La banca, dueña de la democracia en España

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El Tribunal de Cuentas ha denunciado repetidamente a los partidos por condonación ilegal de deudas. Reproducimos este artículo, publicado en Autogestión hace 2 años, por su actualidad y como documento de reflexión cara a las elecciones generales del 2004

Publicado el 12/11/2002 en solidaridad.net

Los préstamos y créditos que otorgan bancos y cajas de ahorros a los partidos políticos, ni son préstamos ni son créditos ya que estos al no pagarse pueden considerarse regalos, eso sí, envueltos en papel de póliza cubriendo una aparente operación financiera. Esto es lo que puede desprenderse de los informes emitidos por el Tribunal de Cuentas.

En el informe sobre el ejercicio de 1994, último periodo fiscalizado hecho público, el máximo órgano fiscalizador de] Estado ha vuelto a denunciar, como procedimiento al margen de la ley, las condonaciones de deuda que los partidos políticos obtienen de las entidades financieras.

Es más de lo mismo, en el anterior informe de¡ Tribunal de Cuentas sobre la financiación de los partidos políticos entre 1990 y 1992, se desprende que las instituciones financieras condonan de forma casi regulas las dudas de los partidos políticos.

La parafernalía que se sigue en esta clase de operaciones consiste en que los partidos políticos ofrecen como garantía para la devolución de la cantidad prestada la subvención que reciben del Estado. Cuando éstos las cobran, no quedan vinculadas de forma irrevocable al pago de los créditos, por lo que con esta vía de salida la garantía desaparece. En lo que menos piensan las entidades financieras es en ejecutar las deudas, al considerar a los partidos políticos como «clientes especiales».

A pesar de esta condonación sistemática, en 1994 los partidos debían casi 15.000 millones de pesetas a los bancos y cajas de ahorro. A la cabeza de este ranking de morosos con privilegio está el PSOE, que debe a las entidades financieras más de 10.000 millones de pesetas. A distancia le sigue el PP con 1.933 millones, el PNV con 1.341, Izquierda Unida con 697, y Convergencia Democrática de Cataluña con 421. Estas no son más que cifras oficiales, las que pueden figurar bajo cuerda nadie las conoce.

Para los bancos y cajas de ahorros, los «clientes especiales» son rentables. No cobrarán en dinero sus deudas sino en adjudicaciones de obras para sus empresas de construcción, en resoluciones parlamentarias o en el más variopinto de los sistemas.

LA GRAN BANCA: El PADRINO DE LAS FORMACIONES POLÍTICAS

El máximo órgano fiscalizador del Estado ha denunciado repetidamente a los partidos políticos que de forma alegal consigan que las entidades Financieras condonen sus deudas. La práctica es generalizada y afecta a los principales partidos políticos. Ha sido el propio tribunal que ha instado al Congreso a que esta condonación pueda tener cobertura en una futura ley de financiación de los partidos políticos, resolviendo así una situación alegal al carecer de regulación.

Ninguno de los partidos políticos parece tener la más mínima preocupación por esta cuestión, lo alegal se ha instalado. Se da por bueno que sean los bancos y las cajas de ahorros los que sostengan financieramente las formaciones políticas. Esta situación se viene dando desde los primeros momentos de la transición democrática. Fueron ya los banqueros de la anterior a generación, que entre dimes y diretes, establecieron el sistema que hasta hoy perdura.

Apostar por el caballo ganador ha sido el gran reto de los grandes de la banca. Los políticos necesitan imperiosamente dinero para sus campañas políticas. Para conseguir el poder político se necesita el poder económco, y esta premisa indispensable está en manos de los patricios de la banca. El dilema para la banca es acertar el caballo ganador entre aquellos que postulan por una política acorde con los intereses del capital. Las formaciones de izquierda radical se llevan las migajas del pastel y las Nacionalrevolucionarias ni siquiera las reciben!

