Gregorio Ramón, excatedrático de Química Orgánica de la Universidad Complutense de Madrid. "La historia, evidentemente, se repite. Hoy sucede lo mismo que pasó ayer, pero ¿que pasó ayer? Jonathan Swift lo dijo: «Cuando alguien con inteligencia y talento aparece en el mundo es fácil reconocerlo por estas señas: todos los tontos se ponen de acuerdo para hacerle la guerra».
Conocí a Rovirosa en unos importantes Laboratorios de especialidades farmacéuticas, radicadas en Madrid a poco de terminarse la Guerra, y en los cuales trabajábamos los dos.
Había allí maquinaria de toda clase, instalaciones de todo tipo, material científico, etc., y además se iniciaba la construcción de unos nuevos y grandes Laboratorios de la misma empresa con el fin de sustituir a los que utilizábamos entonces.
Como todas las industrias que nacen en la nada y van creciendo, así también estos Laboratorios se habían ido montando poco a poco al compás de lo que las exigencias del mercado de medicamentos requirió a través de muchos años.
Así pues, por este forzado y siempre imprevisto sometimiento, las instalaciones estaban muchas veces donde no debían estar y todo hacía que el conjunto del Laboratorio careciese de la armonía que es frecuente advertirse y contemplar al visitar esta clase de industrias.
Estos Laboratorios habían sido clientes de una empresa productora de material frigorífico, antes y durante la Guerra, proyectando y dirigiendo Rovirosa, como Director-Técnico de esta Sociedad la instalación de varias cámaras frigoríficas.
Era una Sociedad con domicilio social y establecimiento en Madrid, que recibía material frigorífico de la central norteamericana para el montaje en España de cámaras frigoríficas. Como no había posibilidad de recibirlo a la terminación de nuestra Guerra Civil, la Sociedad se disolvió y Rovirosa entró a trabajar en los Laboratorios anteriormente mencionados.
Mirada retrospectiva.
A raíz de su conversión, y cuando disponía su regreso a París, se vio, por casualidad, con un compañero suyo de estudios, que le ofreció la Dirección Técnica de la sociedad de material frigorífico, antes mencionada, que acaba de montar sus Oficinas técnico-administrativas en Madrid. Rovirosa aceptó y fue el primero que abordó en España el problema de la refrigeración de una manera teórico-práctica y así, después de haber montado numerosísimas cámaras frigoríficas adaptadas a los más diversos usos, se comprometió con unos chacineros de Cantalejo, a los que les había hecho una completa instalación de frío, a reproducirles en una nueva instalación las condiciones de temperatura y humedad relativa del aire que tienen aquellos pueblos o lugares donde mejor se verifica el curado de los embutidos.
¿Quiénes eran entonces, antes de nuestra Guerra, capaces de abordar y resolver un problema de esta índole? Demuestran todas estas cosas, estudiadas necesariamente en revistas alemanas, inglesas y norteamericanas, 1º Su rigurosa formación científica; 2º, su alta calidad técnica y 3º, su pasión por la técnica.
Una discrepancia.
Un alto funcionario de la Sociedad contrataba en nombre de ésta, con arreglo al proyecto que Rovirosa le presentaba. Firmado el contrato, al ejecutar el trabajo, dicho alto funcionario pedía en multitud de ocasiones, y bajo numerosos pretextos(contratos muy alambicados, posibles pérdidas, etc.), que se pusiese calidad de material inferior al que se había contratado. Rovirosa no aceptó nunca este tipo de imposiciones, poniéndole siempre al cliente la calidad de material que se había contratado.
Conclusión
Rovirosa que se pasó toda la Guerra estudiando lo social a la luz de la Iglesia, en la Biblioteca de los Jesuitas, trasladada a un sótano de Alberto Aguilera, del que tenía la llave; Rovirosa que durante toda la Guerra gustó de una vida similar a la de los primeros cristianos, ya que en su casa se dijo Misa y se administró la Sagrada Comunión todos los días, fue denunciado por el alto funcionario en cuestión de haber sido presidente del Comité de Obreros, y juzgado por tal denuncia, condenado a doce años y un día de prisión, en donde estuvo hasta que el Director, propietario a su vez de los Laboratorios donde entonces trabajaba ya, respondió por él con arreglo a una disposición entonces reciente, por lo que podía salir todos los días de la cárcel para trabajar en dicho Laboratorio, regresando a la misma después de terminada la jornada de trabajo, acompañado por un Comisario de Policía jubilado, de nombre don Pedro, ya fallecido.
