El pasado 4 de octubre de 2017, cuatro soldados estadounidenses morían en una emboscada del Estado Islámico en la aldea de Tongo Tongo, en el oeste de Níger, muy cerca de la frontera con Malí. El controvertido incidente, que motivó una investigación interna del Pentágono, desveló la forma en la que las tropas estadounidenses operaban en aquel rincón del mundo. Casi ningún estadounidense, fuera de los círculos militares y de los servicios de inteligencia, sabía que EEUU tenía fuerzas desplegadas en aquel país.
La narrativa oficial es que los soldados en Níger son meros asesores y, en palabras del jefe del Estado Mayor, el Teniente General Kenneth KcKenzie, “no están implicados directamente en operaciones de combate”. Lo sucedido en Tongo Tongo, en suma, había sido mala suerte, parte de los riesgos que asumen las tropas en el exterior. Pero la realidad, tal y como ha revelado ahora una investigación de Politico Magazine, es que fuerzas estadounidenses participan desde hace al menos cinco años en varios programas de misiones de combate en no menos de ocho países del continente, agrupados bajo la llamada Sección 127e.
Aunque algunos de los lugares eran más o menos conocidos -como Libia o Somalia, donde han muerto otros dos soldados desde principios de 2017, el último este junio-, otros resultan menos evidentes para los observadores externos, como Kenia, Túnez, Camerún, Malí, Mauritania y el propio Níger, aunque a día de hoy ya no se sigue operando en todos ellos. Fuera de ese programa, un responsable militar entrevistado por la publicación añade al menos otro país a la lista: Chad.
“Nuestros operativos especiales no solo asesoran y asisten y acompañan a las fuerzas aliadas, sino que también las dirigen bajo estos programas”, ha admitido el general de brigada retirado Donald Bolduc, que hasta junio de 2017 lideraba la mayoría de las operaciones de las fuerzas especiales estadounidenses en África, a Politico. Estas se centran en acciones de reconocimiento y “participación directa” de fuerzas conjuntas de comandos estadounidenses y africanos contra grupos e individuos militantes designados como objetivo, indica.
“No es tanto ‘Os ayudamos’ como ‘Cumplimos con nuestro vínculo’”, ha declarado un oficial de los Boinas Verdes a ese medio. Aunque los norteamericanos tienen prohibido participar en el momento más peligroso de esos asaltos -la irrupción en el recinto que aloja a las fuerzas hostiles, que es realizada por las tropas africanas-, se mantienen a corta distancia eintervienen en caso necesario, según describen los implicados.
África, cada vez más importante
La presencia militar estadounidense en África no ha dejado de crecer desde 2002, cuando la Administración Bush lanzó la llamada Iniciativa Pan-Sahel, un intento de que los ejércitos de la mitad norte del continente cooperasen con EEUU y entre sí en la llamada “Guerra contra el Terror” posterior a los atentados del 11-S. La importancia que el ejército estadounidense asignaba a este nuevo teatro quedó clara en 2007 con la creación del Mando Africano (AFRICOM), que asignaba su propia estructura de liderazgo a las fuerzas norteamericanas en el continente, hasta entonces repartida entre tres áreas diferentes: el Mando Europeo (EUCOM), el Mando Central (CENTCOM), que se ocupa de Oriente Medio, y el Mando del Pacífico (PACOM). Desde entonces, el número de países africanos donde existe algún tipo de presencia o cooperación del ejército de EEUU no ha dejado de aumentar. EEUU tiene más de 7.000 soldados desplegados en el continente, 800 de ellos solo en Níger.
De esta expansión, lo más relevante ha sido el despliegue de operativos de las fuerzas especiales, que ha alcanzado cifras récord: su número en todo el mundo ha pasado de 33.000 en 2001 y más de 70.000 a día de hoy, y están presentes en 149 países (un incremento respecto a la época de la Administración Obama, cuando la cifra era de 138 países). Pero si en 2010 el 81% de estos combatientes operaban en países del gran Oriente Medio -esto es, incluyendo Afganistán y Pakistán-, este porcentaje se ha reducido ahora al 54%. Muchos de ellos han sido redestinados a Europa y, en menor medida, al Pacífico y Latinoamérica. Pero el mayor incremento se ha producido en África, que ha pasado de alojar al 1% de las fuerzas especiales estadounidenses en 2010 al 16% en la actualidad, según cifras oficiales.