Alocución de Mark Malloch Brown, Administrador del PNUD. . De mantenerse las tendencias actuales, el objetivo de reducir la pobreza a la mitad no se logrará antes del año 2147. Aún no existe una solución satisfactoria respecto de la deuda que surgió de la connivencia con antiguos dictadores en países como Etiopía, Nigeria o la República Democrática del Congo. Tampoco podrá hacerse justicia en el ámbito de la economía mientras se otorgue a cada vaca europea un subsidio que representa dos veces y medio el ingreso de la mitad de la población de África. ¿Qué sentido tiene dar asistencia sólo para luego quitarla mediante barreras comerciales? Los subsidios que obtiene la empresa Big Cotton de los Estados Unidos representan tres veces el volumen de la asistencia que los Estados Unidos proveen al África. Los mercados protegidos de algodón en los EE.UU. y la Unión Europea cuestan a los pequeños agricultores de Benin, Burkina Faso, el Chad, Malí y el Togo un total estimado en 250 millones de dólares por año.Lanzamiento del Informe sobre Desarrollo Humano 2003
Segundo período ordinario de sesiones de la Asamblea de Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Africana
Alocución de Mark Malloch Brown, Administrador del PNUD
Maputo, Mozambique
10 de julio de 2003
Sr. Presidente, Su Excelencia Presidente Chissano,
Sus Excelencias, Sres. Jefes de Estado y de Gobierno,
Su Excelencia, Sr. Secretario General,
Su Excelencia, Sr. Amara Essy, Presidente Interino de la Comisión de la Unión Africana,
Sus Excelencias, Damas y Caballeros, Amigos:
Es un gran honor poder dirigirme a esta distinguida Asamblea de África en relación con un tema tan importante, en un momento tan decisivo.
Como se pone claramente de manifiesto en el nuevo Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo que presentamos oficialmente hoy aquí, el mundo, y África, se encuentran en un momento de decisión.
Tenemos los medios globales, los conocimientos prácticos y la trayectoria de éxitos en materia de desarrollo aquí en África, así como en otras regiones, para afirmar categóricamente que si hoy África y el mundo asumen el compromiso de aunar voluntad y recursos, entonces mañana, en 2015, podremos alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) de reducir la pobreza a la mitad, eliminar el hambre, lograr que todos los niños y las niñas asistan a la escuela y frenar las crisis en nuestra salud pública y medio ambiente.
El mensaje de este informe es que la pobreza ya no es inevitable, si bien estamos ante una crisis del desarrollo caracterizada por más de mil millones de personas, una tercera parte de ellas en este continente, sumidas en la pobreza absoluta, la mayoría de las cuales carece de acceso al agua potable o a alimentos suficientes, acosadas por enfermedades que van desde el VIH/SIDA a la tuberculosis, sin acceso a las escuelas o a los servicios médicos, y que viven en un medio ambiente que prácticamente en todo sentido se está degradando de forma vertiginosa.
Esto no tiene por qué ser así. Mientras en el mundo entero al menos 54 países empobrecieron durante el decenio de 1990, principalmente porque su ubicación, su estructura económica y otras desventajas les impidieron superar los retos del desarrollo, al mismo tiempo, prácticamente fue posible sacar de la pobreza a centenares de millones de personas en otros países.
África, sin embargo, corre serio peligro de quedar relegada, se advierte en el informe.
Prácticamente uno de cada seis niños africanos muere antes de llegar a los cinco años, y esto no ha cambiando durante la última década. El total de la matriculación escolar primaria sigue siendo inferior al 60%, y en relación también con otros indicadores, las noticias son desalentadoras. De mantenerse las tendencias actuales, el objetivo de reducir la pobreza a la mitad no se logrará antes del año 2147.
