¿Qué esconden los anuncios de «apadrina un niño»?

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Si queremos ser honrados, la solidaridad exige un compromiso a un doble nivel. Primero no dar de lo que nos sobra, sino compartir hasta lo necesario para vivir. Y segundo, un compromiso político (asociado e institucional), también entendido como caridad política o solidaridad política.

José Ramón Peláez Sanz.

Amigos de Ecclesalia: respondo a la invitación que me hacíais hace unos días de contestar al comentario de Eduardo Espert (incluido al fin al de este mensaje) sobre mi carta titulada «¿Es honrado apadrinar un niño?» y a la solicitud en el mismo sentido que me ha hecho desde Argentina la revista «El grano de Arena».

Lo primero que hay que aclarar es la terminología, ya que Eduardo habla de «adopción» y estábamos hablando de «apadrinar». Mi experiencia en Iberoamérica me dice que en cada lugar el español se habla de modo diferente y que usamos las palabras para referirnos a realidades distintas. Por eso, creo necesario aclarar qué se entiende por una y otra palabra donde yo vivo.

Por adopción se entiende cuando una familia se hace cargo de un menor llevándolo a su propia casa de modo permanente y con las mismas responsabilidades que si fuera su propio hijo, mediando los requisitos legales para ello.

Por apadrinar se entiende la práctica de dar una cantidad de dinero a una institución benéfica para sostener el mantenimiento y la educación de un niño por un período de tiempo, manteniendo un contacto personal con él, generalmente postal.

Ambas son realidades que implican de modo radicalmente distinto al niño y a quien pretende auxiliarle. La primera supone un compromiso completo de por vida y la segunda, como veremos, algo muy diferente. Aunque adoptar un niño pobre no debe servir para quedarse ahí; sino que lo honrado, como muy bien dice Eduardo, es seguir luchando contra un sistema que produce pobres en serie, y para vencer la buena conciencia de que ya se ha hecho lo bastante por los empobrecidos. Sin olvidar, que existe un auténtico mercado de robo y venta de niños detrás de muchas «adopciones internacionales», como es notorio en algunos procesos judiciales que este mes son primera página en España. Y como nos pueden decir muchas personas que viven en tantos lugares de los países empobrecidos, donde se compran bebés en los hospitales o sencillamente desaparecen de las barriadas más pobres.

No insistimos más en ello porque el tema que nos ocupa es lo que las ONGs llaman «apadrinar» un niño.

Lo primero que quiero dejar claro es que desde el punto de vista de las organizaciones que lo promueven es una técnica de marketing. Saben muy bien lo difícil que es captar la atención de los posibles donantes –más cuanto mayor es la «oferta» de organizaciones benéficas- y especialmente lograr una aportación cuantiosa por parte de estos en una cultura en la que hace siglos que la limosna se convirtió en dar unos céntimos de lo que nos sobra. Pedir dinero para un centro educativo, un pozo, el saneamiento de un poblado… no mueve los sentimientos y menos los bolsillos. Dividir el importe del proyecto entre un numero determinado de niños y asignar cada niño a una persona es más efectivo. Es una táctica para conseguir socios estables que cada mes entreguen sus 10 o sus 20 euros, ya que, de otro modo, hay mucha gente que no darían con facilidad esa cantidad o no la mantendrían en el tiempo.

Es una técnica de marketing que maneja los sentimientos y el individualismo (apadrino a «mi» niño), y que supone especialmente una complicidad con los grupos de comunicación y las grandes empresas donantes a las ONG. Estas no se ven denunciadas por su responsabilidad en las causas de la miseria, y además, se les proporciona un nuevo cauce para sus conocidas estrategias de marketing solidario destinadas a crear una buena «imagen corporativa»…

Todas estas son prácticas que, en definitiva, ponen de manifiesto el espíritu burocrático que domina unas ONG cada vez más impregnadas de la cultura neo-liberal que extiende sus criterios empresariales a toda la vida social y que se rigen, sin disimulos, según los dictados de los manuales de «gestión de entidades no lucrativas» elaborados por conocidas escuelas de negocios. Están, por tanto, cada vez más lejos de un compromiso real por combatir al Imperialismo que impone su modelo de globalización.. Aunque esto no es nada nuevo, si recurrimos a la historia vemos como muchas de estas «obras de cooperación» repiten el modo de actuar de las viejas «obras benéficas» con que la burguesía quiso acallar las protestas del movimiento obrero en el s. XIX.

