La ABOMINABLE TRATA de PERSONAS

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En «Camboya se puede abusar de un niño por el módico precio de un euro, un helado o una comida; por la miseria en la que viven unos 10 mil niños de la calle, huidos de sus hogares a causa del hambre o de los malos tratos. Algo que ha convertido a la capital camboyana en un paraíso para los pedófilos. O que 60 mil niños filipinos son condenados a la explotación sexual y 200 mil duermen en la calle según Amnistía Internacional. Muchas de ellas menores de 8 años. Y no podemos olvidar que todos los grandes burdeles de este mundo, que aniquilan la infancia y la vida de millones de niños y niñas, son el resultado de las ´ocupaciones´ y las ´bases´ militares. ¿No es la miseria la causa de la prostitución? ¿No es esta economía de guerra y violencia la causa de la prostitución? ¿Seguiremos haciendo la canallada hipócrita de tapar el problema ´legalizando´ los efectos, la prostitución?»



POR Silvia Orozco
Guatemala, 6 de julio de 2004 – Nueva Época número 532
orozco_sms@i-dem.org

La despreciable práctica de la trata de personas es una muestra del nivel de degradación a la que puede llegar el ser humano. Promover el comercio de personas, como viles mercancías, es una de las acciones más despreciables que se desarrollan en este mundo supuestamente civilizado.
La trata de personas es el acto en el que una persona induce a otra (o de cualquier modo coopere o lo promueva) a ejercer la prostitución o el comercio carnal, entendido como tal toda acción de estímulo o explotación de las relaciones sexuales como actividad lucrativa. (*)

La prostitución es tan vieja como la injusticia, tan vieja como la marginación, de la que históricamente han sido víctimas las mujeres. Aprovecharse de su miseria y de su vulnerabilidad, para promover el comercio de su cuerpo no puede aceptarse como legítimo, aún en el supuesto caso que las personas «acepten» ser comerciadas. Habrá que preguntarse ¿cuáles son las posibilidades reales de decidir que tienen las personas que llegan a ese nivel de degradación?
También es válido reflexionar sobre si en condiciones de dignidad, habiendo recibido amor y educación, y teniendo las posibilidades de desarrollar actividades económicas que les permitieran vivir con decencia ¿si hubieran «optado» por esa vía?

Hay explotadores de mujeres, que viven de su venta cotidiana; pero también hay seres degradados que por medio de engaños, ofreciendo supuestas oportunidades para vivir mejor, logran que mujeres acepten ser transportadas a lejanos países y allí ser obligadas, por la imposibilidad de sobrevivir y por tanto de negarse a prostituirse.

Pero la situación es más lamentable cuando la trata de personas se produce con violencia y las personas son secuestradas para ser obligadas a desplazarse por la fuerza, para luego ser literalmente vendidas a proxenetas que luego las obligan a prostituirse, ese lamentable hecho sucede especialmente con niñas y niños.

Nunca faltará un degenerado que encuentre placentero hacer uso de ese comercio sexual tan repudiable. Para estas prácticas no parece haber esquemas rígidos, igual lo práctica una persona miserable, que otra con grandes recursos económicos que le permiten viajar a cualquier lugar del mundo para satisfacer sus bajos instintos.

Como señala la «Revista Autogestión» de enero de 2004, «a este tipo de comercio sólo le superan el tráfico de drogas y de armas. Aunque esto parece preocupar nada a la Organización Mundial del Comercio». Y para poner algunos terribles ejemplos: En «Camboya se puede abusar de un niño por el módico precio de un euro, un helado o una comida; por la miseria en la que viven unos 10 mil niños de la calle, huidos de sus hogares a causa del hambre o de los malos tratos. Algo que ha convertido a la capital camboyana en un paraíso para los pedófilos.[1]

O que 60 mil niños filipinos son condenados a la explotación sexual y 200 mil duermen en la calle según Amnistía Internacional. Muchas de ellas menores de 8 años. Y no podemos olvidar que todos los grandes burdeles de este mundo, que aniquilan la infancia y la vida de millones de niños y niñas, son el resultado de las «ocupaciones» y las «bases» militares. ¿No es la miseria la causa de la prostitución? ¿No es esta economía de guerra y violencia la causa de la prostitución? ¿Seguiremos haciendo la canallada hipócrita de tapar el problema «legalizando» los efectos, la prostitución?»

