La Eucaristía hace la Iglesia y, en consecuencia, la sociedad
Editorial
Estamos inmersos en una crisis histórica sistémica. También los que formamos parte de la Iglesia de Cristo. En encrucijadas como esta es más vital que nunca escoger bien el camino que vamos a seguir. Y una vez decidido, andarlo con decisión y compañía adecuada, conscientes de que -si es el verdadero- va a estar bendecido por la persecución externa e interna.
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La ventaja de las actuales generaciones es que contamos con la perspectiva del Concilio Vaticano II. De sus providenciales enseñanzas y de las lecciones sacadas de sus falsas aplicaciones. El Espíritu Santo, a través de este gran Concilio, le pide a su Iglesia que retome la senda de la primacía de la Gracia, en lugar del voluntarismo antropocéntrico. Anteponer la acción salvífica para poder transformar el mundo desde sus raíces y no acabar siendo ornato de una cultura mortecina, como pretende la pastoral del compromiso temporal.
Después de más de medio siglo de este Concilio ecuménico y de decenas de miles de proyectos pastorales, congresos, eslóganes, experiencias varias… una considerable porción de los miembros de la Iglesia sigue atorada en el pelagianismo y el gnosticismo, confiando en sus propias iniciativas y en los lugares comunes que salen de los departamentos de pastoral o marketing. El corazón del Vaticano II no late así. Su vocación es recentrar la Iglesia en el Misterio Pascual, fuente de la Gracia y de la vida de los miembros del Cuerpo de Cristo. Pascua que se actualiza en la Eucaristía, que -a su vez- se interioriza en la oración personal y que atraviesa el tiempo y el espacio tanto en la liturgia de las horas como en la vida secular de los bautizados que luchan para transformar las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales.
Con el Concilio recobramos la conciencia de que más allá que la Iglesia celebre la Sta. Misa, en realidad es ésta la que constituye a aquella porque no estamos ante una institución cualquiera, sino ante un Misterio nacido y alimentado del Costado abierto del Señor.
La principal aportación de los hijos de la Iglesia, en consecuencia, no son nuestros planes ni las múltiples ocurrencias que vamos cambiando con la misma velocidad con que fracasan, sino la celebración fiel, gozosa, asombrada de la Pascua de Jesús. Así surgió la Iglesia y así sigue resurgiendo en cada época: un puñado heterogéneo de hermanos, mayoritariamente empobrecidos, presididos por el apóstol que representa a Cristo Cabeza, Esposo y Pastor, que cantan al Cordero que ha vencido al dragón y a sus bestias entregando en alabanza su vida al Padre en el Espíritu. Esa entrega y su consiguiente acogida, actualizadas en el rito reglado por la Iglesia, son el contenido y la forma de lo que es la Iglesia, pero también de lo que está llamada a ser y hacer en medio del mundo. Es el Misterio (que significa Sacramento) que cambió el Imperio romano e inició la cultura y la civilización más fértiles de la historia.
Ella es el núcleo de la caridad política que están llamados a ejercer los laicos en el mundo
Ella es el núcleo de la caridad política que están llamados a ejercer los laicos en el mundo, pues -en razón de su bautismo- deben desentrañar el misterio eucarístico en Justicia y Solidaridad, en estructuras de gracia que enfrenten el sistema perverso que genera hambrientos, desempleados, esclavos en serie. Esto implica que si nuestra forma de vida y nuestra acción apostólica no tienen a los descartados como criterio de juicio en todo, entonces estamos profanando la Eucaristía.
En este trascendental giro histórico que la Providencia ha querido para nosotros, necesitamos entender que la santa Misa no es un medio, no es una mera devoción, sino que es el verdadero centro vital tanto de la Iglesia, como del Reino y del Universo completo. La Eucaristía contiene el único programa evangelizador posible y real, que se desarrolla en las Bienaventuranzas. Es decir, las diócesis y sus comunidades, movimientos y parroquias deben entenderse, organizarse y evangelizar a partir de la Eucaristía. Sólo así generaremos una nueva cultura capaz de reconducir la actual crisis global para la gloria de Dios priorizando la dignidad sagrada de la persona humana.
Editorial del Id y Evangelizad
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