Conferencia pronunciada en el Uruguay por Jeremy Rifkin. Recorrió los puntos más importantes planteados en su libro: ´El fin del trabajo´.
Jeremy Rifkin: ´Sabemos que se viene el tiempo libre, mucho tiempo libre. La pregunta que no planteamos es si va a ser para disfrutarlo o para hacer filas de desempleados´ . La buena noticia es que podemos producir alimentos naturales en un laboratorio con una fracción del costo que si la produjéramos afuera. La mala noticia es que 2.5 millones de personas en este planeta se encuentran todavía en la primera revolución industrial: la agricultura, la revolución neolítica´. ´Le hemos pagado a los agricultores para que no produzcan. Esto es una vergüenza. Hay que recordar esto. La capacidad productiva de la revolución tecnológica es tan grande que no podemos encontrar una demanda efectiva para ella´. ´Hace unos 35 años, éramos un país de obreros de fábricas. Un tercio de los americanos trabajaban en fábricas hace 30 años. Hoy en día, solo el 17% de los americanos están en las fábricas. Seguimos siendo el No. 1 en materia de fabricación. Lo hacemos con menos seres humanos y más máquinas inteligentes´. ´¿Para qué estamos preparando a toda una generación para el ciberespacio y la economía de la información y las ciencias de la vida si no vamos a necesitar a toda esta gente? Podemos estar formando a toda una generación para el cinismo y la desesperación porque no van a tener empleo. Eso puede crear las condiciones para una reacción política extrema´. Puedes solicitar un ejemplar de este libro (3 tomos en edicciones Voz de los sinVoz) con la colaboración económica de 3,35 euros. Solicitalo en nuestra dirección de correo: Formulario de contacto o en Avda. Monforte de Lemos 162. Librería Dersa, 28029, Madrid, España. Tef: 91.3734086.
¿HACIA UN MUNDO SIN EMPLEO?
Nos encontramos en medio de transformaciones fundamentales en lo que se refiere al comercio mundial y la civilización. Este cambio es tan fundamental como la transformación que ocurrió con el paso de la agricultura medieval a la revolución industrial. Primero, quisiera expresar una queja. Desde hace 20 años, algunos futurólogos (por ejemplo Alvin Tofler, George Gilder, Nicholas Negroponte) nos han estado preparando a todos los que nos encontramos en esta sala para la Era de la Información. Hemos tenido una larga discusión global sobre la revolución de la Era de la Información. Lamentablemente, creo que estos futurólogos no han entendido bien los cambios más profundos que se suceden en la economía global. Llamar al Siglo XXI la Era de la Información es como llamar a la Era Industrial la Era de la Imprenta. La computadora no es una materia prima, es una herramienta del lenguaje, es el vehículo de la comunicación, es un mecanismo de administración. Se puede establecer una analogía con la prensa. En 1450, Gutenberg reinventó la imprenta en Alemania (antes había habido una invención china). Al principio, la imprenta era como un injerto de la economía mercantilista y tuvo un papel muy importante en la Reforma Protestante. Pero su misión económica primordial sólo se vio claramente dos siglos más tarde cuando la imprenta se convirtió en el lenguaje para organizar el carbón y la máquina de vapor, la Revolución Industrial. Igualmente, la computadora es un preludio de un cambio más grande que está ocurriendo en nuestra base de recursos en la actualidad.
En los últimos cuarenta años, han surgido dos tecnologías por carriles paralelos: la tecnología de la informática y la tecnología genética; las ciencias de la información, las ciencias de la vida. En los últimos tres años estas tecnologías emergentes del Siglo XX comenzaron a fusionarse para crear una base más poderosa para una nueva era económica. Lo que cada vez está más claro en los nuevos campos de la bioinformática y los genes es la misión económica principal de las computadoras en el Siglo XXI. La computadora es el lenguaje para organizar los genes, decidirlos, bajarlos, manipularlos. Los genes son la materia prima del próximo siglo al igual que los combustibles fósiles, los metales y los minerales fueron la materia prima del siglo industrial. Genes para alimentos y productos farmacéuticos, genes para materiales de la construcción, fibras y nuevas formas de energía. De modo que la computadora es un preludio y entra en los grandes cambios de nuestra base de recursos.
Hoy no vamos a tener tiempo para discutir el tema ambiental, social y ético que plantean las nuevas ciencias genéticas pero me gustaría que supieran que pienso que esta gran revolución plantea cuestiones ambientales, sociales y éticas escalofriantes. Ahora podemos comenzar a manipular el código genético de la evolución. Vamos a jugar a ser Dios y crear tecnologías de avanzada o vamos a usar estas nuevas ciencias en aplicaciones blandas para crear asociaciones con la naturaleza. Pero no vamos a discutir esto hoy. Hay que entender la dimensión de este cambio. Examinemos cuatro empresas: Dupont, Monsanto, Novartis y Hoescht de Alemania. Son gigantes de la era petroquímica en la Era Industrial. En los últimos doce meses, estas cuatro empresas tomaron la decisión de vender y cerrar parte de todas sus divisiones de productos químicos. Se van a dedicar exclusivamente a la investigación genética, a los productos genéticos y a la tecnología genética. La metamorfosis de estas empresas de productos químicos a empresas de ciencias de la vida marca el pasaje de la Era Industrial al comienzo de la Era del Comercio Genético. Estamos ingresando a la Era de la Biología, el Siglo de la Biotecnología, la revolución de la Era de la Información y de las Ciencias de la Vida. Este es un gran cambio que nos va a forzar a todos a repensar el contrato social, la naturaleza del comercio, nuestra percepción del valor de la vida y, por supuesto, la naturaleza del trabajo. Esta mañana vamos a concentrarnos en este último tema.
Este cambio, esta fusión de la Revolución de la Información y de las Ciencias de la Vida va a cambiar nuestra forma de pensar sobre el trabajo en el siglo XXI. Este cambio ya comenzó. Si Ustedes son empleados administrativos, secretarias, gerentes en mandos medios, obreros de una fábrica, telefonistas, bibliotecarias, cajeros de banco, mayoristas, intermediario, es probable que sus trabajos no existan en cinco años; pueden haber desaparecido al haber sido reemplazados por las nuevas tecnologías inteligentes y las organizaciones sofisticadas de estas nuevas revoluciones del siglo XXI.