Estas tendencias, sin embargo, pueden revertirse. Por ejemplo, varios países africanos, entre ellos Mauricio, Seychelles y Tanzanía, y nuestro anfitrión, Mozambique, han logrado tasas de crecimiento sostenidas del PIB próximas al 7 u 8 %, necesarias para alcanzar las metas sobre la pobreza. Tanto Malawi como Swazilandia incrementaron su tasa de matriculación escolar en más del 20 % durante el último decenio; el Senegal y Uganda han marcado el camino a seguir para contener la propagación del VIH/SIDA; Malí mejoró el acceso al agua potable en un 12 %; el Chad mejoró el acceso al saneamiento en un 11 %; en tanto que Cabo Verde, Egipto, Gambia, y Túnez redujeron sus tasas de mortalidad infantil en un tercio o más.
¿Cómo hacemos entonces para que estos éxitos no sean la excepción sino la regla? ¿Cómo podemos lograr que África y otras partes del mundo en desarrollo ingresen al círculo de prosperidad?
Mediante este informe, el PNUD se propone ayudar a responder estas preguntas. En él se sostiene que las fórmulas recientes de la buena gestión de gobierno y la apertura de los mercados son condiciones necesarias, aunque no suficientes.
Para la mayoría de nuestra lista especial de casi 60 «países prioritarios», de los cuales, una vez más, casi la mitad se encuentra en África, la falta de progreso no proviene de la falta de intentos por poner en pie instituciones, políticas y crecimiento sólidos. Se trata, más bien de complementar aquellas etapas necesarias abordando las desventajas estructurales más profundas como el aislamiento geográfico, las economías no diversificadas que dependen de productos básicos, los mercados marcadamente pequeños y aislados, con un criterio no rentable, los conflictos, la exclusión de las mujeres y el deterioro de las tierras cultivables en África, que está socavando la base agrícola del continente.
Este programa se ve claramente reflejado en la precursora Nueva Alianza para el Desarrollo de África, que el PNUD ha venido apoyando enérgicamente en ámbitos que van desde las comunicaciones al Mecanismo de examen entre los propios países africanos, así como en el reconocimiento de que la responsabilidad primordial de que esto suceda reside claramente en los propios países en desarrollo.
Y ello se refleja concretamente en el tipo de compromiso hacia la reforma de las políticas y la asignación de prioridad a las necesidades sociales que ejemplifica nuestro anfitrión, el Presidente Chissano y su Gobierno. Como lo demuestra el mejoramiento sostenido y constante de su Índice de Desarrollo Humano durante el último decenio, se ha logrado transformar un país que hasta hace poco estaba entre los más pobres del mundo, en un modelo dinámico para África y el resto del mundo.
Este enfoque ahora se está extendiendo a todo el África. Y es un hecho afortunado para los ODM que esto se vea sostenido por el fenómeno de un número cada vez mayor de países en los que se celebran elecciones democráticas verosímiles, en el que África está a la vanguardia. Precisamente estos millones de ciudadanos empadronados son los principales interesados en estos Objetivos, y tienen poder para imponer a los gobiernos el sentido de responsabilidad respecto de su desempeño en relación con el cumplimiento de los ODM. De ese modo podremos establecer un nuevo modelo de debate político y lograr que los dirigentes asuman responsabilidad respecto del éxito del desarrollo.
Sin embargo, el pacto sobre los ODM tiene otra cara.
En la Cumbre del Milenio, en la Conferencia de Monterrey y nuevamente en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible celebrada en Johannesburgo el año pasado, los países donantes se comprometieron a incrementar la inversión pública en los países en desarrollo así como otro tipo de apoyo, si los países en desarrollo cumplían con su parte del pacto.
Ello por cuanto las barreras estructurales que se describen en este informe en algunos casos están demasiado arraigadas como para que los países en desarrollo puedan hacerles frente por sí solos. El logro de los ODM sin que se cumpla este aspecto del acuerdo equivale a actuar con una mano atada a la espalda, como África lo descubrió durante el decenio de 1990, cuando la asistencia para el desarrollo cayó bruscamente en un tercio y las barreras comerciales siguieron siendo altas y el alivio de la deuda se tornó esquivo.