El pastel se reserva a las formaciones del sistema. La estrategia empleada por la gran banca respecto a los créditos con las formaciones políticas, ha sido la de nadar y guarda la ropa. El apostar por aquella formación política que en teoría tiene las mayores posibilidades de acceder al poder, en una apuesta conservadora no tenía por que irritar a otras formaciones con menos posibilidades. Después del hoy viene el mañana. Pero esta política conservadora tiene un límite de apuesta. Manuel Fraga y Coalición Popular llegaron a este límite.

El hecho más singular, y a la vez poco destacado de la estrategia promovida por la gran banca fue el abandono de Manuel Fraga y la apuesta por Miguel Roca. La gran banca española llegó al convencimiento de que Manuel Fraga jamás conseguiría ganar unas elecciones y buscó otra alternativa que se concretó en Miguel Roca.

Para los siete grandes de la banca en aquellos momentos «Coalición Popular” es un pozo sin fondo, se lo traga todo», este era el referente de la banca respecto a las posibilidades de Fraga. No todos los patricios de la banca pensaban al unísono. Pablo Garnica, de Banesto, siempre fue de los partidarios de Fraga. Junto a Garnica apoyaban a Fraga, Emilio Botín, distanciándose de la postura de su padre. La opción Fraga fue perdiendo fuelle a pesar de las rabietas del político que llegaba amenazar «si no me das-este dinero, te pondré en la lista negra».

A través de la cuantía fijada en créditos, la gran banca marcaba sus preferencias. La verdadera preocupación de los banqueros era que una segunda legislatura de los socialistas con mayoría absoluta marcara la pauta de una socialización descontrolada. La primera legislatura socialista era tenida como un mal necesario. Los socialistas habían asumido el papel de la reconversión industrial, y sí hubiera estado impulsada por una formación de derechas habría sido imposible de aplicarla. Pero una vez resuelta esta labor de limpieza y recomposición económica, la opción socialista no era la más apreciada por la gran banca.

La apuesta para debilitar las opciones socialistas se concretó en el Partido Reformista Democrático. Colocando a Miguel Roca como líder, oficialmente le otorgaron créditos por 600 millones de pesetas. Pero en realidad fueron muchos más, cerca de 4.000 millones de pesetas, algo nunca visto comparado con los préstamos a las otras formaciones políticas, 1.600 millones al PSOE, a Coalición Popular 1.200, al Centro Democrático Social de Adolfo Suárez, 150 millones negándole el pan y la sal, a la Izquierda Unida de Santiago Carríllo 100 miliones.

Por cierto fue el Banco Popular el primero de los bancos que en 1977 otorgó un crédito a la formación comunista.

La Operación Roca fue un fiasco, el Partido Reformista Democrático no obtuvo ni un solo escaño. El ojo clínico de la banca quedó como el clásico de los piratas, con parche.

Alfonso Escamez del Central, y Carlos March fueron unos de los mayores promotores de la opción Roca.

Historia negra y oculta

La historia negra de los números rojos que las formaciones políticas han dejado en los bancos está secretamente guardada en la caja fuerte de los presidentes de las entidades financieras. Nunca se han considerado como una pérdida sino como una inversión negociada de cúpula a cúpula. La estrategia del éxito para el sanedrín de la banca consistió en desactivar el «aquel me da más que tu» verdadero Talón de Aquiles para perder amistades. La solución fue que los créditos a los partidos políticos se sindicaran entre un pool de los siete grandes bancos: Banesto, Central Hispano, Bilbao, Vizcaya, Santander y Popular. A estos bancos se añadían los cinco medianos March, Sabadell, Zaragozano, Herrero y Pastor.

La idea triunfó, el objetivo era que la banca, como grupo, de manera corporativa e institucional, repartiera el dinero para las elecciones, sin que ninguna entidad tuviera que implicarse individualmente. Se encomendó a Rafael Termes, presidente de la Asociación Española de Banca Privada (AEB) el llevar adelante las negociaciones con los partidos políticos. La actuación de Termes quedaba circunscrita a la instrumentalización de las operaciones crediticias, era el sanedrín de los siete grandes los que marcaban la pauta.


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