétera.

Una creencia muy común es pensar que los inmigrantes son pobres, en el sentido de que apenas tienen capital humano en forma de educación. Sin embargo, esto no es del todo cierto. Los inmigrantes contemporáneos tienen en muchos países una distribución bimodal con relación a los nativos. Por ejemplo, según los datos del año 2007, en Estados Unidos, el porcentaje de inmigrantes sin estudios secundarios era de un 20%, mientras que entre los nativos apenas alcanzaba el 4%. Sin embargo, el porcentaje de los que tenían un título universitario era semejante tanto para nativos como para extranjeros (27%). En Canadá, entre los inmigrantes que llegaron entre los años 1946 y 1961, una proporción elevada estaba formada por trabajadores cualificados. En Australia, los inmigrantes residentes en este país durante los años 1970-1974 y 1981-1986 tenían incluso un mayor nivel educativo que los nativos.

En el caso de España, las Encuestas de Población Activa llevadas a cabo por el Instituto Nacional de Estadística entre los años 2000 y 2009 indican que el porcentaje de personas analfabetas o que no han concluido los estudios primarios es muy bajo, tanto entre los nativos como entre los inmigrantes. El grupo de inmigrantes que han concluido los estudios secundarios tienen un peso proporcional notablemente superior al de los españoles. Hasta el año 2006, el porcentaje de inmigrantes que tenían estudios universitarios era superior al de la población española. Solo a partir de esta fecha es cuando cambia esta situación. En definitiva, el perfil educativo de los inmigrantes en España en el año 2009 no distaba mucho del observado entre la población nativa.

Autor: Jesús J. Sánchez Barricarte