¿Se REPETIRÁ la TRAICIÓN de SANTOÑA?

2286

El lehendakari ha hablado de una Euskadi libre y soberana de su destino, deportando con el silencio el horror de los muertos o la pesadilla que vive la comunidad no nacionalista, la misma pesadilla que vivieron en Europa los judíos durante el ascenso del partido nazi en Alemania. Las victimas del terrorismo son los desconocidos, los inmigrantes ilegales, no es de buen gusto mencionar su prisión cotidiana, como en Alemania no era de buen gusto hablar de los guetos, primero, y de los campos de concentración después.


 

Fernando García de Cortázar
REVISTA AUTOGESTIÓN
19/03/2003

La guerra se refleja en su mirada, caras derrumbadas por una adelantada vejez, por el hambre de las trincheras y los piojos, caras sin brillo, extenuadas. Es agosto de 1937.

El ejército de Euskadi, convertido en el XIV cuerpo de Ejército de la Republica, llega a Santoña y Laredo transfigurado por el sueño y la derrota. El mar, testigo de su tristeza, más oro o más cobre, según la inclinación del sol, no tiene recuerdos ni proyectos. En Biarritz Juan Ajurriaguerra, entonces presidente del Bizkai Buru Batzar, ha negociado con oficiales italianos su rendición. Perdida Euskadi, su tierra, los dirigentes del PNV no ven ya ninguna razón para seguir combatiendo por la legalidad republicana. El pacto se ha cerrado el 22 de agosto. Cuatro días después los batallones nacionalistas se declaraban en rebeldía, negándose a cumplir la orden de retirarse hacia Asturias dada por el gobierno de la República, y se entregaban a las tropas de Mussolini, con la esperanza de recibir mejor trato del régimen fascista italiano que de Franco.

Vana ilusión. Los soldados que no habían podido huir a Francia antes de la rendición se convertían en prisioneros de los generales golpistas , atrapados en la espiral de los juicios sumarísimos o la poca vida que prometía combatir en las tropas de Franco hasta el fin de la guerra. La capitulación del Ejército de Euskadi se había consumado, traicionando el PNV los nombres, los rostros, los ideales de aquellos soldados que se hacían, de golpe, penumbra, materia de sombras.

Traicionando también al gobierno de la República. Manuel Azaña escribiría en su diario sobre lo vergonzoso de aquel acto que los condenaba a todos: gudaris, socialistas, republicanos, católicos sin partido, anarquistas…

La República había dado al PNV el Estatuto de Autonomía, lo que los nacionalistas vascos no habían conseguido pactando en 1931 con la derecha antidemocrática vasca, el carlismo, que luego participaría en el alzamiento del 18 de julio. Pero el Estatuto, perdida Euskadi, ya no tenía sentido y los dirigentes nacionalistas prefirieron volver la espalda a quienes luchaban por la democracia y escuchar las prédicas de los tradicionales oráculos de la ortodoxia sabiniana, que se pregunta una y otra vez: ¿Qué se nos ha perdido en esta guerra entre españoles?

La patria soñada pesó más que el hombre, la doctrina más que los rostros de los soldados, el valor simbólico de las abstracciones más que el peso real de la vida concreta. ¿Qué clase de políticos eran los dirigentes del PNV que, ignorando las previsibles consecuencias de la rendición, negociaron la entrega de quienes habían combatido porque el aire fuese más libre en Euskadi y en el resto de España? ¿Acaso los legionarios italianos no eran fascistas y aliados de Franco? Y puesto que Mussolini era aliado del ejército rebelde ¿acaso no habría traicionado a Franco si hubiera permitido que los gudaris y los milicianos escaparan en barcos ingleses y franceses?

Eran otros tiempo. Eran otros hombres….
¿Eran, realmente, otros tiempos? El plan presentado por Ibarretxe para alcanzar los objetivos nacionalistas se inspira en los mismos principios que llevaron al PNV de Ajurriaguerra a desertar en 1937 de la lucha contra los generales golpistas y el fascismo europeo: la patria antes que el hombre. El lehendakari ha lanzado al aire su propuesta de Estado Libre Asociado y en su voz la geometría del País Vasco se arruga, se reblandece como una medusa, se curva, se oscila, lo mismo que un tornado vertiginoso, y salomónico que divide más y entierra la lucha común de los demócratas contra la tiranía del terrorismo. El PNV de Ibarretxe señala y dibuja la ruptura de la Constitución, y lo hace sin tener presente que sus intereses particulares condenan a la mitad de la población vasca, aquella que muere muertes ajenas y vive desamparos… La historia, en su fondo, se repite. Los mismos errores. El mismo sueño irresponsable. Los mismos rostros anónimos atropellados por una decisión mezquina.