Quisiera darles un ejemplo proveniente del campo de la tecnología genética sobre la naturaleza del trabajo. Dos ejemplo, en realidad. Existe un nuevo campo llamado PHARMING. Todos han leído sobre el experimento de la oveja clonada. Nos perdimos la verdadera historia. Estábamos tan interesados en saber si se iban a clonar seres humanos que no nos dimos cuenta del tema económico. Lo que el Dr. Wilmut logró hacer y, después los experimentos con la clonación de ratones, es crear el prototipo para el trabajo bioindustrial en líneas de montaje en masa. Ahora es posible, con la clonación, dejar de lado la reproducción mediante la fertilización del esperma y del huevo y clonar copias exactas de un organismo vivo con los mismos niveles de control y normas de ingeniería que aplicábamos en la línea de montaje de Henry Ford a fines del siglo pasado. Pero ahora estamos hablando de la producción de vida masiva y a medida. Eso es lo importante del experimento de clonación.Existe un nuevo campo llamado PHARMING que convierte a los animales en fábricas químicas clonadas, introduciendo genes en el código genético de estos animales para que produzcan productos farmacéuticos y sustancias químicas en la leche. Un rebaño de 12 cabras clonadas y a medida puede producir en su leche productos farmacéuticos y sustancias químicas muy superiores a los que puede producir una fábrica de miles de millones de dólares con miles de obreros. Se puede obtener la misma producción con 12 cabras y un cuidador.Puedo darles otro ejemplo sobre el trabajo relacionado con la biotecnología. Ahora se discute si se deben introducir alimentos de cosechas con ingeniería genética en el mundo. Los primeros alimentos ya se introdujeron en Estados Unidos y entiendo que, lamentablemente, aquí en Uruguay, Ustedes aceptaron que se introdujera la primera cosecha de soja de Monsanto. Esto, creo, es una mala elección porque hay temas ambientales muy serios relacionados con los alimentos genéticos y no hay ninguna seguridad contra pérdidas catastróficas a largo plazo si la cosecha de alimentos de Monsanto resulta ser un problema en sus ecosistemas locales. Pero, el siguiente paso en los alimentos genéticos es el cultivo de tejidos en el laboratorio. Todos cocinamos con la vainilla que compramos en botellitas marrones. Esa vainilla se cultiva en tres pequeños países que se encuentran al este en el Océano Indico: Madagascar, Isla de la Reunión y Comores. La cultivan 100.000 agricultores. Hace unos pocos años, dos compañías de biotecnología aislaron el gen en la chaucha de la vainilla que contiene la proteína de la vainilla. Lo colocaron en un baño de bacterias y las bacterias clonan toda la vainilla natural que se quiera en el laboratorio. Sin ninguna chaucha, sin ningún agricultor, sin ninguna tierra, sin ninguna cosecha. Y ahora, están trabajando en el cultivo de tejidos, buscando el código de las proteínas para los tomates, limones, algodón y tabaco en el laboratorio. La buena noticia es que podemos producir alimentos naturales en un laboratorio con una fracción del costo que si la produjéramos afuera. La mala noticia es que 2.5 millones de personas en este planeta se encuentran todavía en la primera revolución industrial: la agricultura, la revolución neolítica. ¿Qué sucede si hay 2.5 millones de obreros despedidos y no pueden competir en los mercados mundiales de la agricultura en menos de 25 años? Esta va a ser la mayor conmoción social en la historia. La mejor manera para entender la enormidad de este cambio que está ocurriendo es usar la revolución agrícola de fines de siglo como nuestra mejor analogía. En Estados Unidos nos olvidamos que somos un país de agricultores desde hace 150 años cuando la mayor parte de la población trabajaba en la agricultura. Hoy, menos del 2.5% de los americanos trabajan en el campo, en la agricultura. Tenemos tecnologías muy sofisticadas que reemplazan el trabajo humano. De hecho, la revolución capitalista en la agricultura moderna tuvo demasiado éxito. ¿Por qué digo esto? Tenemos la capacidad de producir alimentos para todo el mundo con una pequeñísima fuerza laboral. El problema es que no hemos creado un contrato social lo suficientemente caro como para que haya suficientes ingresos y poder adquisitivo para que millones de personas en todo el mundo puedan comprar la capacidad potencial que podemos producir. Entonces, ¿qué hacemos? Le hemos pagado a los agricultores para que no produzcan. Esto es una vergüenza. Hay que recordar esto. La capacidad productiva de la revolución tecnológica es tan grande que no podemos encontrar una demanda efectiva para ella. Eso es exactamente lo que está sucediendo en la crisis económica mundial en este momento. Miren cómo se caen los mercados una y otra vez. Estamos ingresando en la tercera gran revolución tecnológica de los tiempos modernos. La primera fue la máquina de vapor y luego la producción en masa a fines de 1870, 1880 y 1890. Después fue la electricidad en la década del 20. La tercera es la revolución de la información y de las ciencias de vida en el siglo XXI. En las dos revoluciones tecnológicas previas, la tecnología aumentó considerablemente la capacidad productiva, el flujo, el ritmo, el volumen de la actividad. El problema es que le lleva más tiempo al consumo social alcanzar a la capacidad productiva porque para poder llegar a la capacidad productiva, la gente tiene que organizarse y demandar su cuota parte de los frutos. Si examinamos lo que sucedió a fines de 1880 y 1890, la depresión en Europa y en Estados Unidos y luego, otra depresión en 1930 en Europa y Estados Unidos, esto se debe a que tenemos una gran capacidad para producir en contraposición a una demanda ineficiente porque no creamos un contrato para compartir los frutos y no hay suficiente poder adquisitivo para satisfacer este potencial. Esto está sucediendo en todas partes del mundo en este momento. Hay demasiados proveedores y muy poca demanda.
Tenemos una sobrecapacidad en todos los campos: acero, autos, productos electrónicos, farmacéuticos, químicos. A medida que avanzamos en esta tercera revolución tecnológica nos enfrentamos a lo mismo que nos enfrentamos en la agricultura. ¿Vamos a tener que terminar pagándole a los fabricantes para que no produzcan? ¿Vamos a tener que pagarle a las empresas para que no produzcan como hicimos con la agricultura?
