Guillermo Rovirosa: Espíritu combativo (del libro «Somos»)

1897

Con demasiada frecuencia se confunde, en la Acción Católica, al «militante» con el «ilustrado», y son dos cosas diferentes. Por tratarse de un ejército de voluntarios (sin fuera coactiva para retener a nadie contra su voluntad), e1 ideal es que cada militante sea un ilustrado, y que cada ilustrado sea militante.

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Cuando alguien se acerca a nuestras filas, inmediatamente le aplicamos dos supuestos :

1º. Supuesto negativo. -No está «formado» (queremos decir que no sabe repetir cosas que están en los libros).

2º.Supuesto positivo. -Está dispuesto a luchar por la justicia (porque le oímos quejarse de las justicias que padece).

Ambos supuestos no son exactos.

En cuanto a la formación (si se trata de un hombre que ha pasado el servicio militar activo), el más general, no se trata de que sepa pocas cosas, sino todo lo contrario: sabe demasiadas. No hay que meterle más cosas en la cabeza, sino quitarle las que estorban, y cultivar y enderezar las útiles. Son como un jardín abandonado, donde ha crecido de todo; la única táctica racional es arrancar la mala hierba, y cuidar las buenas plantas. Más adelante se tratará quizá, de poner semillas nuevas, si hace falta.

La táctica de sembrar sobre la mala hierba, tan generalmente extendida, como de eficacia nula, el Plan Cíclico se esfuerza por desecharla, sustituirla por otra más racional y humana, que (de momento) representa un firme paso hacia adelante.

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Pero la que hoy nos interesa considerar no es la «formación», sino el espíritu combativo.

El primer «test» que hay que hacer con uno que quiere entrar en la HOAC (o ya está dentro) es averiguar cuál de estas dos cosas quiere:

1º. Luchar y sacrificarse por la justicia donde sea preciso.

2º. Luchar con moderación (y sin comprometerse) en discursos, reuniones, congresos, asambleas, etcétera.

Habrá otros que solamente vibrarán para combatir la injusticia que ellos padecen, dejándoles poco menos que indiferentes todas las demás injusticias.

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Sería absurdo el no dejar entrar en la HOAC más que los señalados en el primer caso de los anteriores. Primero, porque nos quedaríamos en cuatro, y segundo, porque uno de los cometidos principales de la HOAC (como parte integrante de la A .C.) es el de «despertar» y poner en acción el espíritu combativo de sus adherentes, para la implantación de un Mundo Mejor.

El «espíritu combativo» se ejerce simultáneamente en dos direcciones opuestas y complementarias:

1º. Destruir, extirpar, aniquilar, exterminar. ..lo injusto, lo inmoral, lo falso…, lo malo, en una palabra.

2º. Promover, ayudar, colaborar, iniciar, impulsar. ..toda justicia y toda bondad.

Lo que parece que complica la cosa es que lo bueno y lo malo no se presentan nunca químicamente puros (excepto en las películas). Esta división del bien y del mal en campos contrarios, perfectamente delimitados, es apta solamente para menores de dieciséis años y para adultos infantilizados.

En los pensamientos, en las palabras y en los hechos del hombre (desde los más sublimes a los más degradados) siempre anda mezclado el bien con el mal, la verdad con el error…, lo único que varía es la proporción.

Y esta proporción, precisamente, es la obra del hombre; de todo hombre. Cada uno en su radio de acción ; en su mundo.

Nuestra vanidad (que es la forma más 1mbécil de la soberbia) nos hace pensar en combates apoteósicos, en los que nosotros somos el héroe (sin exponer demasiado el pellejo), y así se nos evapora, en el paraíso artificial de la fantasía estúpida, el escasísimo gas combativo de que disponemos.

Cuando la realidad es que el combate está en todas partes. Dentro y fuera de uno mismo; en todo lugar y tiempo, el bien y el mal andan revueltos y en lucha. Cristo padece en la ONV. y padece en mi interior cuando planeo un acto levemente egoísta. Es del género idiota pensar y estrujarse la cabeza para planear una ONU perfecta, mientras dejo al mal que penetre sin lucha en mi vida propia.

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El espíritu combativo es la resultante de un gran amor y de un gran odio.

Pero tanto el amor como el odio no se venden, ni se compran; no se enseñan, ni se aprenden: se contagian.

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Sin descuidar la «formación» ni la piedad externa ni nada de lo que llevamos entre manos, por encima de todo ello, los Centros y Organismos de la HOAC han de ser focos de infección benéfica, en los que uno contagie y exacerbe en cada otro su odio y su amor al bien ya Cristo presente en «los otros”.

Entonces nos percatamos de que no hay combates grandes ni pequeños, por la razón de que no hay más que un solo combate, con un número indefinido episodios. Combate que ya fue ganado inexorablemente por Cristo, pero que (en su generosidad absurda) quiere que tomemos parte en la lucha ya decidida para que tengamos parte en la victoria.

Cada día, cada hora, cada minuto, nos ponen en trance de combate. ¿Grande? ¿Pequeño? ¡Es igual!.

Este espíritu combativo lo sugiere incesantemente el Plan Cíclico, pero solamente puede hacerse realidad por medio del contagio, del ardor combativo arrojo de los unos infunde en los otros.

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Cuando se entra en el Plan Cíclico de la HO más difícil es encontrar Acciones de Gracias. A salida del Plan Cíclico, la vida de los Equipistas debe ser una Acción de Gracias ininterrumpida; entonces será un supuesto falso en espíritu combativo como ahora.

Guillermo Rovirosa
(Boletín de la HOAC, núm. 166)