Hay una guerra biopolítica por la implantación de la vacuna en los paises pobres

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Existe una guerra soterrada por la implantación de la vacuna en el mundo, sobre todo en los países más pobres.

Los países enriquecidos tienen preferencia en las primeras dosis.

Amnistía Internacional, Frontline AIDS, Global Justice Now y Oxfam han denunciado que los países ricos han acaparado dosis suficientes de vacunas contra el coronavirus para vacunar casi tres veces a toda su población.

De hecho, han avisado de que casi 70 países pobres sólo podrán vacunar a una de cada diez personas contra la COVID-19 el año que viene si los gobiernos y la industria farmacéutica no toman medidas «urgentes» para garantizar la producción de dosis suficientes.

Los retrasos van a ocurrir en muchos países de África, Centro América o el sur del continente americano. Mientras que los países ricos ya están planificando sus campañas de vacunación hasta finales de 2021, los expertos alertan sobre los obstáculos que aguardan a los países pobres ya que exigirá inversiones muy importantes. Desde no tener un sistema sanitario para la distribución de las vacunas hasta los problemas logísticos de algunas de las vacunas (transporte en condiciones de temperatura etc). Sin olvidar la cuestión principal, el gran problema de estar en medio de una auténtica Sindemia: con hambre, con miseria, falta de higiene pública, y conviviendo con otras enfermedades como el sarampión o la malaria…

Algunos apuntan, pensando desde criterios economicistas, podría llevar de 3 a 4 años producir suficientes para inmunizar a la población mundial. Los países más ricos pueden emitir múltiples dosis a sus ciudadanos antes de que la inmunización se generalice en los países más pobres.

Los países del primer mundo están haciendo tratos con los principales desarrolladores de vacunas que, a su vez, se reservan la mayor parte de la capacidad de fabricación mundial para cumplir con esos compromisos.

La vacuna también será cara de comprar, sobre todo para los más pobres. Pfizer ha cobrado 16,19 euros por dosis por los primeros 100 millonessegún indicó BioNTech. Cada persona requiere 2 dosis de la vacuna, lo que suma un coste total de unos 36 euros. Moderna, por su parte, planea cobrar entre 20 y 30 euros por dosis.

Sin embargo, algunos fabricantes de medicamentos han prometido garantizar que los países con menos recursos también puedan tener acceso a las dosis. Veremos a que precio.

Unas migajas con otras contrapartidas de poder.

Algunas farmacéuticas anunciaron a bombo y platillo sus bondades con los países pobres.

AstraZeneca está reservando 400 millones de dosis de su vacuna para estos países,  y explicó que vendería su vacuna por entre 2 y 4 euros por dosis aproximadamente. No obstante, esta garantía «sin ánimo de lucro» podría expirar antes de julio de 2021.

Johnson & Johnson también contó que no se beneficiaría de las ventas de su vacuna en los países del tercer mundo, y China dijo que su vacuna «se convertiría en un bien público mundial».

La penetración en los mermados sistemas sanitarios supone un elemento de control fundamental de los países empobrecidos. Recogida de datos biosanitarios, implantación de políticas paralelas a las vacunas, control político en definitiva de las poblaciones.

La solidaridad puede representar un buen negocio.

Se estima que el acceso global equitativo a las vacunas generará beneficios económicos de al menos 153,000 millones de dólares en 2020-2021 y de 466,000 millones para 2025, en 10 economías. Según un informe publicado por el Grupo Eurasia, reproducido por la OMS, Canadá, Francia, Alemania, Japón, Qatar, Corea del Sur, Suecia, Emiratos Árabes Unidos, Reino Unido y Estados Unidos son parte del programa ACT Accelerator, que apoya el desarrollo y la distribución de las pruebas, tratamientos y vacunas.

La vacuna se está convirtiendo en un elemento geopolítico y de influencia cultural de primer orden.

Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS), Gavi y la Coalición para las Innovaciones en la Preparación ante Epidemias (CEPI) lanzaron un plan llamado Covax en abril. Este llamado “acelerador” para implantar la vacuna en los países empobrecidos tiene el respaldo fundamental de la fundación de Bill y Melinda Gates, que a su vez cuenta con acciones en algunas de estas farmacéuticas[1]. Todo está servido bajo especie de bien. Aunque muchos países iberoamericanos ya han salido a los mercados a buscar distintos proveedores a Gavi, dada la urgente necesidad de vacunas.

La clave fundamental de su implantación en el mundo se sitúa en saber cuáles son las primeras que logran ser efectivas, seguras y aprobadas para su distribución, pero también existe detrás una soterrada batalla de influencia geopolítica donde titanes como Rusia y China desafían y compiten con la dominante investigación de las multinacionales farmacéuticas europeas y estadounidenses como Pfizer, AstraZeneca, Janssen o Sanofi.

Rusia y China

El Kremlin despliega sus influencias políticas entre naciones amigas y Pekín mira no solo a Asia, sino también a Latinoamérica para llevar hasta allí millones de dosis.

El acto inicial ruso de propaganda fue la aprobación de la primera vacuna del mundo frente al virus SARS-CoV-2, en agosto, sin haber completado los ensayos clínicos con voluntarios. Fue el propio presidente Vladimir Putin quien quiso apuntarse el tanto y anunció la autorización desde ese momento, bautizando el producto como Sputnik V en honor al primer satélite artificial lanzado por los soviéticos. Desde entonces, el fondo soberano Russian Direct Investment Fund (RDIF) se ha encargado de negociar con diferentes países tanto acuerdos de suministro como de fabricación y de investigación.

Más de 50 países de Oriente Medio, Asia, América Latina, Europa y algunas ex repúblicas soviéticas han solicitado el suministro de Sputnik V, según el fondo soberano ruso. RDIF ya ha anunciado acuerdos de distribución con México, presidido por Andrés Manuel López Obrador (32 millones de dosis), el Brasil de Jair Bolsonaro (50 millones de dosis), India (100 millones), Uzbekistán (35 millones) y Nepal (25 millones).

China también ha extendido sus tentáculos geopolíticos para llevar sus investigaciones más allá de sus fronteras. Pekín anunció a finales de septiembre que prestaría 1.000 millones de dólares (846 millones de euros) a los países latinoamericanos que quieran adquirir algunas de sus vacunas.

Rusia y China retan así comercialmente a las grandes multinacionales farmacéuticas, aunque el Kremlin y Zhongnanhai tengan como prioridad disponer de una vacuna para su propia población como garantía con la que acabar con la pandemia y la crisis económica.

China y Covax

China ha sido el último gran polo político y económico en unirse a la iniciativa Covax para garantizar la distribución de vacunas en las zonas pobres del mundo. Ya son 180 países en sumarse a este proyecto, del que EE UU hasta ahora se ha excluido. Esta iniciativa pretende suministrar 2.000 millones de dosis antes de finales de 2021 y está impulsada por la OMS y GAVI, una alianza de vacunas impulsada por la Fundación Bill & Melinda Gates, Unicef y el Banco Mundial entre otros.

Europa

Igualmente la Unión Europea y sus países miembros han dopado con cientos de millones a los laboratorios y a otras iniciativas multilaterales como la CEPI (Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias, en sus siglas en inglés)

Serán estas grandes multinacionales las que previsiblemente con su capacidad de I+D y producción distribuyan la mayor para de las vacunas en el mundo. La británica AstraZeneca, las estadounidenses Janssen (grupo Johnson & Johnson), Novavax y Pfizer. Sin olvidar tampoco la alemana Curevac y el consorcio de la francesa Sanofi y la británica GSK.

Luis Antúnez

[1] La fundación de Bill Gates tiene tres millones de acciones del laboratorio Biontech

El laboratorio Biontech trabaja con Pfizer en la próxima comercialización de su vacuna contra el coronavirus. Las dos farmacéuticas aseguran que tiene una efectividad del 90% frente a la enfermedad