Algunos países donantes están haciendo su parte. Irlanda, cuyo primer ministro realizó el martes la primera presentación de este informe con la participación del Presidente Chissano, ha allanado el camino al incrementar su ayuda externa en más del 30% anual, y se ha comprometido a seguir incrementándola en el futuro en escala semejante, apuntando decididamente a los países que más la necesitan, especialmente en África. Irlanda es uno de tres donantes, junto a Bélgica y Francia, que se han comprometido a fijar fechas concretas en las que se sumarán a Dinamarca, Luxemburgo, Noruega, los Países Bajos y Suecia, que ya alcanzaron la meta del 0,7 por ciento del PIB de Asistencia para el Desarrollo acordada internacionalmente.
Sin embargo, en tanto los nuevos compromisos de los donantes, si es que en efecto se cumplen – y no hay ninguna certeza de que así sea – deberían ascender a 16 mil millones de dólares de los EE.UU. para 2006, (casi la mitad de lo cual debería asignarse a África), ello dista mucho de llegar a los 50 mil millones de asistencia adicional que se requieren, como mínimo, para cumplir con los ODM.
Y se necesita más que mera asistencia. Para que los ODM se conviertan en realidad, también es preciso avanzar rápidamente en lo que hace al comercio y al alivio de la deuda, contribuyendo a eliminar las barreras que impiden el acceso de los países en desarrollo a los mercados ricos, y permitiéndoles asignar una proporción mayor de sus escasos recursos a las prioridades del desarrollo en lugar de hacerlo al pago de los acreedores internacionales.
Aún no existe una solución satisfactoria respecto de la deuda que surgió de la connivencia con antiguos dictadores en países como Etiopía, Nigeria o la República Democrática del Congo. Tampoco podrá hacerse justicia en el ámbito de la economía mientras se otorgue a cada vaca europea un subsidio que representa dos veces y medio el ingreso de la mitad de la población de África. ¿Qué sentido tiene dar asistencia sólo para luego quitarla mediante barreras comerciales? Los subsidios que obtiene la empresa Big Cotton de los Estados Unidos representan tres veces el volumen de la asistencia que los Estados Unidos proveen al África. Los mercados protegidos de algodón en los EE.UU. y la Unión Europea cuestan a los pequeños agricultores de Benin, Burkina Faso, el Chad, Malí y el Togo un total estimado en 250 millones de dólares por año.
Consideren nuestra labor compartida una hoja de ruta que deberemos seguir en los próximos meses y años, si es que hemos de alcanzar el objetivo: la nueva ronda de negociaciones comerciales de Doha que se centrará en el desarrollo, según lo prometido; una reunión sobre financiación, como la que se celebrará la semana próxima para reponer fondos del Fondo Mundial de Lucha contra el VIH/SIDA, la Tuberculosis y el Paludismo, que llegue a buen puerto; la financiación y ejecución de los planes de la Nueva Alianza para el Desarrollo de África (NEPAD) sobre infraestructura e integración de mercados; el progreso nacional en materia de buena gestión de los asuntos públicos, la administración económica, la provisión de salud y educación, la incorporación de una perspectiva de género, las inversiones en el sector agropecuario y el desarrollo acelerado del sector privado. Y necesitamos que a los progresos alcanzados por doquier, tanto en los países en desarrollo como entre los donantes, se les mida con cotas de referencia y se les haga el debido seguimiento mediante la elaboración de informes nacionales y mundiales sobre los ODM.
Por que el cumplimiento de este Pacto de Desarrollo del Milenio es nuestra responsabilidad colectiva y está dentro de nuestros medios colectivos hacerlo realidad. Puede unirnos a todos, ricos y pobres, el norte y el sur, países desarrollados y en desarrollo, no sólo a nivel retórico sino a un nivel sumamente concreto, en el que cada uno de nosotros sea responsable respecto del otro por los objetivos comunes, para que juntos podamos cambiar el África y el mundo.
Muchas gracias.