¿Cómo puedo haber escrito un libro llamado «El Fin del Trabajo» cuando el Presidente Clinton (y me encontré por casualidad con la Primera Dama anoche y hablamos unos instantes) expresó que Estados Unidos tiene el 4,7% de desempleo, un índice históricamente bajo. Creamos 12 millones de buenos empleos. ¿Cómo puede el Sr. Rifkin escribir un libro llamado «El Fin del trabajo»? Para empezar, tenemos mil millones de personas en el mundo en este momento que están desempleados o subempleados. Mil millones. En todas partes del mundo hay desempleo. Pero, examinemos el caso de Estados Unidos en particular. El Presidente no está contando toda la historia. Ese 4,7% de desempleo no registra a todos los trabajadores americanos que dejaron de buscar trabajo. En mi país, si Ustedes no buscan más empleo, lo llamamos un «trabajador desalentado» y no lo contamos en las estadísticas del gobierno. Esto es un poco kafkiano. Si Ustedes han ido a Estados Unidos, pueden ver a hombres y mujeres en cualquier calle de una ciudad que no están trabajando. No se los cuenta como desempleados, porque dejaron de buscar empleo. En segundo término, las cifras de desempleo no incluyen a todos aquellos que están subempleados. Tenemos millones de trabajadores que reingresaron al empleo después de la recesión pero fueron reingresados en lo que se llama un empleo a destajo, son empleados en caso de necesidad, a tiempo parcial, por contrato, consultores y freelancers. Cuando hablo del fin del trabajo, me refiero a la lenta disminución del trabajo, de trabajos de tiempo completo con todos sus beneficios a trabajos de medio tiempo y a trabajos a destajo. Si examinamos el número de horas de trabajo, en Estados Unidos tenemos subempleo. Trabajamos menos con una fuerza laboral contingente a destajo. Y finalmente, el secreto mejor guardado que mis colegas economistas no quieren discutir. La razón por la cual hemos podido reducir el desempleo en Estados Unidos está relacionada con las tarjetas de crédito y la deuda por las tarjetas de crédito. Los bancos, en los últimos cuatro años, han extendido la deuda de los consumidores debido a sus tarjetas de crédito a la gente trabajadora y pobre en todo Estados Unidos. De modo que hay millones de americanos que compran bienes y servicios. Esto significa que hay otras personas que pueden volver a trabajar para hacer esos bienes y servicios que se están comprando. De hecho, el consumidor americano es el último consumidor para todo el mundo. Todos esperan que los consumidores americanos continúen comprando los productos que se producen en otros países. Quiero decirles, amigos, que el 19% de los ingresos disponibles de una familia promedio americana se usa para pagar el servicio de la deuda de sus tarjetas de crédito. Este trimestre, se va a ahorrar menos del 6/10 del 1% del promedio de ingresos de una familia americana. Tenemos una deuda récord. Unos 4.1 mil millones de personas entraron en quiebra este año. Lo que estoy sugiriendo es que debajo de la pantalla de una economía saludable se esconde una economía muy débil que está manteniendo al mundo y tiene un olor más parecido al de 1928-29 que al de un puente hacia el siglo venidero. En la década del 20, la electricidad reemplazó a la máquina de vapor. La segunda revolución industrial reemplazó a la primera. Fue un gran salto hacia adelante. Hubo enormes ganancias en productividad. Los empleadores empezaron a despedir a sus empleados innecesarios porque la tecnología era más barata y más eficiente que los empleados. Pero, Henry Ford observó todos sus salones de exposiciones en el país y se dio cuenta que se le estaban acumulando autos en el depósito. Tenía demasiada capacidad y no había una demanda efectiva, había muchos obreros que habían sido despedidos. Y aquí radica la ironía. Las mismas tecnología que aumentaron la capacidad productiva para producir más bienes son las mismas tecnologías que irradian a los obreros de su trabajo, lo cual significa que hay menos poder adquisitivo para comprar los propios productos que puede producir la tecnología. En la década del 20 los bancos crearon los créditos a plazo. La idea era convencer a aquellos que todavía trabajaban de que compraran más para compensar a aquellos que habían sido despedidos debido a las nuevas tecnologías. Para 1929 aquellos que todavía seguían trabajando tenían tantas deudas por razones de consumo que los bancos finalmente empezaron a retirarles el crédito. El mercado cayó, tuvimos una depresión, tuvimos una guerra mundial y murieron millones de personas. Quiero recordarles que antes de que cayera el mercado de valores, el Presidente Hoover dijo que no había ningún fin a la vista para este mercado. ¿Les suena conocido? Miren como caen los mercados todos los días, todos los meses. No se trata de un ajuste estructural a corto plazo. Estamos en el umbral de un enorme cambio en la historia. Finalmente, si nos va tan bien en Estados Unidos, ¿cómo puede ser que la oficina nacional de censos diga que somos el país con la mayor disparidad de ingresos desde 1945? Es una estadística del gobierno. El 24% de nuestros jóvenes están por debajo de la línea de pobreza. Es el peor índice de todos los países industrializados del mundo. Estados Unidos está en el lugar 35 entre 36 países industrializados en materia de disparidad de ingresos. Solamente Rusia está peor. ¿Es ésta la economía robusta que se encamina hacia el siglo XXI que todos Ustedes creen que es Estados Unidos? Estamos negando la realidad en Estados Unidos y estamos exportando esa negación a otros países. Estamos creando una idea que sirve de máscara para la realidad. Estamos todos juntos en esto, estemos en Uruguay, Brasil, Francia, Japón o Estados Unidos. Hay grandes cambios en la naturaleza del comercio y el trabajo. Cuando era un joven estudiante de economía en la Universidad hace unos 35 años, éramos un país de obreros de fábricas. Un tercio de los americanos trabajaban en fábricas hace 30 años. Hoy en día, solo el 17% de los americanos están en las fábricas. Seguimos siendo el No. 1 en materia de fabricación. Lo hacemos con menos seres humanos y más máquinas inteligentes. Quiero darles un ejemplo de la US Steel Corporation, la quintaesencia del empleador americano. En 1980, esta empresa tenía 120.000 obreros americanos que producían acero. Hoy solamente tiene 20.000. Esos 20.000 de hoy producen más acero que 120.000 hace 18 años en esa misma empresa. Si trasladamos esto a todas las categorías de fabricación podemos hacer una lectura transparente del próximo siglo.
Peter Drucker, que muchos de Ustedes conocen, estima que en 10 años solo el 12% de los americanos trabajarán en fábricas. Seguiremos siendo el No. 1 en fabricación. Para el 2020 vamos a ver la eliminación virtual del obrero de las fábricas. Menos del 2,5% de la fuerza laboral global es probable que tenga un trabajo tradicional en una fábrica. Ya tenemos fábricas que casi no tienen obreros. Esto no debería sorprendernos. En mi país pasamos de tener a la mayoría de las personas trabajando en la agricultura al 2,5% en menos de 100 años. La revolución en la fabricación comenzó con la tecnología del control numérico en la década del 60 y va a terminar alrededor del 2020-2025. He mantenido reuniones con varios presidentes de América Latina y me han dicho: «Un momento, ¿no es diferente en Brasil, Panamá, Argentina, Uruguay? La curva tradicional era que en el norte había alta tecnología y en el sur mano de obra barata.» El problema radica en que ya no se puede competir en los mercados globales con fábricas de trabajo intensivo al viejo estilo. Esa curva ya no funciona. Se necesita la última tecnología, control de calidad, producción ajustada al tiempo, stocks adecuados. El trabajador más barato en el mundo no será tan barato como la tecnología