Esto es así, pero no es lo que más me preocupa, el problema más grave de «apadrinar niños», como el de todo asistencialismo, es el efecto narcótico que produce sobre la sociedad (esto si que es el opio del pueblo) y, en consecuencia, su contribución positiva a que se perpetúen el sistema económico y las formas de vida que causan el empobrecimiento de tantas familias y la muerte por hambre de 50.000 niños cada día. Los que llevamos años en la calle denunciando las causas del Hambre, del Paro y de la Esclavitud Infantil y dialogamos, de este modo, sobre el tema con cientos de personas cada año, sabemos que junto a las respuesta típicas de la indiferencia (no tengo tiempo, no me interesa de momento…) hay una respuesta que cierra especialmente a las personas para una reflexión y un diálogo sobre las causas políticas y económicas del hambre y sobre la responsabilidad de nuestro modo de vida como enriquecidos en ellas: es la respuesta «Yo ya tengo apadrinado un niño».

Si partimos de que el hambre es un problema político, pues con las tecnologías disponibles el mundo podría alimentar hoy a más del doble de la población actual (eso sí, no al ritmo de derroche consumista que nos parece «normal» a las sociedades enriquecidas) y que, por tanto, tiene solución transformando de raíz las relaciones comerciales, financieras, tecnológicas y políticas que causan el enriquecimiento de unos pocos y el aumento continuo de los que mueren de hambre, la respuesta «YO YA [hago bastante] con apadrinar un niño» pone de manifiesto hasta qué punto esta práctica y cualquier otro asistencialismo más o menos disimulado, apuntala un sistema injusto y es, por tanto, una agresión objetiva a millones de empobrecidos que lo están padeciendo. Está impidiendo que se tome conciencia política sobre el problema del hambre y que la sociedad se organice para erradicarla.

Si quiere ser honrada, la solidaridad exige un compromiso a un doble nivel. Primero no dar de lo que nos sobra, sino compartir hasta lo necesario para vivir; esta es la tradición de los Padres de la Iglesia que recuerda constantemente Juan Pablo II. Ya que lo superfluo es de justicia que se «restituya» a sus legítimos dueños que son los empobrecidos a quienes se ha robado, y sólo dando de lo necesario se hace solidaridad. Y segundo, un compromiso político (asociado e institucional), por lo que se habla de ella como caridad política o solidaridad política, como también afirma Juan Pablo II. Esto implica un cambio en nuestro estilo de vida que sostiene con el consumo y el voto a las Transnacionales, Bancos y Partidos responsables del genocidio del hambre. Y supone el compromiso permanente en la lucha contra el Imperialismo que impone la globalización de la miseria.

Muchos llaman pesimismo a estas críticas al asistencialismo, sobre todo nos lo han dicho varias veces quienes temen que con ellas se reduzca la recaudación de sus campañas. Pero los hechos demuestran lo contrario: los últimos meses he recibido de Solidaridad.Net continuas informaciones de grupos organizados en la lucha nacida de la caridad política en solidaridad con los hambrientos, la mayor parte de ellos en los países empobrecidos. Sé por propia experiencia cómo grandes compañías hacen lo posible por silenciarlos, señal de que los toman en serio.

