LA CIUDAD EUROPEA CHEB ES UN BAZAR PARA PEDOFILOS

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Esta ciudad checa, Cheb, está acusada de ser un nido de pedófilos.Lo dice Unicef en un informe que recoge escalofriantes testimonios de algunos niños. La periodista viaja a la ciudad checa y encuentra una única y muda respuesta: el silencio. El camino que conduce desde Alemania a esta ciudad checa, enclavada a 20 minutos de la frontera, es transitado asiduamente por miles de germanos….

LA CIUDAD EUROPEA CHEB ES UN BAZAR PARA PEDOFILOS

Lo dice Unicef en un informe que recoge escalofriantes testimonios de algunos niños. La periodista viaja a la ciudad checa y encuentra una única y muda respuesta: el silencio

Por SILVIA ROMAN. Cheb (República Checa)

El hombre con el que me acuesto, me paga con una compra en el supermercado. Gracias a ello, mis padres y mis hermanos pueden comer». (Petr, 13 años). «A veces voy con los alemanes a la frontera y estamos juntos en un bosque. Mi mamá también viene y está con nosotros». (Frantisek, 6 años). «Cuando mi papá y mi hermano vienen borrachos se acuestan siempre conmigo». (Danka, 14 años).

La bella ciudad de Cheb es un puro espejismo. Sus callejuelas medievales, su espléndido casco histórico… Todo es fachada, una simple y pulcra careta que intenta ocultar su auténtico y depravado rostro. Cheb está acusada de ser un nido de pedófilos.

El camino que conduce desde Alemania a esta ciudad checa, enclavada a 20 minutos de la frontera, es transitado asiduamente por miles de germanos. Según los habitantes de Cheb, estos hombres acuden a su localidad para comprar, a un módico precio, víveres o ropa.Según la prestigiosa Unicef, autora de un escalofriante informe en el que se recogen testimonios de menores víctimas de abusos sexuales -como los tres que encabezan esta página- se trata de turistas sexuales. La mitad de ellos, pederastas.

Nadie quiere hablar del tema en este rincón de la Bohemia más occidental. El jefe de la policía no tiene tiempo para dar explicaciones.El alcalde de la ciudad no se lo piensa dos veces antes de expulsar abruptamente a quien le interroga sobre el asunto. Pero hay quien intenta aportar algún comentario, y entonces aparece el responsable del lugar o un pariente, le retira la palabra de la boca, y te invita a salir amablemente.

TODOS CALLAN

Cheb hubiera podido servir de inspiración a Clarín para su Vetusta y a de Lope de Vega para su Fuenteovejuna. Todos callan a una.Nadie ha sido testigo de nada. Pero, ¿en qué se basa entonces el dossier publicado esta semana Niños haciendo la calle. Informe de la frontera checo-germana? «Es una pura invención de Karo», apuntaba la nevada mañana de este pasado jueves Vaclav Mistortarosta, ex alcalde de Cheb y actual número dos en el Ayuntamiento. «Esta ONG nos debe unas cuantas explicaciones. Yo nunca he visto aquí a un niño haciendo favores sexuales a un hombre. Y si existiera algún caso, ¿es que esto no ocurre también en otras ciudades como Praga o Hamburgo?», añadía.

«No he visto nada, absolutamente nada», señalaba con la boca llena, mientras engullía un típico panecillo checo, otro destacado trabajador de la Casa Consistorial. «Estamos hartos de esta historia», terminaba, chupándose los dedos.

La Organización No Gubernamental Karo – a la que los habitantes de Cheb acusan de haberles creado «una mala imagen y fama»- lleva desde 1994 trabajando en los pueblos de la frontera. En 1996, se instalaron en Cheb y hasta dos años después no se percataron de lo que, aseguran, está pasando. «Si no te afincas aquí, no lo ves en toda su dimensión, porque el horror está dentro de las casas», confesaba en voz baja ese mismo jueves Ludmila Irmscher, de Karo. «Los padres ofrecen a sus propios hijos a los turistas en las calles y luego van a las viviendas», proseguía la conversación, mantenida a escondidas en un rincón de un restaurante italiano de la ciudad. «Estamos diciendo la verdad, ¿por qué nos íbamos a inventar esta historia?», argumentaba con desesperación.

Irmscher, bien segura y acompañada por otras dos mujeres de la ONG, se removía con inquietud en su asiento. La ciudad no quiere volver a ver a las siete personas que trabajan para Karo en Cheb.Por ello, se tienen que mover por la calle con rapidez, a escondidas, pero confiesan que no tienen temor alguno. «Son los habitantes de Cheb los que tienen miedo por nuestra denuncia. El negocio de la pedofilia mueve mucho dinero, esta zona es muy pobre y el paro es elevadísimo. Los políticos no van a decir nada, ni la policía, y los ciudadanos de a pie menos aún, pues creen que si hablan perderán su puesto de trabajo», explicaba la joven, remangándose continuamente y mirando con desconfianza a su alrededor.