en línea que lo reemplaza. En el Programa Ejecutivo de Wharton School trabajamos con líderes empresariales de todo el mundo que me dicen que la tecnología que están produciendo es tan barata que la regalan. Esto se llama La Plataforma. La usan como una introducción a sus clientes y lo que hacen es co-administrar los negocios de sus clientes. Puedo darles un ejemplo sobre esto. Los textiles y la electrónica son los últimos dos mercados de trabajo baratos responsables del crecimiento en el mundo en desarrollo. Pero, los ingenieros alemanes han automatizado la costura. Hay que detenerse a reflexionar sobre esto un momento. Rápidamente nos dirigimos a la producción automatizada de componentes electrónicos. Estos son los mercados de trabajo baratos. ¿Cuáles son las implicancias para India, Pakistán, Malasia, Cambodia, Tailandia, Vietnam, Singapur, México y China cuando automaticemos los últimos dos mercados de trabajo barato que son responsables del crecimiento en el mundo en desarrollo? Eso forma parte de esta crisis económica. Una población creciente frente a una disminución de las oportunidades de empleo. En el pasado, cuando alguien perdía su empleo en la fábrica podía capacitarse para ingresar en las industrias de servicios. Pero ahora, fíjense lo que está sucediendo en este país y en todos los países en el área bancaria y financiera, en el sector mayorista y minorista. Todas las empresas, sean pequeñas, medianas o grandes están eliminando las viejas pirámides corporativas. Los líderes empresariales aquí presentes saben a lo que me refiero. Están eliminando capa tras capa de gerencia e infraestructura. El objetivo en las industrias de administración es crear lo que se llama organizaciones de base horizontal, empresas virtuales, la competencia central de empresas. Hay que deshacerse de todo el capital, los activos físicos y concentrarse solamente en la competencia central en capital eléctrico. ¿Les suena conocido? En todos los negocios con los que he trabajado alguna vez, ahora quieren ser como redes realmente. Es como el modelo de un estudio de cine de Hollywood donde las empresas independientes se juntan para un trabajo y luego se separan. La idea es tener una empresa con una elite gerencial en la cima, un personal central técnico y profesional en el centro y abajo un personal empleado a destajo. Los que trabajan en la industria conocen bien lo que acabo de decir. De modo que nos dirigimos hacia nuevas fábricas sin obreros, hacia una industria de servicios virtual. Algunos deben estar pensando, «Sí, es cierto, pero la teoría económica clásica nos hizo creer que éste es parte del proceso de destrucción creativa. Siempre perdemos empleos en el camino hacia la creación de nuevos empleos porque la imaginación humana no está limitada solamente al momento. No estamos teniendo en cuenta los nuevos productos, las nuevas tecnologías, los nuevos bienes y los nuevos servicios. Este siglo de biotecnología va a requerir nuevas habilidades y nuevos empleos». Sí, está surgiendo un nuevo sector con nuevas oportunidades laborales a medida que pasamos de la era industrial al siglo de la biotecnología y la revolución de la información y las ciencias de vida. El nuevo sector es el sector del conocimiento. Los científicos, los ingenieros, los técnicos altamente capacitados, los educadores, etc. Lo que los líderes políticos y los economistas nos dicen siempre es que lo que tenemos que hacer es mejorar el nivel de las habilidades de la fuerza laboral y preparar a las nuevas generaciones en las escuelas para que tengan las habilidades y el conocimiento y sean competitivos en esta nueva economía global del ciberespacio basada en el conocimiento. Esa es la tarea por adelante. Todos los líderes empresariales que conozco abren los ojos y levantan las cejas cada vez que escuchan decir esto a los políticos porque saben algo que los economistas no entienden y los políticos no quieren discutir. Aún si volviéramos a capacitar a todos los obreros en Uruguay y preparáramos a toda la próxima generación para estos trabajos de conocimiento (sería imposible hacerlo porque algunos de estos empleos exigen años de educación superior), pero dado que Uruguay tiene el nivel de alfabetización más alto del hemisferio occidental (algo para felicitarlos), supongamos que Ustedes pueden mejorar a su fuerza laboral para estos trabajos de conocimiento, lo probable es que no haya suficientes empleos en el sector del conocimiento en ningún país para absorber a los millones y millones de obreros jóvenes que fueron despedidos de los sectores industriales. La razón de ello es la siguiente: Lo que separa a la revolución industrial del siglo de la biotecnología es que la revolución industrial está basada en el trabajo de masas para producir bienes y servicios. Esa es su firma. El siglo de la biotecnología, la unión de las computadoras y los genes y la revolución de la información y las ciencias de la vida descansa sobre una fuerza laboral pequeña, profesional, de elite acompañada de una tecnología y organización cada vez más sofisticadas e inteligentes. Vamos a crear todo tipo de bienes y servicios nuevos en esta revolución del siglo XXI. Vamos a crear nuevas oportunidades de empleo de todo tipo. Pero nunca habrá una fuerza laboral masiva. Nunca más vamos a ver a miles de obreros saliendo de una fábrica en Microsoft o en Genotech. Vamos a ver a una fuerza laboral de elite. En el siglo XXI vamos a pasar de máquinas físicas para reemplazar al cuerpo humano a máquinas inteligentes para reemplazar a las habilidades conceptuales. Todavía estamos en la etapa de la computación secuencial linear. La próxima etapa es la computación paralela que va a poder reemplazar a aún más trabajos conceptuales. Y la próxima etapa tal vez sea la computación del ADN. El ADN es un procesador con mayor poder que todas las computadoras del mundo juntas hoy. Y el ADN puede trabajar a 100 millones de veces más rápido que la supercomputadora más rápida. Ni siquiera puedo imaginarme lo que puede significar esto. Pero significa que muchas de las habilidades conceptuales, el trabajo mental va a ser reemplazado. De hecho, vamos a necesitar a los mejores trabajadores con conocimiento pero no vamos a necesitar al promedio de los trabajadores. Tenemos software hoy que hace lo que hacía un contador y abogado promedio hace ocho años y es más barato. Tenemos software hoy que hace lo que hacía un ingeniero promedio hace cinco años, el CAD, que es mucho más barato. Tenemos software hoy que hace lo que hacía el médico diagnosticador hace dos años y más barato. Acabamos de empezar esta revolución. El siglo de la biotecnología, la fusión de la revolución de la información y las ciencias de la vida va a terminar con el trabajo de masas. Ese, creo, es el momento antropológico en el que nos encontramos. Pero, todavía no llegué a las malas noticias.