Agradecido por todo ello al Director-propietario de estos Laboratorios, Rovirosa, en esos años tan difíciles y de tantas dificultades para él, encuentra los medios – y cuando no los encuentra los crea – para que todo funcione todos los días. Aparte de esta labor cotidiana proyecta y dirige con su Director las instalaciones de los nuevos Laboratorios. Calorifuga una habitación y consigue temperaturas fijas y constantes a determinadas alturas, encontrándose regulada esta magnitud física en los estantes y alcanzando con ello un medio de gran utilidad en el campo de la investigación químico-bacteriológica.
Construye una máquina de llenado y cerrado automático de ampollas de vidrio. Siempre se le encontraba dispuesto a prestar ayuda y consejo a quien se lo pedía. Arregla y deja como recién salido de fábrica un fotómetro de Pulfrich, de mecanismo muy delicado y que por manejarlo varios técnicos estaba estropeado y lo mismo ocurría con el potenciómetro, con los microscopios, balanzas de precisión, etc. Todos los trabajos que llevaban en sí algún problema desconocido para él le apasionaban, perdiendo su interés a la solución del problema.
Como cosa curiosa relataré esta anécdota: Muchos sabrán la afición de Rovirosa por degustar una sopa hecha a base de copos de avena. Este gusto lo adquirió durante sus años de estancia en París y como entonces no había en España paquetes de copos de avena se construyó en el taller que tenía en su piso una máquina ingeniosa y complicada, por cierto, para quitarle su cutícula al grano de avena, solucionando así su problema.
Una mañana – me parece que otoñal, ¡han pasado tantos años! – salí a la estación de Atocha para despedirle. Se iba a Montserrat en donde ya le esperaba su mujer. Rovirosa abandonaba Madrid con tristeza. De Madrid se le habían adentrado su agua, su clima, su otoño…, pero una serie de motivos de otra índole, le impulsaban a abandonarlo. El motivo principal fue el de darle gusto a su mujer, que había tramitado su colocación en Montserrat, con un monje del Monasterio. Este hombre de ciencia, profundo , empequeñecido su saber aparente por propia voluntad, llevó a Montserrat junto a su bagaje técnico adquirido a base de mucho estudio y mucho trabajo, un celo apostólico inmenso.
De esta salida de los Laboratorios donde trabajaba, a su marcha a Montserrat, transcurren cinco o seis meses, que dedica a hacer un aparato de destilación en vacío, realizado éste con trompas de agua, para una fábrica de productos químicos – farmacéuticos: un horno de 900-1.000 grados de temperatura, tipo industrial, para la fabricación de determinados electrodos de grafito y una fábrica de cemento a escala de Laboratorio para los ensayos de fabricación de un cemento dental. Con la fabricación de este aparato, de mecanismo complicado, se divirtió y disfrutó mucho, recordando los años vividos en París, dedicada su vida, en lo laboral, a la invención y construcción seriada de nuevos juguetes en una importante fábrica.
En Montserrat.
En Montserrat aborda los siguientes problemas: envejecimiento de determinados licores, sometiéndolos al proceso alternativo de calor y frío. Arreglo y puesta a punto de la imprenta del Monasterio, una de las más antiguas de España, que había quedado estropeada y en completo desorden a consecuencia de la Guerra. En esta imprenta compuso y tiró muchos de los primeros números del BOLETÍN de dirigentes de la H.O.A.C., que él mismo escribió.