¿En qué lugar del tiempo se ha fundido la tristeza de los perdedores del 37 con el desamparo de los hombres y mujeres que padecen el odio de los pistoleros de ETA? La respuesta es clara: en el mismo momento en que el ejecutivo vasco expresó el deseo de romper el pacto constitucional con otros partidos demócratas, antes incluso, el mismo instante en que el PNV y sus socios se despreocuparon de garantizar la libertad y se mostraron comprensivos con EH, Batasuna o como quiera que hoy se llame y su maquinaria criminal.

EL País Vasco reducido a los limites normativos del nacionalismo puede resultar confortable para los votantes del PNV y EA pero supone la exclusión y el cautiverio moral de aquellos vascos que no se sienten nacionalistas. El proyecto de Ibarretxe no es un mero pasado pavoroso y corregido, no es un futuro con alarido de bombas y sirenas de ambulancia. Es un presente que puede poner las bases de una “normalidad” abyecta, que solo comprende el nacionalismo como condición para ser, que sólo entiende la diversidad como desigualdad, la desigualdad como invalidez y la invalidez como carácter molesto y superfluo de una parte de la ciudadanía vasca. Ya no basta con habitar un territorio o con hablar una lengua. Hay que aceptar una doctrina.

El lehendakari ha hablado de una Euskadi libre y soberana de su destino, deportando con el silencio el horror de los muertos o la pesadilla que vive la comunidad no nacionalista, la misma pesadilla que vivieron en Europa los judíos durante el ascenso del partido nazi en Alemania. Las victimas del terrorismo son los desconocidos, los inmigrantes ilegales, no es de buen gusto mencionar su prisión cotidiana, como en Alemania no era de buen gusto hablar de los guetos, primero, y de los campos de concentración después. Ya nadie que haya vivido en el País Vasco en los últimos veinte años tiene derecho a decir que no comprende lo que sucedió en la Europa ocupada por Hitler. Los dirigentes nacionalistas dirán que Auschwitz fue un sueño terrible de un seductor fanático y paranoico, pero el nazismo no fue producto de un loco sino la utopía comunitaria llevada hasta sus ultimas consecuencias. El hallazgo de la identidad y del intruso se hizo nombre en Alemania en los años treinta y su dinámica de terror no ha cesado de repetirse en el País Vasco desde la transición. La masa de votantes nacionalistas dirán que ellos no piensan como las SS etarras, ni si quiera como Arzalluz. Tampoco todos aquellos alemanes que se afiliaron al partido nazi pensaban como Hitler.. La habilidad del nazismo, escribió Erick From, fue conectar la comprensión y el silencio de los hombres corrientes con la fuerza decidida de los fanáticos.

Hemos aprendido a no recordar. La historia ha demostrado que sobreponer la patria o la identidad comunitaria al hombre ha desencadenado horrores que se deberían haber evitado… En 1945, en el patio crematorio de Buchemwald un oficial se dirigía a unas cuantas decenas de alemanes de la ciudad de Weimar. “Vuestra hermosa ciudad –les decía- tan limpia, rebosante de recuerdos culturales, corazón de la Alemania clásica e ilustrada, ha vivido, ¡con toda la buena conciencia del mundo!, en medio de los hornos crematorios”. La compasión de las mujeres, que no podían contener las lágrima o de los ancianos, que se refugiaban en un silencio culpable, llegaba tarde. En 1937 Juan Ajurriaguerra, quizá movido por el remordimiento, quizá por solidaridad, se presentó en Santoña para padecer la misma suerte de aquellos soldados a los que el PNV había abandonado a su suerte. También era tarde. Y hoy, año 2002, cuando todavía es posible no repetir los errores del pasado. ¿hacia donde miran las gentes nacionalistas del País Vasco?… ¿Y los dirigentes del PNV? ¿Hacia donde miran?

¡Respeto al hombre! ¡Respeto al hombre!, gritaba Antoine de Saint-Exuperý en su “carta a un rehén” el año 1944 cuando combatía contra el nazismo. Hoy más que nunca, en el País Vasco se debe hacer resonar la palabra del escritor francés, porque si no hablamos, traicionamos al hombre, si no respetamos la dignidad del otro, si no restablecemos la validez del humanismo, el mito de la tribu acabará imponiéndose, los gestores del crimen se sentirán justificados en su lucha y el PNV de Ibarretxe lo llamará patria.

Una patria que contendrá, enterrado y sin palabras, nuestro exilio, que contendrá la mirada sin brillo de aquellos soldados del 37 que tuvieron carne y sueños y ahora solo son penumbra, tristezas desterradas, pesadillas o visiones, llamando siempre a la puerta de quienes no les escuchan…