¿Cuántos de Ustedes escucharon que todo lo que acabo de decir son malas noticias? Terrible, esperemos que se equivoque. ¿Cuántos de Ustedes escucharon que lo que acabo de decir tiene el mayor potencial de éxito en la historia de la humanidad? ¿Alguien? Ven, por eso estamos en problemas. Tenemos en este momento una revolución tecnológica que puede crear un renacimiento o una gran conmoción social. Podemos dar un salto hacia adelante para la generación de sus hijos o podemos tener años, décadas y generaciones de inestabilidad y disturbios. Estamos en el umbral de lo que va a ser el mayor triunfo en la historia del capitalismo moderno. Ni siquiera mis amigos los capitalistas entienden estas posibilidades. Vamos a poder producir bienes y servicios en el próximo siglo para todas nuestras familias con una fracción de la fuerza laboral que tenemos ahora. Igual que pudimos hacerlo con la agricultura. Esto debería ser uno de los mayores éxitos de la historia. Puede liberar a las generaciones futuras del mercado. No los necesitamos a Ustedes y a sus hijos para que produzcan bienes y servicios y trabajen largas horas en las fábricas e industrias de servicios. La razón por la cual no hemos considerado esto como un renacimiento es que no tenemos una visión política y social lo suficientemente poderosa como para equipararse al poder de la nueva revolución tecnológica. Si leen el libro de Bill Gates, ¿qué les promete? Con toda esta nueva tecnología, lo que les promete son teléfonos celulares más pequeños y televisión de alta definición. Les promete aparatos, no un cambio en la calidad de vida. Cuando se van a dormir de noche y escuchan toda la tecnología que ingresa en sus vidas rápidamente, ¿sienten que la calidad de vida de Ustedes y la de sus hijos está aumentando en proporción a la nueva tecnología que se introduce? Si no es así, entonces tenemos un problema. Parece que hay una brecha creciente entre el potencial de esta tecnología y nuestra inhabilidad para crear una visión política de que esta tecnología puede cambiar nuestra calidad de vida. Trajimos toda esta tecnología que ahorra trabajo a la sociedad e, irónicamente, sentimos que tenemos menos tiempo a nuestra disposición que cualquier otra cultura en la historia. Hay algo que está muy mal.Quisiera compartir con Ustedes una estadística. Está extraída del Financial Times. Las personas más ricas del mundo son 356. La riqueza combinada de estas familias es igual al 40% de todos los seres humanos más pobres, 2.5 mil millones de personas. La fortuna personal de Bill Gates supera el activo financiero del 40% de todas las familias que viven en Estados Unidos. Hay algo que está muy mal y se está empeorando.Para que haya un renacimiento, un salto hacia adelante, tenemos que plantearnos dos preguntas muy fuertes en el campo de la política pública y que nos da miedo preguntar. En Europa están empezando a plantearse estas preguntas pero todavía no en el hemisferio occidental. La primera es qué hacemos con todos los millones de jóvenes que no necesitamos en este nuevo mercado global de alta tecnología. ¿Qué hacemos con ellos? Esa es una pregunta para las políticas públicas. La segunda pregunta es cómo comenzamos un debate público fuerte sobre cómo compartir mejor los frutos de esta nueva revolución tecnológica para beneficiar a todos los seres humanos del mundo y no solamente a una pequeña elite. Cuando formulo estas preguntas tan duras, lo que vemos no es un renacimiento sino una mayor polarización entre los que tienen y los que no tienen en todos los países. Yo vivo en Washington D.C. y se puede ver, se puede oler, es muy visible. Está claro aquí en Montevideo, en Buenos Aires, en París, en Tokio. Al 20% superior de la población le va muy bien en todas partes, somos la mayoría de nosotros. Somos los trabajadores del conocimiento, somos parte de esta nueva economía global del ciberespacio. Tengo colegas que ahora tienen más en común con su dirección virtual que con su dirección geográfica. Tienen más intercambio académico y social en el ciberespacio que con sus vecinos de la misma calle. Ese es el 20% superior. El 80% inferior en todos los países no está muy bien. Son los gerentes medios, los obreros de las fábricas, los agricultores. Lentamente se ven marginalizados de esta nueva economía global. Hablemos claro. Nos referimos a este nuevo software de telecomunicaciones, de la economía global, de las ciencias de la vida. Amigos, más de la mitad de las personas de este planeta nunca hicieron una llamada telefónica, nunca. De modo que estamos viviendo en dos mundos diferentes. Lo que estamos viendo es una mayor disparidad, una polarización, una desestabilización y más delitos y más drogas en nuestros jóvenes. Y la situación no se está mejorando. Si los mercados bursátiles se caen en los próximos meses o años, y la economía comienza a cerrarse debido a la deflación y demasiada producción en contraposición a una demanda inefectiva, vamos a ver más violencia, más extremismo político en los próximos dos o tres años, no en diez o en quince.
¿Cómo podemos revertir esto? ¿Cómo podemos hacer que esto se convierta en un legado de promesas para la próxima generación? Parte de mi esperanza se encuentra en la administración, en la comunidad empresarial, pero no por las razones que Ustedes pueden pensar. Me gustaría compartir con Ustedes lo que ciertos líderes empresariales me dijeron en privado en todo el mundo porque es muy instructivo. Todos los líderes empresariales con los que he trabajado quieren reducir los costos laborales. Si Ustedes pueden reducir sus costos laborales, mejorar sus márgenes de ganancias, aumentar su estados trimestrales, esa es su responsabilidad hacia los accionistas. Esa es la responsabilidad de la gerencia. En todas las empresas en el mundo se trata de introducir las nuevas tecnologías y la nueva organización. Y aquí radica el problema. Los líderes empresariales están empezando a darse cuenta que estas microdecisiones tienen sentido en sus propias empresas. Pero, todas estas decisiones colectivas juntas para hacer esto están creando problemas globales demasiado grandes. Primero, porque sucede que los trabajadores no son solamente obreros. Son los consumidores. Compran los bienes y servicios. Son los clientes, no son los accionistas. Ahí se equivoca Tony Blair. Son los clientes. Si marginalizamos a los trabajadores en las empresas porque tiene sentido a nivel micro, no tiene sentido a nivel macro colectivamente, porque tenemos un poder adquisitivo disminuido y no tenemos la capacidad de comprar toda la nueva producción que las nuevas tecnologías pueden crear. Y eso es lo que está sucediendo ahora. Tenemos una sobreproducción en contraposición a una demanda inefectiva. Todos los líderes empresariales que se encuentran en esta sala entienden a lo que me refiero. Tienen demasiado stock, no pueden moverlo. En segundo lugar, los trabajadores no son solamente los clientes. También son los principales inversores en los mercados de acciones y bonos. Son los dueños de estas empresas. Cuando estudiaba economía, creíamos que eran los empresarios muy ricos quienes arriesgaban su dinero en el mercado de acciones y bonos. Bueno, el dinero de Bill Gates es mucho, pero no es nada en comparación. La gente que trabaja en la banca aquí sabe que el verdadero dinero en el mercado son los ahorros diferidos de millones de trabajadores a través de sus fondos de pensión. Los trabajadores son los dueños de estas empresas, a través de sus fondos de pensión, que colectivamente valen 8 trillones de dólares. En mi país, el 72% de los ahorros lo constituyen los ahorros diferidos de los trabajadores en los fondos de pensión porque, como consumidores, no están ahorrando nada. Funcionan con tarjetas de crédito. Los únicos ahorros que tienen son estos dineros a los que no pueden acceder y que se invierten en el mercado. Estos fondos de pensión, el dinero de los trabajadores, valen más que todo el activo en el sistema bancario americano. Son los trabajadores los dueños del 30% del mercado accionario y el 40% del mercado de bonos. ¿Quiénes son estos trabajadores? Son sus clientes. Son los clientes que compran los productos y servicios y son los accionistas en las empresas. A nivel micro, cuando marginalizamos a nuestros trabajadores, lentamente perdemos poder adquisitivo por un lado, e inversiones y ahorros a largo plazo en acciones y bonos de estas empresas. Mi esperanza radica en que los líderes empresariales iluminados comiencen a darse cuenta de que estamos todos inmersos en estos cambios estructurales. Así que le digo a los líderes empresariales: «Antes de irse a dormir hoy de noche, rueguen por un movimiento laboral nuevo.» ¿Por qué