HAZ lo que HICIMOS, NO lo que DECIMOS. Por JOSEPH E. STIGLITZ

2475

A todos aquellos que viven en México, Indonesia, Brasil, la India y otros mercados emergentes se les debería dar una consigna diferente: no luchéis por la mítica economía de libre mercado, que nunca existió. No os creáis los elogios de las compañías estadounidenses, ni en el ámbito empresarial ni en el financiero, porque, aunque prediquen el libre mercado, en casa depositan su confianza en el Gobierno de EE UU para avanzar en sus objetivos…

JOSEPH E. STIGLITZ

HAZ LO QUE HICIMOS, NO LO QUE DECIMOS

Joseph E. Stiglitz es premio Nobel de Economía, catedrático de Economía en la Universidad de Columbia, ex presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente Clinton, y economista jefe y vicepresidente primero del Banco Mundial.

Fuente: EL PAÍS 29-11-2003

Hoy en día, a muchos mercados emergentes, desde Indonesia a México, se les dice que existe un cierto código de conducta al que tienen que someterse si quieren tener éxito. El mensaje es claro: esto es lo que hacen y lo que han hecho los países industrializados avanzados. Si quieres unirte al club, debes hacer lo mismo. Las reformas serán dolorosas, a ellas se opondrán intereses personales, pero, con suficiente voluntad política, seréis capaces de cosechar beneficios.

Cada país elabora una lista de lo que hay que hacer y cada Gobierno es responsable de los resultados que logra. En todos los países, el equilibrio presupuestario y el control de la inflación figuran entre las prioridades, al igual que las reformas estructurales. Por ejemplo, en el caso de México, la liberalización de la industria eléctrica, que la Constitución mexicana reserva al Gobierno, se ha convertido en la reforma estructural que exige ahora Occidente. Por lo cual, los analistas -me atrevería a decir que de forma fútil- aplauden a México por sus avances en el control del presupuesto y la inflación, si bien lo critican por su falta de progreso en la reforma del sector eléctrico.

Al ser alguien que ha estado íntimamente vinculado a la elaboración de las políticas económicas en Estados Unidos, siempre me ha impresionado la divergencia entre las políticas que promueve EE UU en los países en desarrollo y las que en realidad practica en su territorio. Pero EE UU no está solo: la mayoría de los países desarrollados o en vías de desarrollo persiguen políticas «heréticas» similares.

Por ejemplo, los dos principales partidos políticos de EE UU aceptan ahora la noción de que, cuando un país se encuentra en recesión, no es sólo permisible, sino incluso deseable, tener déficit. Sin embargo, en todo el mundo se les dice a los países en desarrollo que sus bancos centrales deberían ajustarse exclusivamente a la estabilidad de los precios. El Banco Central estadounidense, la Reserva Federal, tiene el mandato de equilibrar el crecimiento, el empleo y la inflación, una obligación que cuenta con el apoyo popular.

Mientras que los partidarios del mercado libre levantan un cerco contra la política industrial, en EE UU el Gobierno apoya activamente las nuevas tecnologías, y lo viene haciendo desde hace bastante tiempo. La primera línea telegráfica fue construida entre Baltimore y Washington en 1842 por el Gobierno federal estadounidense; Internet, que está cambiando tanto la economía actual, fue desarrollada por los militares de EE UU. Gran parte del avance tecnológico estadounidense actual está basado en la investigación en biotecnología o defensa financiada por el gobierno.

De igual forma, mientras que a muchos países se les dice que privaticen la seguridad social, EE UU cuenta con un eficaz sistema de seguridad social público (con unos costes de transacción bastante más baratos que las pensiones privadas) y los usuarios se muestran receptivos a ello ya que ha desempeñado un papel fundamental para erradicar casi por completo la pobreza entre los ancianos del país.

Aunque el sistema de seguridad social estadounidense se enfrenta en la actualidad a un problema de financiación insuficiente, lo mismo les ocurre a una gran parte de los programas privados de pensiones. Y el sistema público de pensiones ha proporcionado a los mayores cierta seguridad -frente a la inflación y los caprichos de la Bolsa- que el mercado del sector privado simplemente no ha ofrecido hasta la fecha.

Como es evidente, muchos aspectos de la política económica de EE UU contribuyen de manera significativa al éxito de este país, aunque apenas son mencionados en los debates en torno a las estrategias de desarrollo. Durante más de un siglo, EE UU ha tenido unas leyes antimonopolio contundentes, que han erradicado los monopolios privados en muchos sectores, como el del petróleo. En algunos mercados emergentes, los monopolios en el sector de las telecomunicaciones están frenando el desarrollo de Internet y el consiguiente crecimiento económico. En otros, los monopolios del mercado despojan a los países de las ventajas de la competencia internacional, al igual que los monopolios del cemento aumentan de forma manifiesta el precio de la construcción.

El Gobierno estadounidense ha desempeñado asimismo un importante papel en el desarrollo de los mercados financieros del país, al ofrecer créditos directamente a las empresas o a través de compañías con patrocinio gubernamental, y mediante la garantía parcial de una cuarta parte o más de todos los préstamos. Fannie Mae, un organismo creado por el Gobierno responsable de conceder hipotecas a la clase media estadounidense, contribuyó a reducir los costes hipotecarios y desempeñó un importante papel a la hora de convertir a EE UU en uno de los países con mayor
porcentaje de propietarios de viviendas.

La Agencia Federal para el Desarrollo de la Pequeña Empresa facilitó capital para ayudar a las pequeñas empresas, algunas de las cuales, como Federal Express, han crecido hasta convertirse en grandes compañías que generan miles de puestos de trabajo. Hoy en día, los préstamos que concede el Gobierno federal a los estudiantes son fundamentales para garantizar el acceso de todos los estadounidenses a la educación universitaria; al igual que en años anteriores, la financiación del Gobierno contribuyó a que todos los estadounidenses pudieran beneficiarse del suministro de luz.

Ocasionalmente, EE UU ha probado experimentar con la ideología de libre mercado y la liberalización, algunas veces con efectos desastrosos. La liberalización de las asociaciones de ahorros y préstamos llevada a cabo por el presidente Ronald Reagan produjo una nefasta oleada de errores bancarios que costó a los contribuyentes estadounidenses varios cientos de miles de millones de dólares y contribuyó a la recesión económica de 1991.

A todos aquellos que viven en México, Indonesia, Brasil, la India y otros mercados emergentes se les debería dar una consigna diferente: no luchéis por la mítica economía de libre mercado, que nunca existió. No os creáis los elogios de las compañías estadounidenses, ni en el ámbito empresarial ni en el financiero, porque, aunque prediquen el libre mercado, en casa depositan su confianza en el Gobierno de EE UU para avanzar en sus objetivos.

Por el contrario, las economías en vías de desarrollo deberían prestar atención no a lo que dice EE UU, sino a lo que hizo durante los años en los que se erigió en potencia industrial y a lo que hace hoy en día. Existe una similitud patente entre aquellas políticas y las medidas activistas realizadas por las economías triunfantes del este de Asia durante la dos últimas décadas.

Traducción de News Clips. © Proyect Syndicate, 2003