En Marzo de 1920, Alemania se enfrentaba con problemas de diverso orden: paro dificultades económicas, descontento en el ejército tras la capitulación de 1918, etc. Veremos una demostración de que la huelga general puede ser una poderosa arma noviolenta en manos de un pueblo..
HISTORIA DE LA NOVIOLENCIA : El golpe estado de Kapp en Alemania
El Putsch de Kapp
Antes de empezar el relato, una aclaración: «Putsch» significa «Golpe de Estado en Alemán.
En Marzo de 1920, Alemania se enfrentaba con problemas de diverso orden: paro dificultades económicas, descontento en el ejército tras la capitulación de 1918, etc…
El general von Luttwitz inició un golpe de Estado para llevar al poder al político Kapp mediante un ultimátum previo al gobierno republicano en el que reclamaba la formación de nuevo gobierno, la restauración de la monarquía y la suspensión del desmantelamiento de las Fuerzas Armadas (iniciado en cumplimiento del tratado de Versalles). Más tarde las tropas sublevadas se pusieron en marcha hacia Berlín.
El gobierno rechazó el ultimátum y ordenó a la policía defender los edificios oficiales y mantener el orden. Von Luttwitz entró en Berlín ocupando sin dificultad los puntos estratégicos y de importancia política. Al negarse la policía a combatir contra el ejército se evitó un enfrentamiento sangriento. El gobierno cayó en Berlín, y Kapp se autoproclamó canciller con von Luttwitz como jefe de las Fuerzas Armadas.
Al día siguiente, el gobierno legítimo, retirado a Dresde, lanzó un llamamiento a la huelga general. La vida en Berlín quedó paralizada: los propios órganos gubernamentales y administrativos se sumaron a ella. Los funcionarios se negaban a acatar las órdenes del intruso, o sencillamente, o sencillamente no acudían a las oficinas.
Ya en la misma noche del Golpe, Kapp, tropezó con dificultades imprevistas. Instalado en su despacho de Canciller, no aparecieron los funcionarios, y ni siquiera encontró una mecanógrafa o una máquina de escribir. EL bando proclamando su autoridad se lo tuvo que redactar su hija: y para cuando estuvo listo, ya era tarde para su publicación en prensa.
La resistencia de la burocracia ministerial fue el obstáculo imprevisto contra el cual Kapp no supo qué hacer. La desobediencia se extendió a las propias Fuerzas Armadas y la policía. A los tres días, Kapp dimitió y huyó a Suecia, ese fue todo el tiempo que pudo resistir su gobierno la presión de un pueblo movilizado pacíficamente.
Pero, aunque los berlineses habían actuado pacíficamente, los obreros del Ruhr, Sajonia y otros lugares habían considerado la huelga general como preludio de la revolución armada. Se forzaron Consejos Obreros, continuando las movilizaciones. El Presidente Bauer, que se había apoyado en los obreros para vencer al ejército, retrocedió ante la idea de aplastar a los obreros. Diez días después dimitió. Fue su sucesor el encargado de «restablecer» el orden con ayuda de los militares.
El final de esta historia, por tanto, no fue feliz. Pero ello no invalida la demostración de que la huelga general puede ser una poderosa arma noviolenta en manos de un pueblo.