“La miseria y la ignorancia son los principales enemigos del pueblo. ¡Guerra a la ignorancia y a la miseria! Contra la ignorancia, escuelas, periódicos y libros y contra la miseria, asociación”
Lema de los españoles en la Iª Internacional
Editorial de la Revista Autogestión
Hay acontecimientos de la historia que conviene no olvidar. Sobre todo si son de la historia que, asociadamente, escribieron los sin poder.
En la Europa del siglo XIX, la repercusión de la Asociación Internacional de Trabajadores (Iª Internacional Obrera) fue enorme. En España la Iª Internacional arraiga de manera muy especial. Y como no podía ser de otro modo, este acontecimiento histórico tan significativo parte de un hecho pequeño y cotidiano. En Madrid, la primera reunión se tiene con un grupo de 23 obreros y un periodista. En Barcelona, la protagoniza un grupo de 20 obreros al que se suman cuatro jóvenes intelectuales. Ambos grupos se reúnen con Fanelli, un representante del movimiento. Y se reúnen en casa de alguno de los obreros. Sin hacer un drama de que no les dejaran local alguno ni pudieran alquilarlos. Fanelli apenas habla español. No importa, se comunican a través de gestos y, como han pasado por las mismas experiencias, se entienden a la perfección. Hablaban de la situación de miseria que estaban pasando las familias obreras, la falta de trabajo y la explotación a la que eran sometidos por el capital a cambio de un exiguo salario.
Este pequeño acontecimiento deriva en un compromiso, como no podía ser de otra manera: en dos años se forman en España secciones de la Internacional y se fundan algunos periódicos: La Federación en Barcelona; Solidaridad, El Condenado, La Emancipación en Madrid; El Obrero y la Revolución Social en Las Palmas; La Voz del Trabajador en Bilbao; La Razón en Sevilla. Tejedores, carpinteros, sombrereros, tintoreros, albañiles, zapateros, lampistas, linotipistas, fundidores, tipógrafos, relojeros… todos ellos pertenecientes a la clase obrera, la clase más empobrecida socialmente. Lo importante es esto, que no pidieron limosna ni al Estado ni a nadie. Se atrevieron a crear periódicos, propaganda y libros, escuelas y asociaciones. Con su trabajo. Con su colaboración económica, que salía de su raquítico salario.
Lo tenían claro los trabajadores de la Federación Regional de España cuando al fin acudieron ya organizados a los Congresos Internacionales obreros. Este era su lema: “La miseria y la ignorancia son los principales enemigos del pueblo. ¡Guerra a la ignorancia y a la miseria! Contra la ignorancia, escuelas, periódicos y libros y contra la miseria, asociación”. Un mensaje claro: para afrontar el capitalismo explotador naciente era necesario crear una cultura nueva con un profundo sentido moral. Cultura que no imploraba favor ni aceptaba estar a merced del poderoso.
Muchos trabajaron por el ideal con un tesón firme, sin desmayo, sin comprometer ni vender jamás los intereses de los trabajadores pobres. Reflexivos en la acción. Y cuando llegaba el momento de lucha, preparados para no flaquear ante los inconvenientes.
La clase dominante no estaba interesada en que el pueblo creara su propia cultura, con sus valores de clase trabajadora. De ahí su constante ofensiva contra las Casas del Pueblo, Ateneos, Círculos de cultura, periódicos, libros… Sabían perfectamente que adquirir formación y conocimientos, aprender a leer y escribir desde su situación, iba a suponer un fuerte enfrentamiento con ellos, porque estaban defendiendo su dignidad.
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Nos quieren ignorantes y solos. Pues guerra a esto: leamos juntos, asociémonos, reflexionemos en grupos de lectura… todo ello es un acto de rebeldía. Quien no sabe el porqué de lo que ocurre y el para qué de su existencia, jamás puede construir un cómo. La mayoría de las veces se nos ocultan las verdaderas causas que están provocando los problemas que sufre nuestra sociedad.
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