Estudia la posibilidad de instalar una fábrica de gas en Monistrol, para suministro del Monasterio, Hoteles, etc. Del Monasterio, a cuyo servicio está, obtiene permiso para realizar su vocación apostólica a través de la H.O.A.C., fundada por él y puesta en marcha por él, a través de un cúmulo innumerable de dificultades que muchas veces no partían precisamente de la autoridad civil. Viajó por toda la Península dando cursillos para formar dirigentes obreros que fuesen apóstoles de obreros; iba siempre en 3ª clase cuando viajaba por cuenta de la H.O.A.C., y procuraba hacerlo de noche para dormir y no perder el día. «El hombre que quiere seguir a Cristo es tanto más feliz cuantas más necesidades va desechando» -decía-. En esta etapa de su vida y como obediencia a una necesidad vital suya, en la que su vida apostólica encuentra descanso en su vida laboral, y a la inversa, aborda con un íntimo amigo suyo los siguientes problemas:
Obtención de «LINDANE», haciendo pasar corriente de cloro sobre benceno, expuesto directamente a la radiación solar y refrigerando el líquido reaccionante. Fue preciso que construyera para esto una centrífuga regulable, de 3.000 a 4.000 revoluciones por minuto, capaz de centrifugar tres o cuatro kilogramos de productos cada vez y cuya originalidad consistía en estar suspendida del motor, sin formar cuerpo rígido con él y sola se iba ella equilibrando a pequeña velocidad al ir echando la suspensión obtenida, pudiendo entonces hacerla marchar a su velocidad máxima. Resultó sumamente práctica y barata de coste.
Otro problema muy interesante y al que dedicaron mucho tiempo fue el del envejecimiento rápido de vinos y determinados licores, consiguiendo que las reacciones normales en ellos, por envejecimiento, tengan lugar rápidamente. Se les echaba años en pocos días. Precisamente el accidente por el que hubo de amputársele el pie ocurrió por los días en que se iniciaban los preparativos para un montaje en escala semi-industrial del método que en el Laboratorio resolvía el problema.
Asimismo, y en esta época de su vida anterior al accidente, construyó por encargo de un Catedrático un aparato de destilación de agua, con caldera metálica de nivel constante. Tiene la originalidad de que el vapor fluyente atraviesa y se licúa en unos tubos de vidrio de espesor, de pared finísimos, para así conseguir una buena transmisión del calor desprendido, con el agua del refrigerante. Con el agua caliente de la parte alta de dicho refrigerante se alimenta la caldera afluyendo en aquél el vapor de junto a las paredes metálicas. Se consigue así agua destilada de calidad idéntica a la conseguida por destilación en un aparato todo él de un vidrio idéntico al de los tubos que atraviesan el refrigerante.
Para otro Profesor construye un secadero de un metro cúbico aproximadamente de capacidad, cuya originalidad consiste en el empleo de trompas diminutas de aire, que regulando su entrada y haciéndolo en torbellino, se evita su estratificación en capas dentro del secadero y se consigue que la temperatura sea uniforme.
Último periodo de su vida.
Lo describe así en su «JUDAS» : «Los últimos tiempos». «Externamente no ha habido más que dos hechos notables, uno de orden moral y muy doloroso consistente en encontrar suspicacias y recelos donde yo esperaba encontrar más confianza; y el otro de orden material, la amputación de un pie a consecuencia de un accidente de circulación». Y añado yo, que viví aquellos días junto a él, y lo haré en términos jurídicos para evitar asperezas: Subsidiario de aquel. Porque Rovirosa fue calumniado y las calumnias fueron aceptadas, y sin requerimiento de pruebas, fue juzgado y expulsado de su cargo directivo de la H.O.A.C., pero la malicia de los que informaron no ha podido empequeñecer su virtud.
Este último año se encontraba rejuvenecido por su mejor movilidad. Iba por las mañanas al Instituto de Farmacología de la Facultad de Medicina y empezó a trabajar de nuevo y a sentir preocupación por solucionar el problema planteado por el desmoronamiento de monumentos antiguos construidos en piedra. Estas fueron las últimas investigaciones que realizó en su vida.
Después un viaje a Murcia, estancia breve en Montserrat, regreso a Madrid y una mañana trombosis-cerebral con un cuadro hepático, unos días de corto padecer y la inesperada muerte.
El testimonio de su vida, para sus amigos, es meta; para vosotros que no quisisteis conocerle… yo lo sé; no me lo digáis, yo os lo diré: Snobismo… La historia, evidentemente, se repite. Hoy sucede lo mismo que pasó ayer, pero ¿que pasó ayer? Jonathan Swift lo dijo: «Cuando alguien con inteligencia y talento aparece en el mundo es fácil reconocerlo por estas señas: todos los tontos se ponen de acuerdo para hacerle la guerra».
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Publicado en el Boletín de la H.O.A.C, monográfico de Rovirosa tras su muerte.
Publicado en la revista «Id y Evangelizad» en septiembre de 1997