¿Molesta un hombre justo?

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Es un símbolo idóneo para expresar el elevado fundamento de los valores civiles (tolerancia, respeto recíproco, valoración de las personas, afirmación de sus derechos), que tienen un origen religioso, pero que son valores que delinean la laicidad del Estado

La Comisión de Educación del Congreso de los Diputados de España, con el apoyo de PSOE, ERC-IU-ICV y BNG, y el voto en contra del PP y CiU, aprobó que el Gobierno se comprometa a trasladar al ordenamiento jurídico nacional la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 2 de noviembre pasado que da la razón a un particular en su denuncia al Estado italiano por la presencia de crucifijos en un colegio público. La sentencia del Tribunal de Estrasburgo señala que «el crucifijo en la escuela pública supone una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones y de la libertad de religión de los alumnos». La sentencia de Estrasburgo respondía al recurso presentado por Soile Lautsi, una ciudadana italiana de origen finlandés, que en 2002 había pedido al instituto estatal italiano en el que estudiaban sus dos hijos que quitara los crucifijos de las clases.

Ya lo adelantó el ministro de Justicia, Francisco Caamaño, quien el pasado mes de agosto salió a la palestra para, bajo el pretexto de “igualdad de todas las religiones” anunciar que “nuestra idea es que en los colegios públicos no exista ningún símbolo religioso, pero si resulta que hay algún patrimonio histórico y es un centro público, si tiene valor histórico-artístico, no podrá destruirse”

Conviene recordar que el Consejo de Estado italiano ha defendido la exposición del crucifijo en los lugares públicos al considerar que de ningún modo representa un motivo de discriminación. Tiene que permanecer en las aulas de los colegios no porque sea un objeto de culto, sino porque «es un símbolo idóneo para expresar el elevado fundamento de los valores civiles (tolerancia, respeto recíproco, valoración de las personas, afirmación de sus derechos), que tienen un origen religioso, pero que son valores que delinean la laicidad del Estado». Un elemento clave de la sentencia es que distingue el significado del crucifijo en un lugar de culto -donde, evidentemente, es religioso- y en las escuelas públicas o los tribunales, donde tiene un significado civil, histórico y cultural. Según el Consejo de Estado, los valores laicos que configuran la República italiana -igualdad, solidaridad, paz o separación entre Iglesia y Estado- se fundan históricamente en el cristianismo, y de ahí que el crucifijo tenga un valor educativo. El cristianismo defiende la libertad de conciencia y el derecho de cada persona a practicar su culto.

Recordamos también, ante esta  actuación laicista, lo hecho por don Enrique Tierno Galván. Este señor fue elegido alcalde de Madrid encabezando la lista electoral del Partido Socialista. Cuando fue a ocupar el despacho oficial en el Ayuntamiento, sobre la mesa de trabajo había un crucifijo. Uno de los acompañantes del señor Tierno sugirió la oportunidad de retirarlo. El viejo profesor -como cariñosamente se señalaba- dijo: «Dejen el crucifijo donde está. Es un símbolo de paz». Tierno Galván, siendo agnóstico reconocido, consideró que la separación entre Iglesia y Estado no le obligaba a quitar el crucifijo del Ayuntamiento de Madrid, como pedían otros de su partido, puesto que se trata de un recuerdo de un hombre justo que fue víctima de los poderosos. El crucifijo es algo más que un símbolo cristiano.

En el gobierno del Frente Popular, prácticamente el 90% de los ministros eran masones. El anticlericalismo de la masonería se volvió a demostrar desgraciadamente en los años de la República, donde el Frente Popular crea una ley para la expropiación de todos los bienes de la Iglesia. También se crea una ley por la que se prohíbe la docencia a los sacerdotes y en las escuelas tienen que eliminar los crucifijos de las aulas. El filósofo Miguel de Unamuno responderá muy bien detectando la raíz de estas decisiones con unas palabras que se refieren a los crucifijos pero que tienen aplicación a todas ellas:

«La presencia del Crucifijo en las escuelas no ofende a ningún sentimiento ni aún al de los racionalistas y ateos; y el quitarlo ofende al sentimiento popular hasta el de los que carecen de creencias confesionales. ¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? O ¿qué otro emblema confesional? Porque hay que decirlo claro y de ello tendremos que ocuparnos: la campaña es de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Porque lo de la neutralidad es una engañifa».

Cabe señalar sobre esta reflexión de Unamuno que el compás y la escuadra son el símbolo de la masonería.

Entendemos que algunos no crean que esa imagen representa al Hijo de Dios, pero ¿les molesta un hombre justo? ¿Les molesta que se vea en la escuela lo evidente: que sólo en Occidente, donde arraigó el Evangelio de libertad, amor, solidaridad, justicia…, por el que él dio la vida, han surgido realidades como la democracia o el movimiento obrero solidario? A un socialista intelectual como Tierno Galván no le molestaba. A los primeros obreros socialistas que, en 1840, fundaron el primer sindicato español celebrando una misa tampoco. Sabían que el Crucificado era, como ellos, un obrero ajusticiado por los poderosos. Las procesiones de Semana Santa nacieron de un pueblo oprimido que clamaba justicia mostrando al único justo, Cristo crucificado… ¿Será que los socialistas de hoy no creen en la justicia ni en la solidaridad?

¿Será que necesitan  meterse con la Iglesia,  para no meterse con la banca, para no subir los impuestos a los millonarios, para  no afrontar el drama de los más de 4 millones de parados…?

 

Educador, militante de Movimiento Cultural cristiano y del Partido SAIn (Solidaridad y Autogestión Internacionalista)