El tren de carga conocido como «La Bestia» les arrancó brazos, les cortó piernas y mutiló los sueños de alcanzar Estados Unidos a un grupo de migrantes hondureños que ha regresado a México para denunciar la «cacería» que sufren los indocumentados en la ruta mexicana.
Avanzando en silla de ruedas, brincando con muletas o apoyándose en prótesis de piernas y brazos, 15 hondureños mutilados provenientes de Progreso (Yoro, norte) llegaron a la capital mexicana tras una travesía de más de dos semanas desde su país -financiada con colectas-, para denunciar las tragedias que se esconden detrás del fenómeno migratorio.
«Pareciera que Honduras está en guerra de tantos mutilados que ve uno por el sueño americano», dice a la AFP José Luis Hernández, un hondureño de 28 años que en 2005 perdió un brazo, una pierna y parte de una mano cuando resbaló del lomo de «La Bestia», el ferrocarril que atraviesa México de sur a norte y que es abordado clandestinamente por decenas de miles de migrantes cada año para alcanzar Estados Unidos.
Según el joven, presidente de la ONG Asociación de Migrantes Retornados con Discapacidad, hay más de 450 hondureños en su misma situación que padecen discriminación y no tienen acceso a servicios de salud.
En el albergue que recibe a los migrantes durante estos días en la capital mexicana, Hernández relata su accidente sin rastros de drama en su voz.
«Yo iba montado donde se acoplan los vagones y me andaba quitando los zapatos porque traía los pies hinchados de tanto caminar. Llevaba 20 días aguantado hambre, sed y miedo. En eso estaba cuando me caí», recuerda.
«Hasta ahí llegaron los años felices de José Luis, el muchacho que tocaba guitarra, jugaba fútbol, y que soñaba con llegar a Denver, Colorado (Estados Unidos)», añade hablando de sí mismo el hondureño, que debe vivir con sus padres y se dedica a dar pláticas motivacionales y cantar música cristiana.
El «trabajo sucio» para Estados Unidos
Para estos migrantes, regresar a México para denunciar su situación no fue fácil, pues volvieron a vivir momentos traumáticos a bordo de «La Bestia», esquivando no sólo eventuales accidentes, sino la continua amenaza de los grupos criminales que extorsionan, violan, secuestran y asesinan en la ruta migrante.
«Tuvimos que pasar otra vez por las vías. Al ver aquel tren, aquel filo, las llantas, los vagones… hubo compañeros que lloraron. Yo también», confió a la AFP Renán Savillón, un hondureño de 57 años y ojos claros, mientras acomoda el muñón de su pierna izquierda en una prótesis.
«No fue fácil verlo, aceptar que eso fue lo que nos arruinó la vida», dijo por su parte Norman Varela, de 42 años, quien tuvo la idea de hacer la travesía hasta México y asegura que no se irá hasta que su grupo se entreviste con el presidente, Enrique Peña Nieto.
«Que el presidente nos regale (su tiempo), porque ya pagamos por ese sueño. Yo di mi pierna, otros compañeros dieron dos piernas, otros los brazos, otros una vida entera», afirma el migrante con la mirada clavada en el piso, los brazos recargados en su muleta, y el tubo que tiene por pierna entroncado en su zapato.
México «hace el trabajo sucio de Estados Unidos, quitándonos la vida, el sueño y el amor», reclama entre los gemidos de cansancio y dolor de los siete compañeros con los que comparte una habitación del albergue.
Estados Unidos y México deportaron en 2013 a 70.658 hondureños que ingresaron sin documentos a esos países, un 18% más que los repatriados el año anterior, según el Centro de Atención al Migrante Retornado de Honduras.
El «espejo» de las víctimas
La caravana de hondureños entró a territorio mexicano por la frontera de Guatemala como indocumentados pero lograron obtener un permiso de «visitante» otorgado por razones humanitarias hasta octubre de 2014.
«Queremos que a todos los migrantes les den permisos como éste. Así terminaría la persecución inhumana contra los migrantes. Huimos de las bandas organizadas, de la ‘migra’, hasta los cobradores de buses quieren aprovecharse. Hay una cacería por todos lados», comenta Savillón, que busca disuadir a los jóvenes hondureños de tomar el mismo camino que le llevó a perder su pierna.
«A los que quieren migrar les decimos que miren el espejo que somos nosotros, porque nosotros ya pasamos esa pesadilla. Busquen por otro lado la vida», dice este exalbañil reconvertido en vendedor de frutas.
Cada año unos 140.000 extranjeros, la mayoría centroamericanos, ingresan de forma ilegal a México con la intención de llegar a territorio estadounidense a través de distintas rutas clandestinas.
Fuente: El Heraldo