Guía para entender el perdón de la deuda a los países más pobres

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La condonación acordada por los Estados más ricos del planeta puede parecer enorme. Pero no lo es. El coste real será sólo de 17.000 millones y los países desarrollados no se rascarán el bolsillo hasta 2008. El acuerdo es una ganga para los jefes de Gobierno del G8.

Por Pablo Pardo / Washington
Nueva Economía
3 de julio de 2005

Rescatar a Africa de la pobreza es una cosa. Pero convencer a Pink Floyd de que abandone la pelea más amarga en la historia del rock es, probablemente, el mayor logro de Bob Geldof.

Así, con un cinismo bastante británico, The Times ha dejado claro lo que se puede esperar de los conciertos que bajo el título Live 8, se celebraron ayer en ocho ciudades de Europa, Asia, Africa y América. No les faltan argumentos. El objetivo de Live 8 es «hacer de la pobreza Historia», y su promotor es Bob Geldof, el mismo cantante que el 13 de julio de 1985 organizó Live Aid, un concierto similar con dos ediciones, en EEUU y Reino Unido, para combatir la hambruna en Etiopía. Dos décadas después, Etiopía ha sufrido al menos otras dos grandes hambrunas, y si por algo se recuerda Live Aid es por la pelea entre Geldof y Bob Dylan acerca de si el dinero recaudado debía ir a los etíopes que se morían de hambre o a los agricultores estadounidenses del Medio Oeste de EEUU que iban a perder sus granjas porque no podían pagar la hipoteca.

Pero en esta ocasión Live 8 ha podido mostrar al menos un éxito antes de que Paul McCartney apareciera en el escenario de Hyde Park: los ocho países más industrializados del mundo, que se reúnen la semana que viene en Escocia, han acordado condonar la deuda de 18 países -14 africanos y cuatro latinoamericanos- con los organismos multilaterales, fundamentalmente el Banco Mundial, el Banco Africano de Desarrollo y el FMI. Y, lo que es más importante, han decidido -ante la insistencia de Londres- que sean los gobiernos los que cubran el coste de la operación para el Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo. De esta forma se evita que esas instituciones tengan que asumir la condonación en sus balances, como quería Washington, lo que habría minado precisamente su capacidad para dar créditos a los países más pobres. Sin embargo, el FMI no ha logrado el mismo tratamiento a la condonación, que puede costarle 6.000 millones de dólares.

La condonación puede parecer enorme. Pero no lo es. En primer lugar, el coste real del perdón de esos 40.000 millones de dólares de deuda en libros sólo va a ser de 17.000 millones. Además, los países desarrollados no empezarán a rascarse el bolsillo para cubrir las pérdidas del Banco Mundial y del Banco Africano de Desarrollo hasta 2008. Eso hace que este acuerdo sea políticamente una ganga para varios de los jefes de Estado y de Gobierno que acuden a la cumbre del G8. Además, la mayor parte de ellos se morirán antes de que haya acabado su grandioso plan para ayudar a los africanos, porque el G8 -en realidad, el G7, porque Rusia no va a poner un rublo- han decidido repartir sus aportaciones al Banco Mundial y al Banco Africano de Desarrollo durante 30 años.

El acuerdo tampoco es la panacea para los países beneficiarios.La deuda externa de Africa, por ejemplo, alcanza los 296.000 millones de dólares, lo que implica que la condonación, en el mejor de los casos, sólo reduce el pasivo en poco más del 16%. Desde 1970, ese continente ha recibido unos 540.000 millones de dólares en créditos, una cifra aproximadamente equivalente a dos tercios del PIB de España, y ya ha pagado 550.000 millones entre intereses y principal.

Pero esta condonación sólo es la primera fase de un proceso con el que el ministro de Finanzas británico, Gordon Brown, quiere rescatar a Africa del subdesarrollo. Por de pronto, el G8 va a imponer unas condiciones muy estrictas a los países beneficiarios para obligarles a destinar los recursos que hasta ahora empleaban en el pago de la deuda en el desarrollo de sus países. El objetivo es evitar la repetición de lo que pasó a finales de los 90, cuando, en ciertos países, los anuncios sobre los acuerdos para la condonación parcial de la deuda oficial bilateral (es decir, entre los países pobres y los gobiernos del mundo desarrollado) fueron seguidos de otros comunicados en los que se proclamaba la construcción de un nuevo estadio de fútbol en la capital o la compra de un avión para el presidente.