UNA VIRGEN, 10.000 EUROS

Tras el colapso de la Unión Soviética, la pobreza, junto a la brutalidad, estalló en los países de Europa del Este. Un millón de personas malvivía con menos de dos euros diarios en 1987.Once años más tarde, en 1998, lo tenían que hacer 24 millones.Entre toda esta miseria, se disparó la prostitución de los más débiles. Naciones Unidas estima que, cada año, 200.000 mujeres y niños de la parte oriental del Viejo Continente son vendidos para ser esclavizados sexualmente. Los pequeños cuestan entre 2.500 y 4.000 euros, y si el menor es una niña virgen, se cobra hasta 10.000.

Los niños de la frontera germano-checa (un auténtico «bazar» para los pedófilos, según Unicef) piden por sus servicios entre cinco y 25 euros, e incluso hay ocasiones en las que sólo exigen un puñado de dulces. Con seis años, entran a los clientes con frases como «¿Puedo irme un ratito contigo?». Con ocho, preguntan directamente: «¿Quieres tocarme? ¿Sexo?». Sus familias son numerosas, muchas veces sumergidas en las drogas y alcohol y, ante todo, excesivamente pobres. El jornal del niño es, la mayoría de las veces, el único que entra en casa.

«Los chavales no denuncian sus casos, pero nosotros hemos conseguido finalmente hablar con muchos de ellos. En total, en todos estos años, con 500», detallaba Irmscher. «La mayoría se prostituyen ya solos. Los puedes ver en las paradas de autobuses o en las gasolineras, pero ahora mismo no hay ninguno. El informe ha tenido mucho eco, a la ciudad van llegando periodistas y la policía hizo hace pocos días una redada. Todo el mundo está escondido, pero ven dentro de tres meses y verás a pequeños desde los seis hasta los 17 años ofreciéndose a los turistas».

El informe de Karo detalla con precisión gran número de casos, con múltiples variedades, a cuál más rechazable. Uno de ellos es el de Iveta, de 10 años, cuya madre es prostituta y le enseña cómo actuar: «Mi mamá me dice qué es lo que debo hacer». Frantisek, de sólo seis años, también menciona a su madre, implicada directamente en su desgracia. Cuenta que la acompaña al bosque cuando ella atiende a los alemanes.

A pesar de esta detallada información, ni siquiera la prensa local de Cheb se lo acaba de creer. Los ocho redactores del Chebsky Denik, arrebujados en una pequeña vivienda de la emblemática plaza central, aseguran no haber observado nada y dicen saber el porqué de este dossier. «La denuncia de Karo se debe a que, en breve, se les acaba el dinero con el que les financian. Necesitaban una buena historia para continuar teniendo ayuda, pero me temo que se han pasado», relataba Michal Houdek, combatiendo el frío con más de una Gambrinus, la cerveza local, sobre la mesa. «Aquí vivimos 35.000 personas, pero en el fondo nos conocemos todos», aclaraba.

«Te echarán la charla de que necesitamos euros, cuando el 75% nos lo da la Unión Europea y el 25% restante el Land de Sajonia, pues para eso somos una ONG alemana. Y te contarán también que si existe algún caso de pedofilia, es porque el niño es gitano», había advertido la representante de Karo. Escasas horas después, en uno de los múltiples night-clubs de la ciudad, repleto de prostitutas ucranianas, el octogenario proxeneta, Robert Perl, se atrevía a aseverar: «No existe la prostitución con los pequeños de Cheb y si hay algún padre o niño que se aventura a ello es porque es gitano. Aquí hay muchísimos y tienen sus propias reglas, así que, ¿por qué no? Pongo la mano en el fuego».

El informe de Unicef se vuelve más estremecedor aún cuando incide en la violencia que también padecen los más pequeños por parte de los pederastas, que tanto les tiran del pelo como les producen cortes en las zonas genitales. «¡Es una realidad!», decía apretando los dientes Ludmila Irmscher. Y las casas rosadas, amarillas y verdes de Cheb perdían al momento todo su naïf encanto. «La gente tiene que abrir los ojos, sensibilizarse, someterse a una terapia…», proseguía cerrando los puños.

Esté o no Cheb enferma, la realidad es que su atmósfera de absoluta unidad oprime el pecho. La nieve ha empezado a caer cada amanecer y se derrite con el sol en lo más alto, pero no se siente que limpie las calles. Los vehículos con matrícula extranjera aparecen repentinamente y las dudas y malos pensamientos se disparan.Un cierto espíritu tenebroso se ha apoderado de esta ciudad de la frontera. Los rostros de los niños son, en verdad, de una especial tristeza.