Venezuela, Nicaragua o Libia: Los empobrecidos son dóblemente cercados

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Encerrados en un campo de concentración en Venezuela, Nicaragua o Libia, millones de personas se agolpan contra los muros o alambradas, o filtros de los países más favorecidos, y más enriquecidos.

Especialmente doloroso es ver cómo se enfrenta a pobres contra pobres (Brasil/Venezuela o Costa Rica/Nicaragua); mientras que países en Europa se lavan la cara con el Aquarius o con acuerdos «extrafronterizos». La dinámica de injusticia norte-sur y de los nuevos populismos totalitarios estalla ante nuestras narices. Los más pobres son obligados a vivir en la barbarie, en el hambre y en la violencia; no solo no se ayuda a terminar con la situación, sino que a los campos de concentración se les pone otro candado, ¡vergüenza!

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Mientras, países como Ecuador y Perú han endurecido los requisitos de entrada para intentar frenar las llegadas. Desde este fin de semana Ecuador solicita el pasaporte en vigor a cualquier venezolano que quiera entrar al país; idéntica medida adoptará Perú desde el próximo sábado. Hasta ahora, los venezolanos podían entrar en los países andinos con su carné de identidad, dadas las dificultades de obtener un pasaporte en Venezuela. Desde hace dos años este trámite administrativo se ha convertido en una odisea por la carencia de materiales y porque la concesión de la cita se demora durante meses.

Otros países han comenzado a exigir visado a los venezolanos. Chile pide un certificado de antecedentes penales que debe emitir el Ministerio de Relaciones Interiores y Justicia de Venezuela, además de la obligatoriedad de que el pasaporte no expire en los siguientes 18 meses a la entrada. Además, el consulado venezolano en Chile ha comenzado a solicitar el pago de 50 dólares americanos por la compulsa de certificados de penales a sus ciudadanos, una cantidad desorbitada para la mayoría de los refugiados.

Venezuela fue un país receptor de migrantes españoles e iberoamericanos. Cuando el hambre apretaba los estómagos españoles en la posguerra, o cuando los salarios no daban para vivir, o incluso cuando Colombia era un campo de guerra permanente.

Hoy en día los empobrecidos son dóblemente cercados, acorralados por otros países empobrecidos, por nuevos dictadores y olvidados de la agenda política internacional. El mundo se ha convertido en un «sálvese quien pueda», y la democracia ha retrocedido a épocas que parecían ya olvidadas… Moral y política se han desacoplado. ¿hasta cuando?

Luis Antúnez