La belleza revolucionaria del matrimonio y la familia

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Hoy el matrimonio natural de un hombre y una mujer y la familia solidaria sufren una persecución, una persecución que se presenta disfrazada como «cultura», como «modernidad», como «progreso»…

Vemos todos los días como en los países enriquecidos se hacen leyes que obligan a ir por este camino de «colonización ideológica» neocapitalista. Y una nación que no sigue estas leyes, o al menos que no quiera tenerlas en su legislación, es acusada, perseguida y penalizada. Por ejemplo, las ayudas al desarrollo de los países más empobrecidos están condicionadas a su aceptación de la Ideología de Género y su “paquete” de leyes: aborto, matrimonio gay, transexualidad,… Es una auténtica colonización que afecta especialmente a todo el continente africano pero también a Asia e Iberoamérica.

Por ello hoy la genuina acción revolucionaria en cualquier campo se tendrá que medir por su oposición a esta imposición totalitaria de un nuevo modelo de ser humano neocapitalista. Vamos a asistir a una persecución “legal” por recordar las evidencias primeras y primarias que todo el mundo puede comprender. Y es una evidencia primaria, abalada con milenios de historia, que defender a la familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer es defender la verdad sobre el bien del ser humano.

La “cultura” impuesta violentamente desde la Ideología de Género está fomentando un “individuo” que pretende construirse a sí mismo, desligándose de su origen social, de su naturaleza, de su vocación, reduciéndose a sí mismo a un conjunto de piezas sueltas. Por eso estamos tan rotos… y casi nadie, honestamente, duda de la fragilidad de esta existencia rota que nos devora internamente.

La familia debe seguir siendo escuela primaria de solidaridad. En la familia se ayuda a los hijos a salir de su egoísmo para que aprendan a convivir con los suyos y con los demás. En la familia siempre se une el pasado que heredamos y el futuro que nos espera. Es un espacio de memoria y esperanza

Se está construyendo por parte de poderes perfectamente identificables, aunque estén en el anonimato, una sociedad enferma de personas frágiles y esquizofrénicas. O no se quieren hijos y se desechan, o se quieren desde el capricho. Nos seducen con el “empoderamiento” del ciudadano y la realidad es que cada día hay más explotación laboral. Se educa endiosando a los niños y el resultado son auténticos tiranos que acaban denunciando a sus padres si no se hace su voluntad. Se promueve la “tolerancia” y se multiplica el acoso, la xenofobia y el maltrato a los que “sentimos” más débiles (niños, ancianos, mujeres vulnerables, inmigrantes, pobres,…) A nivel social triunfa la violencia como pauta normal de las relaciones. A nivel político, este “derecho a decidir”, anclado en esta concepción caprichosa de la persona, se convierte en nacionalismo y separatismo.

El aparente éxito de esta “cultura” neocapitalista procede de que a la persona se la ha separado artificialmente de su primera comunidad solidaria, la familia, de la que proviene y a la que está vocacionado. Por ello, frente a este individualismo disolvente, necesitamos el testimonio de la vida comunitaria. El testimonio de la FAMILIA, de las familias de familias. La familia debe seguir siendo escuela primaria de solidaridad. En la familia se ayuda a los hijos a salir de su egoísmo para que aprendan a convivir con los suyos y con los demás. En la familia siempre se une el pasado que heredamos y el futuro que nos espera. Es un espacio de memoria y esperanza. En la familia se aprende a vivir la GRATUIDAD porque contraemos una deuda impagable de gratuidad. Eso, en el ámbito social, supone aprender a aceptar y a valorar a los demás íntegramente y supone asumir que la gratuidad no es complemento sino requisito necesario para la justicia.

Construir familia solidaria es una tarea revolucionaria hoy. Cimentada en una auténtica solidaridad, es un núcleo de lucha formidable frente a todo totalitarismo. En la época del movimiento obrero, fue algo natural, promovido por la cultura obrera, que era la cultura de los empobrecidos. Hoy no. Por eso hoy la lucha revolucionaria por la solidaridad y por la transformación de la sociedad pasa por la construcción de la FAMILIA.

Editorial de la revista Autogestión