digo esto? Permítanme explicarles qué hace bien el capitalismo y qué no hace bien. Toda mi familia es capitalista. Son todos empresarios en mi familia. El capitalismo es el sistema más ingenioso y brillante que se haya diseñado jamás para crear nuevas oportunidades. No tiene rival. Pero, lo que el capitalismo no hace bien es distribuir los frutos de su éxito. Porque la lógica que prima siempre en la Sala de Directorio es reducir los costos laborales. La mano de obra organizada ha sido tradicionalmente el antídoto que fuerza a la gerencia a compartir las ganancias para que haya suficiente poder adquisitivo y ahorros para mover la economía. ¿Cómo obtuvimos prosperidad después de la Segunda Guerra Mundial? Sus padres, ¿cómo disfrutaron de la mayor prosperidad de la historia? No fue la mano invisible del mercado, eso es una tontería. Mis colegas todavía siguen predicando lo de la mano invisible. No es un mecanismo de distribución. Lo que sucedió después de la Segunda Guerra Mundial fue que sus padres y sus abuelos regresaron a sus casas después de la guerra y ¿cómo recuperaron el tiempo perdido? Querían disfrutar del sabor de la electricidad, la segunda revolución industrial. Habían estado esperando desde 1928-29. Sus padres y abuelos se inscribieron en los sindicatos. Hubo huelgas masivas entre 1948 y 1952 en todo el mundo. Esto forzó a la administración de la posguerra a que compartiera las ganancias de la segunda revolución industrial. El resultado: treinta años de prosperidad sin paralelo en este planeta. Esa prosperidad se rompió simbólicamente cuando el Presidente Reagan dejó cesantes a los controladores aéreos en Estados Unidos. Eso envió una señal de que el contrato social se había terminado. Lo que digo es lo siguiente: La administración y la fuerza laboral no se deben considerar adversarios sino socios. La administración debe crear un vehículo y sin la administración no tenemos oportunidades. Pero la fuerza laboral es la fuerza que asegura que los frutos se compartan para que haya poder adquisitivo y ahorros. En los negocios creíamos en la situación de «ganancia» y «pérdida». Creíamos en un enfoque predatorio darwiniano: si yo gano, Usted pierde. Ahora tenemos una nueva generación que está más inmersa en la red global de la economía digital. Están comenzado a aceptar un nuevo principio de administración. La situación de «ganancia – ganancia». Estamos empezando a entender en los negocios que, cuanto más éxito tengan nuestros clientes, cuando los que nos rodean tienen éxito, más éxito tendremos en nuestras relaciones con ellos y más éxito tendremos nosotros. Este es un enfoque totalmente nuevo que se está difundiendo en todos los círculos empresariales en todo el mundo a medida que nos movemos hacia la nueva base digital, una base de relaciones, una economía basada en redes. Necesitamos extender ese principio a las relaciones entre la administración y la fuerza laboral: «ganancia-ganancia» en lugar de «ganancia-pérdida». Nuestros trabajadores son los clientes y los inversores. Esto es economía básica, es la antropología de la economía.Pero, ¿cómo lo logramos? Primero, ¿qué queremos de estas nuevas tecnologías? ¿Alguna vez se detuvieron a pensar qué quieren? Nunca nos preguntamos qué queremos. Nuestros padres se plantearon esta pregunta y también nuestros abuelos. Cuando se enfrentaron a la máquina a vapor y a la electricidad, se preguntaron: «¿Qué queremos?». Nuestros padres y abuelos creían que uno trabaja para vivir. Si se trabaja para vivir, las tecnologías que ahorran trabajo, hacen eso, ahorrar trabajo. Salvación, podemos trabajar menos. Si Ustedes viven para trabajar, que es lo que creen muchos profesionales de mi generación, estas tecnologías son un Alcatraz, si uno vive para trabajar. Significa que algunos de nosotros vamos a estar atrapados cada vez más en el ritmo y flujo de estas actividades y nunca nos vamos a liberar. Otros van a estar subempleados.
Bill Green, Presidente de la Federación Americana del Trabajo en la década del 20, se expresó claramente al respecto. Dijo que las tecnologías que ahorran trabajo, ahorran trabajo humano. Así que sabemos que se viene el tiempo libre, mucho tiempo libre. La pregunta que no planteamos es si ese tiempo libre va a ser para hacer filas de desempleados o para disfrutarlo. Es una pregunta de equidad. Sus padres, abuelos y bisabuelos eligieron hacer que esta tecnología fuera parte de su forma de vida para que pudieran aumentar su calidad de vida. Y ¿qué hicieron? Se organizaron, formaron sindicatos, se politizaron y rebajaron la semana laboral. Desde principios de la revolución industrial la semana laboral tenía 80 horas. La redujeron a 70 horas, a 60, 50, 40; aumentaron los salarios y beneficios en cada etapa y las condiciones laborales de millones de personas desde la gerencia hasta los obreros en las fábricas. Lo hicieron en todos los países del mundo y en su mayor parte en menos de 80 años.De modo que mi pregunta para la generación de baby-boomers (yo soy un poco más viejo, me la perdí, así que no soy responsable) en esta sala es: ¿Qué les pasa? ¿Por qué quieren mantener en el próximo siglo el mismo estándar que tenían sus padres y abuelos en la primera y segunda revolución industrial? Si Ustedes creen que la revolución de la información y las ciencias de la vida va a ser, por lo menos, tan productiva como la máquina de vapor y la electricidad, ¿por qué no piden una semana laboral de 30 horas y 6 horas diarias de trabajo, con mejores salarios y beneficios para todos los trabajadores del mundo? Esta no es una propuesta radical. Esto está de acuerdo con lo que hemos estado haciendo en estos últimos 150 años. De hecho, ¿se imaginan si todavía tuviéramos una semana laboral de 50 horas, cuántos desempleados habría? No necesitaríamos a tantas personas. Tenemos a muchos padres trabajadores en esta sala. Ambos padres trabajan para tener el nivel de vida que lograba uno solo hace 30 años. Y los políticos les dicen que Ustedes no están educando a sus familias, no se están ocupando de sus hijos, estamos perdiendo la próxima generación. Y Ustedes se molestan cuando los políticos dicen eso porque Ustedes saben que ambos padres tienen que trabajar para tener el nivel de vida que tenían antes trabajando uno solo. Saben que la única forma de mejorar su vida familiar es pasar más tiempo con sus hijos. La fórmula debería ser 6 y 6 para el año 2006. Ustedes trabajan 6 horas por día, cuando sus hijos están en la escuela y tienen la opción de volver a sus casas, cuando sus hijos vuelven a casa. Estas grandes tecnologías de la era de la información y las ciencias de la vida pueden liberar a los padres para recomponer la vida familiar en el mundo. Eso es mucho más impresionantes que los teléfonos celulares diminutos o la televisión a color de alta resolución. Esta revolución ofrece nuevas oportunidades. Simplemente no nos hemos dado cuenta de las posibilidades. Estamos aceptando muy poco, cuando deberíamos aceptar mucho más. Nos rehusamos a que este sistema capitalista tenga su triunfo final. Y el triunfo final para el capitalismo sería la capacidad del mercado capitalista en el siglo próximo de ser esencial pero ya no suficiente como árbitro final de nuestras vidas. Dejemos que el sistema capitalista libera a las siguientes generaciones de jóvenes para que hagan algo más allá del mercado. Bueno, ahora se estarán diciendo: «¡Ah! Un minuto, ¿cómo convencemos a los empleadores en esta sala para que reduzcan la semana laboral y aumenten los salarios?» ¿Creen que podemos hacer eso, creen que podemos convencer a todos los empresarios en esta sala? ¿Habría valido la pena venir aquí esta mañana si pudiéramos ver en menos de cinco minutos cómo se puede hacer esto? Nunca un gerente general de la una empresa me dijo que esto