Los empobrecidos de Europa pusieron en marcha la solidaridad obrera protagonizada pos los últimos. ¿Vamos ahora a impedir ahora que los empobrecidos del Sur se organicen, anestesiándolos a base de asistencialismo-apadrina-niños? ¿Vamos a alienar, igualmente, el potencial solidario de los ciudadanos de nuestra sociedad enriquecida? Si el hambre es un problema político, EL PRIMER PROBLEMA POLÍTICO DE LA HUMANIDAD, se hace necesaria la presencia en la vida política de un partido que se proponga su solución como el primero y principal de sus objetivos. Se hace necesario un cambio en la formas de vida y un compromiso perseverante por combatir las instituciones que causan el hambre. Si no es así, por muchos que apadrinemos, los niños seguirán muriendo víctimas del hambre y de la explotación, y el sistema que los mata seguirá durmiendo tranquilo, sabiendo que se impide la solidaridad política que es la fuerza de los pobres.


PD: El mensaje que recibí:

Estimado Padre Peláez:

le reenvío un mail que hice a ECLESALIA para que se lo enviaran pues no tenía su dirección electrónica. Acabo de encontrarla y de allí que vuelva a remitirle directamente el mail que envié a ECLESALIA

Saludos desde Argentina

Susana Merino (hija de español de Benavente)

Estimados amigos de Eclesalia:

como no dispongo de la dirección electrónica del Padre Peláez he pensado que tal vez sea posible hacerle llegar estas líneas por vuestro intermedio. Soy la responsable de la edición del Informativo internacional de ATTAC (Asociación por una Tasa a las Transacciones financieras especulativas para la Ayuda al Ciudadano) que bajo el Nombre El Grano de Arena llega a más de 12.500 suscriptores de habla hispana (especialmente de Latinoamérica y España) Mi intención es básicamente hacerle conocer al Padre Peláez que su artículo, con cuyos contenidos me sentí fuertemente identificada, fué publicado para nuestros lectores en el el nº 218 ( de fecha 08.12.03) según consta en el Informativo adjunto. Creo así haber cumplido en la medida de mis posibilidades a la dfusión de su pensamiento que es el de muchos de los que luchamos por ese OTRO MUNDO POSIBLE y que desde los Foros de Porto Alegre enarbolamos los movimientos sociales.

Aprovecho asimismo para transcribirle a continuación la opinión recibida de uno de nuestros lectores, con el objeto de que si lo desea el mismo Padre Peláez, pueda a su vez responderle, cosa que yo misma he hecho ya desde mi propio punto de vista.

Arquitecta Susana Merino
Coordinadora de ATTAC-Argentina
Buenos Aires

Estimada Susana:

Su «Grano de Arena» es realmente una lectura fascinante y, por otra parte, imprescindible. Nuestras felicitaciones por su ímproba e incansable labor.

Hoy le escribo a propósito del artículo A 1 en el núm. 218, sobre la adopción de niños de países pobres. Me parece escrito bajo una carga emotiva muy justificada y muy simpática; pero, en la función de orientar la opinión, lo estimo equivocado y desorientador.

El autor tiene toda la razón en presentar como indispensable y urgente la lucha contra las empresas que en países de salarios ínfimos fabrican productos de moda y de lujo con el trabajo de niños esclavos. La única artillería eficaz es cerrarnos nosotros -y mover a nuestros círculos a que se cierren- al consumo de esos productos. Es decir, el «No logo!» que Vd. nos ha presentado tan acertadamente hace un par de meses.

Pero el autor titula su artículo y lo conduce de tal manera que despìerta en el lector la inseguridad, casi me atrevo a decir la oposición, a la adopción de un niño desgraciado. ¡Claro que es honrado adoptar a un niño! Y, si las posibilidades económicas lo permiten, a más. Lo «no honrado» es en mecerse en la ilusión de haber hecho con eso todo lo que cabía hacer, y seguir gozándose con tranquila conciencia en el consumismo.

Sentiría causar la impresión de pedante «sábelotodo». Pero si nuestras ideas han de orientar la opinión, es necesario que puedan ser tomadas en serio: es decir, que mantegamos los pies en suelo sólido.

Reiterando nuestras felicitaciones por su espléndida labor, con cordiales saludos,

Eduardo Espert

ALASEI – Bonn

Agradeciendoles vuestra esperada intervención los saludo muy cordialmente

Susana Merino

ATTAC-Argentina