Reproducimos algunos textos del prólogo de monseñor Josep Pont y Gol, arzobispo dimisionario de Tarragona, a la obra de X. García: Biografía de Rovirosa (1977), publicada en catalán. Publicado en la revista ´ Imágenes de la Fe´ nº242, 1990. Monográfico sobre Rovirosa y confeccionado por su amigo Julián Gómez del Castillo.HE AQUI UN PROFETA
Es decir, un hombre traspasado por la Palabra candente de Dios. Corno Jeremías, como Isaías, como Amós, como el Bautista. ¿Vale la comparación? Yo me tomo el riesgo personal de hacerla.
Todos los profetas han sido los hombres de la Palabra. La Palabra los ha arrancado de allí donde estuviesen, los ha transformado sin contemplaciones y los ha convertido en resorte vibrante y fiel del Verbo poderoso y salvador.
«¡Los pobres no son evangelizados!». «¡Cristo los quiere los primeros en su redil, y… en la Iglesia no tienen lugar!». Es el grito revulsivo de Rovirosa a nuestra situación, a la de ahora, a nuestra Iglesia. Es el grito que él lanza desde el fondo más sincero y más profundo de su vivencia personal. Es el clamor de Jesús, hecho vida, voz y fuerza en su profeta.
Rovirosa no fue profeta como Jeremías o como el Bautista, los cuales fueron sellados por la Palabra de Dios desde el seno de su propia madre. El, como Amós, fue arrancado de allí donde estaba, cuando menos se lo esperaba. Más exactamente aún: como San Pablo, fue de tal forma herido y traspasado por la Palabra en un momento dado, que de escéptico y enemigo de los seguidores de Jesús se cambió en apóstol y creador de nuevas comunidades de fe.
Inmediatamente después de la guerra, activo en grupos de AC, es vocal social del Consejo Diocesano de hombres, de Madrid, que pronto transforma en Secretariado Social, trabaja en barriadas, va reuniendo y encontrando el equipo de hombres adecuado, inicia reuniones obreras, madura sus proyectos y los hace conocer a la jerarquía.
El mes de mayo de 1946, la Junta de Metropolitanos acuerda la fundación de la HOAC, como movimiento especializado obrero para adultos. Los objetivos los había fijado Rovirosa. Era una innovación, no bien vista, en absoluto, por todo el mundo. La AC, con esto, comenzaba a no estar masivamente unificada. Los obreros, apóstoles de los obreros, tendrán su agrupación separada de la de los patrones. El contenido de la nueva agrupación sería: el amor en las personas y la justicia en las instituciones como valores máximos para que Cristo volviese a ellos como les correspondía. Se traducía en un doble alto ideal: Había que abrir los caminos de Dios hacia los obreros y los de los obreros hacia Dios.
El profeta, empujado por Dios, tenía prisa. Estaba cumpliendo los cincuenta años, hacia catorce que la Palabra de Dios le había arrancado y transformado, y era hora de que llegase el eco poderoso y salvador. Y éste llegó. Con la palabra viva, con la pluma y con los hechos. Son las doce Semanas Nacionales de la HOAC, repetidas anualmente. Es el periódico «¡Tú!», eco amplio y vibrante de la voz de Rovirosa. Cuando la censura lo ahogó en 1952, tiraba 43.000 ejemplares. Es el Boletín para militantes, donde Rovirosa ha abocado lo mejor de su mensaje. Es el Plan Cíclico en tres cursos, verdadera y eficaz escuela humanística y cristocéntrica y que desemboca en la Revisión de Vida. Es sobre todo su palabra viva, empleada hasta el agotamiento, en docenas y docenas de cursillos, por toda la Península. Es su pedagogía del método de encuesta, del ver, juzgar y actuar tomando de la JOC belga, que él reelaboró profundamente de cara a los adultos y que hoy todos conocen, gracias en parte a él. Es el proyecto de Grupos Obreros de Estudios Sociales (GOES) para investigar de cara a las realizaciones en el campo sindical, cívico y político . Es el proyecto de los «vinculados», pequeños grupos de militantes obreros que, dejándolo todo «sin parecer que dejasen nada», se consagrarían al apostolado obrero. El proyecto fue vetado.