no se podía hacer después de que se lo expliqué. Voy a hacerles dos sugerencias a los empresarios. El Vicepresidente de Hewlett Packard en Grenoble, Francia, se despertó una noche con una idea y se la comunicó al sindicato. Les dijo: «Miren, tenemos toda esta tecnología en Hewlett Packard y no estamos funcionando 24 horas por día. La tecnología es cara, tenemos muchos costos extra, pero la tecnología está ociosa, no está funcionando a capacidad total.» Les dijo a los sindicatos que si estaban de acuerdo en trabajar por turnos durante 24 horas, se duplicaría o triplicaría la productividad que se compartiría con los accionistas y los trabajadores. Los trabajadores tendrían 4 días de trabajo por turno con una paga por 5 días. Los sindicatos se mostraron escépticos pero luego estuvieron de acuerdo. ¿Quieren saber qué sucedió? Hace unos ocho meses, había llegado a este punto en mi Seminario Avanzado en Wharton School y un señor sentado a dos metros de mí, con acento francés me dijo: «Sr. Rifkin, escuche. Soy el Vicepresidente de Hewlett Packard en Grenoble, Francia». Yo no me había fijado quiénes eran los presentes ese día y pensé: «¡Ah, Dios mío! Ahora me va a contar que fracasó.» Le dije: «¿Cómo les va?» Y me respondió: «Estamos haciendo dinero.» Me dijo que su mayor frustración era que no podía convencer al resto de los vicepresidentes de la Hewlett Packard en otros países de que hicieran el mismo experimento con la mano de obra organizada en sus países. Quiero darles otro ejemplo. En Estados Unidos hay muchas empresas pequeñas, unas doce, que ahora pasaron a una semana laboral de 30 horas con una paga de 40 horas. ¿Cómo pueden hacerlo y seguir siendo competitivas? Hacen que sus trabajadores trabajen seis horas seguidas sin almuerzo. Y la razón por la cual pueden hacer esto es que ahora estamos aprendiendo, gracias a la cronobiología, la nueva genética, que cada ser humano tiene ritmos diferentes y relojes biológicos diferentes. Todo nuestro cuerpo corre al ritmo de los ciclos circadianos, lunares y estacionales. Cada organismo en este planeta fue hecho para la tierra. En términos evolucionarios, nuestros ritmos siguen la rotación del planeta. También sabemos que los seres humanos tenemos diferentes horas pico de desempeño máximo cada día. Ustedes pueden ser personas diurnas o nocturnas. Sus ritmos biológicos y secreciones pueden estar en su pico a las dos de la tarde o a las 10 de la mañana. También sabemos ahora que la persona promedio en esta sala tiene un máximo desempeño productivo de 3 a 5 horas por día. El resto del tiempo, el desempeño disminuye. De modo que tenemos empleadores, en su sano juicio, que les pagan a los trabajadores el mismo monto por hora y, después de 3 a 5 horas de desempeño máximo, les pagan por una producción decreciente. Sin embargo, tenemos la idea de que hay que trabajar muchas horas a pesar de que estamos perdiendo dinero después de pasada cada hora de nuestro desempeño pico. En unos pocos años, con los cambios de ADN, cuando Ustedes soliciten empleo, vamos a poder monitorearlos para saber cuáles son las horas pico de desempeño en el día para poder ajustarlos al empleo. Y, para la mayoría de las personas, no va a ser más de 4 horas por día.Necesitamos pensar de forma más sofisticada. Podríamos construir el empleo basado en los diferentes tiempos de la vida. ¿Por qué todos los trabajadores trabajan 8 horas por día y, de repente, se jubilan? Debemos trabajar de acuerdo con los tiempos de la vida. Cuando uno es joven, soltero y sin hijos, puede trabajar más horas. Cuando uno se casa y tiene hijos, trabaja menos horas para estar con la familia. Cuando los hijos crecen, uno puede estabilizar sus horas. Y cuando se acerca a la jubilación, reduce sus horas. Todas las horas estarán de acuerdo con el desempeño máximo en el lugar de trabajo. No tenemos ya que trabajar tantas horas con estas nuevas tecnologías. Tenemos que pensar en formas más creativas. Permítanme explicarles cómo los gobiernos pueden ayudar a las empresas. El gobierno puede desempeñar un papel. Y esto se lo mencioné a su Presidente el año pasado cuando me reuní con él aquí. El gobierno puede decirle a las empresas que reduzcan la semana laboral y aumenten el salario y los beneficios para que haya más jóvenes uruguayos que trabajen. Ahora bien, sabemos que Ustedes tienen que ser competitivos en el mercado mundial así que lo que vamos a hacer por Ustedes es que el gobierno va a tomar cierta porción de sus ingresos por concepto de impuestos y el gobierno los absolverá de sus impuestos en la proporción que Ustedes reduzcan la semana laboral y aumenten los sueldos para que haya más gente trabajando. Bueno pero, ¿por qué les haría el gobierno reducir la semana laboral y aumentar los sueldos? Para que haya más gente trabajando. Pero, ¿por qué haría eso el gobierno y perdería todos esos ingresos? ¿Cómo los compensa? Lo compensa porque al tener una semana laboral más corta, hay más gente trabajando, no están en el seguro por desempleo, tienen empleos, tienen un sueldo, compran bienes y servicios, pagan más impuestos. Esta idea surgió con Arthur Anderson. Uno de los consultores de Arthur Anderson creó esta idea en París y luego yo la desarrollé y trabajé en ella en Europa, especialmente en Francia e Italia. Quiero informarles que, como resultado de esta discusión, los gobiernos de Francia e Italia el año pasado hicieron una legislación para tener una semana laboral de 35 horas, con una paga por 39. Además, le dieron beneficios impositivos a todas las empresas para efectuar la transición, para que no perdieran. Se trata del quinto y el sexto de los países más industrializados del mundo. Si ellos pueden hacerlo, ¿por qué no podemos hacerlo nosotros en el hemisferio occidental, en las Américas? Lo radical es no hacerlo. Vamos a pasar a una semana laboral más corta y durante la vida de Ustedes, los jóvenes de 20 y 30 años, Ustedes van a ver una semana laboral de 35 horas, esperemos que pronto, como resultado de una administración iluminada, de una fuerza laboral organizada y del gobierno trabajando todos juntos para que esto suceda. Y los hijos de Ustedes verán una semana laboral de 30 horas. Pero, como parte final de esta discusión hoy, permítanme decirles que aún así, no necesitamos a todos los jóvenes. Nuestra población mundial se va a duplicar de 6 a más de 11 mil millones en los próximos veinte o veinticinco años. No vamos a necesitar a todos estos jóvenes a medida que pasamos de fuerzas laborales masivas a fuerzas de elite, aun si redujéramos radicalmente la semana laboral. ¿Qué hacemos con los jóvenes en sus familias? El problema está en que estamos mirando la cara equivocada de la solución. Si su inclinación política es de centro derecha, pueden creer y esperar que el mercado vaya a crear más empleos de los que destruye. Pero no existe ningún líder político que no vea que cada vez más trabajadores quedan desempleados en las empresas en el futuro a medida que se desarrollan mejores reemplazos tecnológicos. Si Ustedes son de centro izquierda, tal vez tengan esperanzas de que un gobierno socialista sea el proveedor de los trabajos finales y el proveedor de empleo. Pero es poco probable.Todos los gobiernos en el mundo se están reduciendo. Si mañana de mañana hubiera una depresión global, todo cambiaría. El gobierno de Ustedes se convertiría en el empleador final. Pero entendamos la importancia que ha tenido esto. Siempre estamos quejándonos contra el gobierno pero quiero recordarles que, en mi país, después de la depresión, contratamos al 17% de la fuerza laboral americana que hoy trabaja para el gobierno. ¿Ustedes creen que el mercado habría podido absorber a tantos trabajadores? Lo hizo el gobierno y estoy seguro que aquí, en este país, Ustedes tienen cifras similares.
