Incidente en Castilla y León con la multinacional ZARA

1936

El señor Amancio Ortega tiene muchas razones para estar contento. De forma silenciosa se ha hecho el hombre más rico de España; sus negocios marchan viento en popa; sus empleados, a cambio de unas poquitas acciones, le defienden a muerte; las ONGs se creen todo lo que les dice; decide la programación de la televisión pública; y hasta la policía cree que está feo denunciar la explotación que hacen las empresas textiles del Norte en los países del Sur. ¿No se lo creen? Lean esta historia.

A principios de octubre estamos difundiendo Autogestión en las calles de Valladolid y al personal de Zara le escandaliza que pongamos una exposición de denuncia de la esclavitud infantil. El crimen consiste en que aparecen los anagramas de las marcas de la matriz de Zara, Inditex. Exigen su retirada y los militantes nos negamos. Llaman a la policía nacional y se presenta una furgoneta de policías que se dedican a escuchar a las encargadas de la multinacional: todo el argumento de defensa de la empresa consiste en que un reciente programa de televisión emitido por Canal Plus, de Jesús de Polanco, les daba la razón: Se callan hipócritamente que el 26 de mayo pasado se censuró a última hora y se impidió la emisión del programa de «Línea 900» titulado «Trapos sucios» donde se implicaba con nombres de marcas concretas a empresas españolas con talleres de explotación en el Sur. Pero como ya hay un programa que les da la razón y ninguna institución ha denunciado la censura que sufren quienes quieren denunciarlos, pues se lían la manta a la cabeza y se creen con derecho a criminalizar a quien ose destapar sus trapitos sucios.

La policía cuando constata que nuestra presencia pública no incumple ninguna ley ni ordenanza o decreto, nos pide muy amablemente que retiremos el cartel sobre el grupo Inditex; que no merece la pena fastidiar la convivencia.

No lo quitamos e invitamos a Zara a presentar una denuncia formal y que un juez se atreva a valorar los contenidos de una denuncia moral y solidaria con los esclavos de la tierra. Así están las cosas. La calle es cada vez más para los centros comerciales y menos para el pueblo. Ellos pueden inundar la calle de sus carteles y el pueblo está bajo sospecha judicial cuando se le ocurre alzar la voz por la justicia.

Efectivamente, el señor Ortega seguirá estando contento… hasta que los consumidores y ciudadanos empecemos a ser conscientes de que podemos pincharle el globo cuando nuestro consumo sea ético.