A raíz de que Guatemala debía presentar un informe al Departamento de Estado de los Estados Unidos con relación a la lucha en contra de la trata de personas o «de blancas», como se le ha llamado anteriormente, en los medios de comunicación ha resucitado el tema.
La semana pasada un reportaje sobre una niña que con engaños fue «reclutada» para el negocio ilegal de la prostitución, puso en evidencia que en nuestro país existe ese problema gravísimo que afecta a los niños y jóvenes, hombres o mujeres, y parece no sobresaltar a nadie.
En el país de la eterna primavera muchos de sus capullos más lindos se marchitan sin conocer la bella flor que llevan dentro.
Se corta de un tajo el desarrollo psicológico y físico a las personas capturadas por estas redes ilegales de comercialización sexual. Este perverso entretejido sistema de explotación marca su territorio y no permite a nadie salir de él, sin poner en riesgo su vida, con amenazas y maltratos someten a sus víctimas. Es un círculo de violencia y denigración del ser humano.
En 1999, la Procuraduría de Derechos Humanos presentó un estudio sobre esta problemática llamado: ¿objetos sexuales o sujetos sociales?, en él expone las formas de explotación sexual y sus agentes, en varios departamentos (provincias): Escuintla, San Marcos, Alta Verapaz y Huehuetenango. Aunque cada uno de éstos tiene sus particularidades, en cuanto a las causas de éste problema social, coinciden en que son departamentos que tienen más de alguna atracción turística o bien son fronterizos con México.
La trata de personas, se liga también con la inmigración ilegal, el narcotráfico y la prostitución. Las ganancias son alarmantes. «Se calcula que en todo el mundo la industria del sexo (mujeres, hombres y niñas y niños) mueve anualmente más de 77 mil 500 millones de dólares». La mayoría cae en manos de redes que reclutan, transportan y venden mujeres fuera de las fronteras nacionales. Estas redes engañan a sus víctimas con falsas promesa. Se les quita los pasaportes, se restringen sus movimientos y se les retienen los salarios quedando a merced del traficante. En otras ocasiones se revende la deuda de las mujeres a otras mafias quedando atrapadas en un ciclo de perpetua servidumbre» (…) «Los reclutadores de mujeres que llegan de África, Asia, Europa Occidental o de Latinoamérica, mantienen con ellas esa relación diabólica de protección-explotación y los grupos organizados realizan una actividad muy ligada a la esclavitud con privación de la libertad».

No está de más decir que este enriquecimiento ilícito tan grande, también esta propiciando la diseminación de plagas como el SIDA y la generalizada descomposición social. Las sociedades parecen haber perdido su capacidad de asombro, y a pesar de tratarse del futuro de la humanidad, ya que un gran porcentaje son niños y niñas las que son comerciadas, no parece haber conciencia del grave nivel de este problema. ¿No estaremos atentando en contra de la supervivencia de la propia humanidad?, ¿vamos a seguir teniendo una actitud pasiva frente a estos problemas? o vamos a asumir con valentía nuestra responsabilidad con el futuro de nuestras hijas e hijos.


(*) Proxenitismo, trata de personas, venta y tráfico de menores. Lourdes Pérez Navarro, Diario Granma. Entrevista con Jorge Borres Torres especialista en Derecho Penal del Ministerio de Justicia de Cuba.
[1] La ONG española Acción por la Infancia, estima en 200 mil el número de extranjeros que visitan el país para «probar» el sexo con niños.