En su sueño por una Iglesia de «convertidos», es decir, de hombres libres y no de hombres-infantiles, capaces de hacer «pacto con Dios», de realizar el tipo de «hombre nuevo» del Evangelio.
El recuerdo y el testimonio de los que lo trataron es el de una persona enviada por Dios, y fiel a su Palabra hasta la muerte. Me emociona pensar que yo también me puedo contar entre ellos.
El profeta ha dado su golpe de fuerza y, como todos, como ya he dicho anteriormente, acaba por romperse gloriosamente la cabeza. Como todos es una persona incómoda y signo de contradicción, también para él y para su obra, los muros ahogadores de posiciones tomadas y de poder establecido son duros y cuesta derribarlos para abrir nuevos caminos. En este libro encontraréis bien referido su camino del Calvario. El «Boletín», el «¡Tú!», los «vinculados», el «Manifiesto Comunitarista», los GOES, la misma concepción de la HOAC, todo era motivo de recelo en bastantes ambientes. La orientación crudamente obrera y cristiana que daba la HOAC no convenía en aquellos tiempos. ¡Eran los años cincuenta! Y cada tiempo, da de sí aquello que tiene. El profeta, sin embargo, ve más allá y por esto no hay lugar para él en la sociedad. El día 4 de mayo de 1957, después de unas incidencias tenidas con motivó de la conmemoración del Primero de Mayo, es oficialmente separado de la dirección de la HOAC. «¡Es que… hacia política!». El, fiel al «contrato de Dios», lo acepta con cordial y sincera sumisión. Dios sabe lo que hace. Es el momento de referirse a sí mismo su dicho: «Dios no necesita colaboradores, sino seguidores». Pero aún hay más. El calvario hay que completarlo. Dios, que quiere a su fiel servidor, permitirá otra prueba. Al cabo de pocas semanas, el 22 de junio al bajar de un tranvía, resbala y queda, durante siete años, entre la vida y la muerte, en situación de minusválido y de enfermedad progresiva.
¡Gracias, Rovirosa! Guardo celosamente el «Judas» y el «Dimas» que me enviaste. También algunos números de vuestras «Noticias». Conservo aún más celosamente el recuerdo de nuestros encuentros personales. ¡Aquel cursillo de todo el mes de agosto de 1951 en el Seminario de Solsona! Dios hizo que tú fueses casi el primero que se enterase e hiciese mención delante de Dios de mi nombramiento espiscopal. Tus palabras no se me han borrado de la cabeza ni del cuerpo. Un día tuvimos una larga charla en tu celda de Montserrat, mientras manejabas los útiles que habías inventado para encuadernar los envíos de COOPIN o del «Judas». Estuve contigo en una asamblea de la HOAC en Igualada. El Señor hizo que te pudiese visitar en Madrid, cuando el tranvía te había malherido. Me hablabas del humor de Dios: «Ahora -me decías- con una pata de palo, haré de pirata». ¡Lenguaje de santos!… Hay que volver a hablar de Rovirosa. Hay que hablar sobre él. Ahora es el momento. Hoy es cuando el clamor de su voz sembrado con dolor en la angustia y en la incomprensión de su tiempo se hace presente en nuestras iglesias. Hace falta que llegue. Quizás estás llegando, empujado por unas fuerzas nuevas y por unas situaciones diferentes, auguradas por el profeta. La fuerza del Espiritu va cambiando en viento de creciente sacudida los aires conciliares del Vaticano II, aires que Rovirosa llegó a respirar, y la mano de Dios, que lleva la historia, pone el mundo en tensión profunda y a su Iglesia en situación punta de convertirse al Evangelio.
¡Los pobres no son evangelizados!», es el clamor, el reto y la urgencia de nuestro momento. Un profeta nos lo ha dicho a la cara.