«Huérfanos» libro de Voz de los sin Voz

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nº833 – Colaboración económica 1,50 eur

La autora de este libro, Marina Ponce, hace muy bien comenzando por aclarar la definición de huérfano tal y cómo la recogen los diccionarios. Y nos subraya una definición especialmente: la utilizada por las leyes estadounidenses. Huérfano viene a ser una condición motivada por un conjunto amplio de circunstancias: muerte, desaparición, abandono, deserción, separación o pérdida de uno o de los dos padres (padre y madre). El conjunto de las circunstancias no se comporta en la definición simplemente como un grupo de sinónimos, sino como un espectro que ha tenido que ir siendo ampliado para recoger la variedad de situaciones vitales que producen tal condición.

Nos atrevemos, por lo tanto, a decir que la orfandad es algo más que una situación. A nuestro parecer, se trata de una condición existencial. La orfandad no hace referencia tan sólo a una serie de “circunstancias externas”. Tiene que ver más bien con huellas indelebles que marcan profundamente la identidad y la existencia de las personas que están en esta condición. Huellas que, faltaría más, no determinan inexorablemente quienes son pero que, sin duda, formarán para siempre parte de su ser. 

En última instancia la orfandad, en un sentido profundamente religioso y espiritual, puede llegar a ser incluso una condición buscada. Puede que en nuestra sociedad hayamos elegido acabar con toda relación paterno- filial llevados por nuestro afán de autodeterminación, de libertad y de empoderamiento. Como si esta naturaleza relacional, la que nos define como “personas”, fuera una pesada carga de la que hay que deshacerse para poder alcanzar nuestra propia identidad. De alguna manera estamos reproduciendo a gran escala la misma situación del hijo menor de la conocida parábola del Padre misericordioso (conocida como del Hijo Pródigo). Una situación que solicita “pedir al Padre nuestra herencia” y abandonar nuestra condición de hijos, nuestra condición relacional, nuestro vínculo constitutivo más profundo. En este caso, esta orfandad – fruto de un consciente o inconsciente parricidio-, no está exenta de muchas de las secuelas y consecuencias que leeremos en este libro. Consecuencias y secuelas que están magníficas retratadas en dicha parábola.

Estás, pues, ante un libro muy duro de leer y de asimilar. No porque no sea bien claro y sencillo de entender, sino porque no se debería leer sin hacer un ejercicio de meditación o incluso de contemplación. De los casi seguro más de 400 millones de niños que se encuentran, en términos restrictivos, en la condición de huérfanos, la mayoría lo es involuntariamente y como fruto de una terrible injusticia y un inimaginable sufrimiento. A lo que se une además que dicha condición les coloca a su vez en una situación de vulnerabilidad y debilidad de tal calibre que no sólo no ceja la injusticia y el sufrimiento, sino que se multiplica.

Si “leemos”, en su sentido más auténtico, el libro y no hacemos de él un mero objeto de “consumo”, una lectura de “consumo”, tendremos que dejarle reposar muy a menudo. Es muy difícil, si no imposible, aguantar las dosis de realidad que se nos narran. Y ya sabemos que, al decir esto, parece que estamos queriendo decir que no merece la pena hacer el empeño. Pero estamos diciendo lo contrario: es fundamental hacerlo. Porque si algo nos deja claro un mundo que trata así a su infancia y a sus jóvenes es que éste requiere ser renovado desde sus cimientos. Y que no comprometernos en esta renovación- que es auténtica revolución- nos deja en el lugar de los que prefieren mirar para otro lado, evadirse, drogarse, ponerse una venda en los ojos, o vestirse con el disfraz de cínicos. 

Apelamos con esta lectura también a reflexionar sobre la incidencia que tiene en nosotros, en nuestras circunstancias, en nuestro pequeño mundo, nuestra propia condición de huérfanos. Estamos imbuidos en la filosofía- cultura- mentalidad de la autodeterminación, el empoderamiento y la “felicidad” individualista. Dicha filosofía- cultura- mentalidad, ¿no es una auténtica oda a la orfandad voluntaria? ¿Qué es si no una sociedad de la desvinculación; una sociedad que ya, en sus leyes, no habla de “padre” o de “madre”, sino de “progenitores”; una sociedad que ya no habla de “hermanos”, porque como mucho seremos “hijos únicos” tardíos, extramatrimoniales (es decir, sin núcleo de convivencia estable) y convivientes con una mascota; una sociedad “líquida”, diluida, sin raíces, puesto que lo progresista e innovador pide la “cancelación”, la reinterpretación ideologizada de la historia; una sociedad que condena a un sinfín de niños, jóvenes y ancianos al ostracismo, a la soledad no deseada, hasta el punto de desear el suicidio…? ¿Acaso no es pertinente preguntarnos por las consecuencias de nuestra propia orfandad? ¿Es realmente una orfandad deseada, voluntaria, autoelegida para “liberarnos” de las cargas de la insoportable levedad de la familia?

“Huérfanos” es un retrato y un espejo. Tal vez demasiado crudo para el sentimentalismo y el subjetivismo ramplón que busca refugio en el mindfulness y otras espiritualidades energéticas desencarnadas. Pero, superado el escollo de los falsos escrúpulos, está llamada a hacernos un gran bien. El bien que proclama que somos comunión- solidaridad, que estamos llamados a ser responsables los unos de los otros, que NO SOMOS ni estamos llamados a ser “huérfanos”, y que en último término nos condenamos a ser huérfanos todos cuando damos la espalda a la familia solidaria de elección libre y voluntaria, a la política, a la justicia, y a la fraternidad.

El responsable de Ediciones «Voz de los sin Voz»

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