La Bestia en rieles ataca de nuevo

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Las extorsiones a los migrantes en tránsito por México no son poco frecuentes; habitantes de los pueblos y defensores de derechos humanos auxilian a los centroamericanos que son atacados por los grupos criminales.

Cientos de migrantes centroamericanos vivieron una vez más el horror absoluto a bordo de la parte superior de un tren de carga a inicios de mayo en Veracruz, luego de que un grupo criminal los extorsionó y atacó en su camino al norte. Organizaciones de derechos humanos recorren la zona para documentar y prevenir los abusos.

Al caer la noche del 1 de mayo, el tren donde viajan los migrantes pasó por Las Barrancas, una comunidad de alrededor de 3 mil habitantes en la parte sur del estado. A medida que el tren se acercó al pueblo, personas del grupo criminal Los Zetas exigieron a las personas en el tren pagar una cuota. De acuerdo con testimonios, los criminales exigieron a cada migrante el pago de cien dólares.

Las personas que se resistieron o no pudieron pagar fueron golpeadas, baleadas, apuñaladas y lanzadas desde lo alto del tren a lo largo de nueve kilómetros. Cerca de 25 personas fueron hospitalizadas con heridas, una de ellas grave. Un niño sobrevivió porque los disparos se alojaron en su mochila. Cientos de personas saltaron del tren para buscar un lugar seguro; aterrizaron en la carretera de grava que conduce a Las Barrancas.

En medio de la confusión, alguien enteró de los hechos a Julio Pérez Zabalza, un hombre de 70 años pero con la agilidad de alguien de la mitad de esa edad. Pérez subió a un altavoz montado en un poste de cuatro metros en frente de su casa y llamó a los migrantes para que se reunieran en la plaza. “Empecé a hacer anuncios en el altavoz, y entre cinco y diez minutos después, los migrantes comenzaron a salir para llegar a la cancha de fútbol. En una hora el campo se llenó con casi 600 personas”, declaró Pérez a los periodistas, en el mismo altavoz.

Los residentes de Las Barrancas alimentaron y hospedaron a los migrantes, que en su mayoría ya siguieron su camino hacia los Estados Unidos. Los pocos que se quedaron en la comunidad prefirieron no hablar con los periodistas, incluidos los que acompañan a una misión de observación que visitó algunos sitios de la ruta migratoria considerada la más peligrosa de México. En la misión estuvieron activistas que buscan justicia para migrantes, un ex legislador y miembros de la Iglesia Católica.

Todos los días, cientos de personas suben a los trenes de carga hacia el norte, en cuclillas en los vagones abiertos o sentados en la parte superior. La mayoría de ellos provienen de Centroamérica y toman su ruta hacia el norte utilizando lo que en inglés se llama “train hopping”. Sin embargo, para estos hombres y mujeres, no es un estilo de vida: es una cuestión de vida o muerte.

Rubén Figueroa colabora en un albergue para migrantes en Tenosique, una ciudad en la frontera con Guatemala, que para muchos es un punto de entrada en México y el primer lugar para abordar el tren que los llevará al norte. Figueroa señala que los abusos contra migrantes en Veracruz alcanzan proporciones épicas debido a la estrecha relación del gobierno con los grupos delictivos. “Por su naturaleza, la migración es una tragedia humanitaria, pero cuando hay gobiernos que son cómplices de la delincuencia organizada, se convierte en un holocausto”, define Figueroa, quien ayudó a organizar la misión de observación.

Pesan acusaciones sobre el gobernador de Veracruz, Javier Duarte, de encubrimiento a los delincuentes que atacaron a los migrantes en Las Barrancas el 1 de mayo. Duarte afirmó en un comunicado de prensa que el incidente fue causado en realidad por una “riña” entre los migrantes. Pero Guillermo Cortés Moreno, el agente municipal de Las Barrancas, rechazó esa versión y reiteró que el conflicto está relacionado con la extorsión a migrantes.

Cortés llevó a los miembros de la misión de observación a una de las áreas donde las personas fueron arrojadas desde el tren. Un camino de grava áspera discurre por un lado, una inhóspita línea de arbustos por el otro. Quienes heridos y asustados saltaron del tren en Las Barrancas no tuvieron más remedio que entrar al pueblo. Junto con decenas de elementos de la Marina y de la policía, Cortés salió a las vías de tren la noche del ataque, pero informa que no encontró a nadie.

Según informes de prensa, no hubo muertos en el ataque al tren. Los periodistas locales señalan que es posible que hubiera muertos esa noche, pero que la policía acordonó la zona durante al menos 10 horas después del ataque y no se encontraron cuerpos. Sin cuerpos, no hay muertos, señalan.

Los miembros del Grupo Beta, que proporcionan alimentos, agua, y panfletos de “Conozca sus derechos” a los migrantes a través de un programa financiado por el gobierno federal, reconocen que lo sucedido en Las Barrancas no es precisamente inusual. La diferencia es que esta vez fue denunciado por las autoridades locales y recogido por los medios de comunicación.

Figueroa y sus compañeros dan gran parte del crédito de que lo ocurrido se haya convertido en un escándalo a los periodistas locales del estado de Veracruz, que publicaron sus notas a pesar de que nueve de sus colegas han sido asesinados en los últimos tres años. “Eventos como el ataque del 1 de mayo no son raros, son comunes aquí,” señala Figueroa. “Es normal que el gobierno trate de negar lo que pasó, pero salió gracias a los medios de comunicación”.

Autor: Dawn Paley