John Steinbeck, cuando la literatura es algo más (50 aniversario)

3559

Cuando la buena literatura se convierte en denuncia, en anuncio; cuando mueve los corazones hacia el bien común, lo bonito se convierte en bello y sublime, y esparce de generación en generación el aroma del arte que se compromete con la vida. Cuando el escritor da voz a los que no tienen voz.

Campaña de promoción de la lectura social

A los 50 años de su muerte recordamos a este gran autor. Steinbeck se le encuadra en la llamada generación perdida, generación que había salido desengañada de los ideales que los EEUU les había vendido en la primera contienda mundial. Muchos de los autores de su generación se entregaron a una vida disipada y fuera del compromiso político, en el marco de sus trabajos literarios… Steinbeck no lo hizo así.

Sin embargo, Steinbeck tuvo una visión crítica de la guerra y de la opulenta sociedad americana. William Faulkner, John Dos Passos, Ernest Hemingway, Scott Fitzgerald y John Steinbeck son los miembros más destacados de la llamada generación perdida.

John Steinbeck (1902-1964) comparte muchas notas de las atribuidas a este grupo en el que hay que encuadrarlo. Sus circunstancias biográficas lo llevaron por caminos menos frívolos que a muchos de sus compañeros, lo que también imprime unos rasgos distintos a su literatura y lo convierte en la principal figura del nuevo realismo social americano.

Nació en Salinas (Monterrey, California, Estados Unidos) en 1902, hijo del tesorero del condado y de la maestra, en un ambiente de granjeros ricos. Pero Steinbeck se negó a ver las cosas como las veían sus familiares. En lugar de percibir la prosperidad verde de la agricultura en una tierra ubérrima y la riqueza de sus fábricas de conserva, se obstinó en fijarse en los trabajadores agrarios, mexicanos y okies (los blancos que habían abandonado el Medio Oeste por la sequía y la depresión) y en la injusticia social sobre la que se construía la feliz riqueza de los terratenientes.

El joven Steinbeck pasó sus veranos trabajando en ranchos cercanos y más tarde con trabajadores migrantes en las granjas de remolacha de la azucarera Spreckels. En el valle agrícola de Salinas ambientó total o parcialmente varios de sus relatos. Es el caso, por ejemplo, de las novelas Tortilla Flat (1935) y De ratones y hombres (1937) y del libro de cuentos El poni rojo (1933), escritos, más o menos, en la misma época, su primera etapa, en la que dio a la imprenta Los crisantemos, una obra maestra de la narrativa breve.

Experimentó los aspectos más duros de la vida de los inmigrantes y el lado más oscuro de la naturaleza humana, que le proporcionó material para escribir algunas de sus mejores obras, como las citadas y Las uvas de la ira (1939).

Estudió en la Universidad de Stanford, pero desde muy temprano tuvo que trabajar duramente como albañil, jornalero rural, agrimensor o empleado de tienda, y no llegó a graduarse. En los años treinta describió la pobreza que acompañó a la gran depresión económica y tuvo su primer reconocimiento crítico con la novela Tortilla Flat (1935), por la que recibió la Medalla de Oro literaria concedida por el Commonwealth Club of California a la mejor novela escrita por un californiano. Con este compendio de historias humorísticas, Steinbeck obtuvo cierto éxito. Retrata las aventuras de un grupo de jóvenes sin ocupación y generalmente sin hogar en Monterrey después de la Primera Guerra Mundial.

Otra novela de Steinbeck que tuvo un gran éxito fue La perla (1948). El relato cuenta la desventura de un humilde pescador, Kino, y su familia, y pone de manifiesto cómo la hermosa perla que encuentran viene a trastocar su existencia y los aboca a un destino fatal. La obra contiene una amarga crítica a la codicia y la rapacidad, conductas que llevan a la destrucción.

La lectura de las obras de este gran autor, nos sumergen en las realidades de la sociedad americana de ese tiempo, llena de convulsiones sociales, con grandes poderes explotando a migrantes, con la segregación racial de por medio…

¿Dará más Steinbeck el siglo XXI?

Luis Antúnez

Las uvas de la ira