Ghana: Del sueño de Nkrumah a una economía intervenida

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People watch a military parade during the celebration of the 60 years of Independence of Ghana on March 6, 2017 in Accra. / AFP PHOTO / CRISTINA ALDEHUELA (Photo credit should read CRISTINA ALDEHUELA/AFP/Getty Images)

“Quiero que venga a visitarnos a Alabama, donde buscamos el mismo tipo de libertad que la Costa de Oro está celebrando”. Estas fueron las palabras incisivas que el reverendo y activista Martin Luther King expresó a Richard Nixon (en representación del presidente Dwight Eisenhower) el 4 de marzo de 1957 en Accra, la capital de Ghana

Luther King reconocía un fuerte paralelismo entre la resistencia contra el colonialismo europeo en África y la lucha contra el racismo en Norteamérica. Todos querían estar presentes en el momento del cambio de bandera, en el grito de ‘¡Lo conseguimos!’, en la encrucijada de los sueños alcanzados cubiertos de vértigo. También la diplomacia internacional.

El Gobierno de Kwame Nkrumah tenía una misión, un reto, un desafío: el de creer y atreverse; el de hacerlo e imaginar; el de luchar y trabajar para iluminar a una nación que permanecía suspendida en la desigualdad que trajeron consigo los británicos. Tenían que recorrer el camino a la inversa: gobernar para el pueblo empobrecido que vio en uno de los padres del panafricanismo el puerto en alta mar. Esta élite africana era consciente de su papel en la gestión de esa libertad que se abría paso entre el símbolo colonial, su bandera: la Union Jack. Y la fe descendió de nuevo a la tierra ghanesa.

El 6 de marzo pasado Ghana conmemoraba sus 60 años de independencia del dominio colonial británico. Fueron los primeros en obtenerla en el África al sur del Sahara. Su determinación en 1957 inspiró a otros países para buscar la liberación: en 1960, 17 naciones obtuvieron la independencia en el continente. Desde entonces, muchos de ellos escaparon de facto de la dominación colonial solo para entrar en una nueva era encubierta de explotación de los recursos por potencias extranjeras. Pero la historia reciente de Ghana ha sido una mezcla de avances y retrocesos marcada por la estabilidad democrática, los problemas económicos y los bolsillos de algunos políticos barnizados por la corrupción en medio de grandes desafíos en materia de educación, salud y energía.

De súbditos a soberanos. En la imagen, la Reina Isabel II de Inglaterra saluda a un grupo de mujeres ghanesas junto al primer ministro del país, Kwame Nkrumah, ya con Ghana como país independiente / Fotografía: Archivo MN

Un repaso de los últimos tres años invita a centrarse, en primer lugar, en diciembre de 2016.  Hace unos meses Ghana fue testigo de una nueva transferencia pacífica del poder en las elecciones en las que Nana Akufo-Addo, de 72 años, derrotaba al hasta entonces presidente John Mahama (ver Mundo Negro nº 623 enero 2017, p. 10). Era la tercera vez que optaba al sillón presidencial con la promesa de transferir un millón de dólares de los fondos de desarrollo para montar una fábrica en cada distrito electoral. Sonaba bien y ganó. Pero la realidad apunta al segundo hito: en noviembre de 2015, el país se enfrentó a una crisis en la que se llegó a cuestionar el papel del Poder Judicial tras la publicación de informes que señalaban a varios jueces y funcionarios por casos de corrupción. El tercer elemento es que hasta hace unos años, Ghana siempre se encontraba entre las economías más dinámicas de África, pero se desplomó en 2014 debido a la caída generalizada de los precios de las materias primas. Esta grave crisis acentuó la inflación y el aumento del déficit presupuestario.

El país se vio obligado a recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) para un rescate en 2015 que ha sumido a la nación en una deuda que alcanza el 70 por ciento del PIB.

Para hacer frente a estos retos, el nuevo presidente, Akufo-Ado, se ha propuesto aumentar la estructura del Estado a 110 ministros y viceministros, el mayor Gobierno desde 1992. Una medida criticada por la oposición –con razón– si se tiene en cuenta que la economía se encuentra en cuidados intensivos y que de forma mensual recibirán un salario de 3.713 euros, además de dos coches, combustible gratis, una vivienda y protección personal gratuita, según informaba el propio Parlamento ghanés. En este punto, la paradoja del reparto de la riqueza vuelve a aflorar: la nación es la segunda productora mundial de cacao –después de Costa de Marfil– y, tras Sudáfrica, la segunda productora de oro del continente.

Los desafíos, seis décadas después

Nkrumah trató de implementar un plan de desarrollo (1963-1970) “para llevar a Ghana a las puertas de un Estado moderno basado en un programa agrícola e industrial altamente organizado y eficiente”. La visión del panafricanista era destruir por completo la economía colonial –de dependencia heredada de Inglaterra– para pasar a una economía industrializada modelada a lo largo de un sistema de producción y distribución socialista que haría de Ghana una nación autosuficiente e independiente. Pero nunca se sabrá si este plan hubiera tenido éxito más allá de la teoría porque fue interrumpido por un golpe militar prooccidental en 1966. Después se sucedieron cuatro más en 1972, 1978, 1979 y 1981 –los dos Gobiernos elegidos democráticamente establecidos en 1969 y 1979 fueron derrocados por los militares–.

Ahora, en los últimos 25 años, el país se ha convertido en un referente democrático. En tres ocasiones (2000, 2008 y 2016) el partido dirigente ha cambiado, por lo que no es casualidad que a Ghana se la considere como uno de los países más estables del mundo. De acuerdo con el Índice de Paz Global de 2016, Ghana se encuentra en el puesto número 44, es decir, más pacífico que Francia, en el puesto número 46, y Reino Unido, clasificado en la posición 47.

También ha progresado en bienestar en las últimas dos décadas, especialmente en lo referente a la reducción de la pobreza y las prestaciones sanitarias. Aunque todavía en construcción, el acceso universal a la salud en Ghana es un modelo para otras naciones africanas. No obstante, estos avances enmascaran que existen desigualdades considerables entre el norte y el sur del país, ya que más de un 70 por ciento de la población rural septentrional vive con menos de un dólar al día, muy por encima de la media nacional, que indica que el 28,5 de los ghaneses disponen de esa cantidad diaria. Además, las tasas de desempleo son alarmantes –se estima que un 48 por ciento– con el agravio de una crisis energética, depreciación de la moneda y altas tasas de interés.

Ghana sigue siendo, en gran medida, un referente para muchos países africanos y para la propia comunidad internacional. Un país cuya historia proporciona un amplio forraje para la creación de mitos: Kwame Nkrumah sigue siendo recordado con cariño en todo el continente por su liderazgo en las luchas de emancipación africanas, pero su sueño de una verdadera nación independiente, sin ayudas externas, continúa hibernando.

Fuente: Mundo Negro