Si el mercado no puede proporcionar todos los empleos y el gobierno tampoco, ¿dónde buscamos nuevas fuentes de trabajo? ¿Hay trabajo en la sociedad más allá del gobierno y el mercado? ¿Hay algo que puedan hacer los jóvenes en el próximo siglo además de hacer accesorios en el mercado o ser empleados públicos? ¿Podemos imaginarnos algo más para los jóvenes? Tenemos que romper el paradigma político. Cuando salgan de esta sala hoy, váyanse con la idea de que todos los viejos paradigmas políticos ya no funcionan, el mercado a la derecha, el gobierno a la izquierda. Este es un falso paradigma. En realidad, existen tres sectores en Uruguay. Existen tres sectores en todos los países no comunistas. Una vez que entendemos que nuestra sociedad no es «mercado – gobierno» sino que tiene tres sectores, se abre una ventana para un debate totalmente nuevo sobre la naturaleza del trabajo y el contrato social para el próximo siglo. El sector del mercado crea el capital del mercado y trabajo para el mercado. El gobierno crea capital público y empleos públicos. Luego tenemos este gran sector en Uruguay que crea capital social y va a pagar y dar empleos libremente. ¿Cuál es este tercer sector al que me refiero? Es el sector más grande en su país. Pero no tiene conciencia de sí mismo como sector. Es mucho más grande que el sector empresarial y público. ¿Cuál es este tercer sector? Es toda organización, institución o sociedad a la que pertenecen sus familias que no es una empresa en el mercado ni una agencia del gobierno. Son todo el resto de las instituciones que conforman la vida cultural de Uruguay. No se trata solamente de las organizaciones no gubernamentales. No son solamente las ONGs. Son las iglesias, son los grupos seculares, organizaciones de servicio, organizaciones fraternas, organizaciones para el arte, el deporte, la cultura. Todo lo que va desde la justicia social hasta los grupos ambientalistas. Son todas las instituciones que conforman la cultura en las que participan sus familias en este país. Es lo que hace que este país sea singular, único. Si Ustedes se despertaran mañana de mañana y todas las organizaciones del tercer sector de este país hubieran desaparecido, ¿cuánto tiempo creen que duraría el Uruguay como país? ¿Un día? Se destruiría. Como ven, hemos malentendido la naturaleza de cómo está organizada la sociedad porque ya no enseñamos antropología cultural en las escuelas. En la antropología cultural aprendemos que las comunidades perciben a los mercados y los gobiernos. Pero los mercados y los gobiernos no perciben a la comunidad. Esto es muy importante. Conozco a líderes políticos que creen que un mercado fuerte crea una comunidad fuerte. Falso. Es exactamente lo opuesto. Las comunidades fuertes crean mercados fuertes. Primero, los seres humanos realizaron intercambios sociales. Crearon infraestructuras sociales, crearon el capital social. Y solamente cuando existe ese rico capital social, una sociedad puede comenzar a establecer mercados, empezar a comerciar y crear el gobierno. Hay algunas pocas excepciones. Por ejemplo, una ciudad que surge de repente a consecuencia de un boom. Si se descubre oro, surge una ciudad inmediatamente, pero es artificial y se destruye cuando se acaba el oro. Pero, a través de la historia, el intercambio social precede al intercambio del mercado y al gobierno. Los mercados y los gobiernos son instituciones derivadas, no son primarias. Es muy importante que entendamos esto. Los mercados y los gobiernos existen porque tenemos un rico capital social que crea confianza y que nos permite establecer el comercio y crear gobiernos. Los mercados rompen la confianza, los gobiernos rompen la confianza. Todas las comunidades en todo el mundo están permanentemente construyendo el capital social y la confianza para poder tener negocios capitalistas y formas democráticas de gobierno. Los empresarios entendimos esto cuando cayó la Unión Soviética y Europa Oriental. Corrimos para establecer negocios capitalistas en esos lugares y la mayor parte de los negocios fracasaron. La razón es que los comunistas habían eliminado el tercer sector. No existía el capital social, no había ninguna infraestructura en la cual fundar relaciones de mercado y funciones del gobierno que fueran confiables. Quiero darles una regla práctica. Cuanto más fuerte es el tercer sector, más fuerte es el mercado capitalista y más democrático es el gobierno en todos los países. Cuanto más débil sea el tercer sector en un país, más débil va a ser el mercado y menos democrático el gobierno. Esa es una regla incontrovertible. Lo que hizo que Estados Unidos fuera poderoso fue el tercer sector. Nos permitió construir tanto capital social como para tener un mercado capitalista poderoso y confiable y una forma democrática de gobierno. ¿Por qué digo esto? Durante la mayor parte de este siglo, este tercer sector ha estado en un estado practicamente neo-colonial esperando del gobierno, de la filantropía privada. No es un jugador sentado a la mesa junto con el gobierno y el mercado aunque es la institución principal por la cual existen los otros dos. Está por ser liberado de este estado neo-colonial. La razón es que los gobiernos se están reduciendo. Los gobiernos participan menos en sus barrios y comunidades de modo que existe un vacío institucional que está surgiendo en todas las comunidades del mundo donde el gobierno participa menos. Las empresas son menos locales y más globales y el mercado primario se está desplazando al ciberespacio que ni siquiera es geográfico. Hay menos participación en sus comunidades. Se abre el vacío. ¿Quién va a llenar ese vacío institucional dejado por menos servicios del gobierno y menos participación corporativa? La verdadera carrera de cada comunidad de este país es entre el tercer y el cuarto sector para llenar ese vacío institucional en sus comunidades. ¿Cuál es el cuarto sector? Es la sociedad ilegal. Es el empleador que crece más rápido en el mundo. Es la economía informal con sus propias leyes. Lo que estamos empezando a ver en todos los países es una lucha entre el tercer y el cuarto sector. ¿Vamos a hacer resurgir el capital social? ¿El tercer sector se va a convertir en una voz política, coherente, poderosa, un centro de política en cada comunidad institucionalmente o vamos a dejar ese vacío a la sociedad ilegal para la próxima generación? Esto se está empezando a ver en cada país. Creo que vamos a comenzar a ver un taburete político de tres patas, como lo llamaría Bill Bradley. De hecho, nuestra Primera Dama habla bastante del tercer sector. La idea es tres sectores, un taburete de tres patas y cada una tiene que ser poderosa en proporción a las otras. Si una de las patas de ese taburete es demasiado grande o demasiado pequeña, el taburete se cae. El tercer sector va a surgir como una nueva voz política. Ustedes van a ver reposicionarse a los partidos políticos en los próximos años. En lugar de decir: «Yo represento al gobierno, vote por mi partido» o decir «Yo represento al mercado, vote por mi partido», vamos a empezar a entender que la verdadera política proviene de la cultura, proviene del capital social, de las instituciones que conforman nuestra vida. Vamos a empezar a ver a la gente que se postula como candidatos al gobierno que representan a esta voz poderosa y coherente del tercer sector en la vida de nuestros países. Y, finalmente, esto tiene que ver con los empleos. Es ahí donde se encuentran los empleos en el próximo siglo. Es ahí donde va a existir una defensa intelectualmente estimulante, sofisticada, adelantada para sus hijos en la próxima generación.