Cada vez se encuentran más cuerpos en la frontera de EEUU y México, contaba hace unos meses a Univisión Marlene Castro, portavoz de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP). “Hemos contabilizado 319 cuerpos”, en la mayoría de las ocasiones solo huesos, de personas que trataban de encontrar un lugar donde vivir con dignidad y enviar a sus familias algo que llevarse a la boca
Muchos de ellos son abandonados a 50 grados de temperatura, en tierra de nadie. Este año el verano se extendió más de lo previsto y las temperaturas no bajan de los 48 ºC, en el desierto que separa ambos países.
“El sábado salimos a dejar agua en las estaciones que están ubicadas en la frontera aquí en San Diego y el termómetro estaba por encima de los 120 grados (48.8 grados Celsius)”, dice un miembro de la CBP. “Eso convierte al desierto en un infierno. Y estamos a finales de septiembre” afirmaba.
El CBP tiene activas las alarmas. “Ha sido una temporada de mucho calor y las temperaturas no bajan”, dice la agente Castro. “Y hemos visto que los coyotes andan abandonando a la gente, los están dejando solos bajo el sol”.
Mientras tanto el número de arrestos de niños inmigrantes en la frontera ya alcanza al de la crisis humanitaria de 2014. Pero no se detiene la marcha de niños y familias inmigrantes de México, Guatemala, Honduras y El Salvador que llegan a Estados Unidos huyendo de la violencia y la pobreza.
“Son muchos, y cuando asoman en la frontera vienen débiles y cansados. Al cruzar el río los riesgos de ahogarse son grandes”, dice Rogelio Núñez, director de Casa Proyecto Libertad en Harlingen, Texas. “El peligro sigue, no ha bajado en ninguno de los dos lados de la frontera”.
En los últimos tres años la frontera entre Texas y México ha sido impactada por una oleada de niños inmigrantes y familias de centroamericanos sin precedentes. Huyen de sus países, principalmente El Salvador, Guatemala y Honduras para pedir asilo en Estados Unidos.
Núñez explica que debido al aumento de la vigilancia en la última década, “cada vez vemos que las rutas de los inmigrantes cambian.
Al igual que en las rutas del Meditarráneo o en el Atlántico, “los migrantes buscan rutas alternativas y provocan viajes por lugares más aislados y peligrosos. Eso hace difícil poder ayudarlos en caso de una emergencia”
Fuente: Univisión