Brown también quiere que la condonación se amplíe a otros países, una vez que existan garantías de que sus Gobiernos no se van a comer los ingresos extras, como Nigeria -una verdadera bomba de relojería política- lo que puede hacer que el monto total de la condonación acabe siendo más del doble de lo que se va a aprobar en Escocia la semana que viene. Brown también quiere duplicar la ayuda a Africa, algo a lo que EEUU se niega en redondo y sobre lo cual ni siquiera los organismos multilaterales se ponen de acuerdo. Hace cinco años el Banco Mundial -que entonces dirigía James Wolfensohn, muy próximo a las ONG y a gente como el cantante de U2, Bono, que junto con Juan Pablo II ha sido el campeón de la condonación de la deuda- dijo que la ayuda al desarrollo tiene resultados beneficiosos. Pero esta misma semana el FMI ha publicado un documento señalando que no existe relación entre ayuda al desarrollo y crecimiento económico. Finalmente, Londres quiere una cierta apertura comercial de los países desarrollados a las importaciones procedentes del Tercer Mundo.

Pero ese último objetivo es todavía más difícil que lograr que los integrantes de Pink Floyd volvieran a tocar juntos. Y en gran parte, por los países desarrollados. Las mismas ONGs que defienden la condonación de la deuda han apoyado barbaridades como el concepto de multifuncionalidad, un truco retórico inventado por la UE para cerrar su mercado agrícola alegando que los campesinos europeos ejercen una tarea social única al proteger el medio ambiente y garantizar el bienestar animal (el concepto también se aplica a las ganaderías taurinas españolas y a las granjas de gansos en Francia en las que se alimenta a la fuerza a las aves para fabricar paté).

Esas políticas hacen que cada vaca europea reciba un promedio de dos euros al año en subvenciones, y que EEUU subvencione con 4.000 millones de dólares a sus plantaciones de caña de azúcar, cuya producción sólo alcanza los 3.500 millones de dólares. Aunque quien ha logrado un virtuosismo proteccionista es Japón, que ha llegado a afirmar que el aparato digestivo de sus ciudadanos no tolera el arroz importado. Desde los tiempos de David Ricardo, hace dos siglos, se considera que una de las mejores formas de salir del subdesarrollo es a través del comercio. Los países pobres lo saben. Pero los ricos no quieren darse por enterados.

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LOS AFRICANOS NO QUIEREN AYUDA SINO COMERCIO

Si en algún lugar ha quedado de manifiesto la veracidad de la frase de Oscar Wilde -«el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones»- ha sido en los megaconciertos que ayer se celebraron en Europa y en Estados Unidos. Y no sólo por la patente ausencia de artistas africanos -algo que Geldof trató de remediar en el último momento-, sino por la diferencia de percepciones sobre cómo debe ser la ayuda al desarrollo entre quienes la dan -es decir, los ciudadanos de los países occidentales- y los africanos, que son quienes la reciben.
Una miniencuesta realizada con toda la mala leche del mundo por el diario estadounidense Christian Science Monitor ha puesto de manifiesto ese abismo cultural. El Monitor ha entrevistado a ocho jóvenes que asistieron a los conciertos de Filadelfia, Londres y Roma y a ocho personas de Senegal -que se ha visto beneficiado de la condonación de la deuda- y Nigeria, que tarde o temprano recibirá el mismo tratamiento.

Los resultados no pueden ser más patéticos. Sólo un africano sabía de la existencia de los conciertos. Y apenas cuatro de los asistentes a los espectáculos eran capaces de citar el nombre de un líder político de Africa. Con el agravante de que tres de ellos mencionaron a Robert Mugabe, el dictador de Zimbawe, que está literalmente arrasando el país. Ni uno sólo conocía a líderes como Yoweri Museveni, de Uganda; o Abdoulaye Wade, de Senegal; que están logrando éxitos notables en la lucha contra el sida.

Y eso que el sida en Africa es una preocupación… de los occidentales: seis de ellos citaban a esa epidemia como el mayor problema del continente. Sin embargo, para siete de los ocho africanos entrevistados, la mayor amenaza a la que se enfrentan es, lisa y llanamente, la pobreza.

¿Y cómo combatirla? Los africanos piden educación, comercio, inversiones y una fiscalización de la ayuda internacional para evitar que sea despilfarrada o mal empleada por sus gestores.Los países occidentales declaran que lo que hace falta es la cancelación de la deuda y la concesión de ayudas en los sectores sanitarios, educativo y agrícola.

Fuente: El Mundo