La despedida del hijo que muere en el primer trimestre de gestación

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Ha habido momentos muy importantes en nuestra vida, y entre los más duros ha estado la pérdida de tres bebés que se quedaron en el camino y que no llegaron a ver la luz del día.

Cada cual supuso para mí un dolor distinto, pero quiero contaros hoy algo que para mí fue fundamental para poder tirar para adelante, y lo quiero contar, porque sinceramente creo que si hubiese profesionales que en estos momentos supiesen acompañar a las mujeres en ese trance, no saben cuánto ayudarían a sobrellevar ese dolor inevitable de la pérdida.

El día 6 de julio se producía todo el desenlace, estaba embarazada de 10 semanas, llevaba un día entero con importantes hemorragias. En la despedida con los amigos, mientras tomábamos un café sentí que algo salía de mí, cuando acudí al baño, encontré un inmenso coágulo en el que pensé que estaba mi hijo y lo guardé para llevarlo al hospital. Posteriormente en el camino, estaba a más de 200 kilómetros de mi casa, volvía a sentir lo mismo y un nuevo coágulo de grandes dimensiones salió. También lo guardé, quería que en el hospital pudiesen ver y decirme por qué había vuelto a perder un hijo de nuevo.

En un momento como este queríamos estar cerca de casa. Llegamos al hospital. Urgencias, Pamplona, 12,30 de la noche del 6 al 7 de julio, San Fermín, la gran fiesta de Navarra. Imaginaba lo peor, con las fiestas el servicio médico sería fatal y todo estaría colapsado en urgencias, pero no, había tranquilidad, mi marido y mi hija de 3 años se quedaron en la sala de espera y en el parque esperando a que me atendieran.

Pero todo esa noche de dolor fue sensibilidad, de la que siempre estaré agradecida. El doctor, un hombre bastante joven, me preguntó, cuando le dije que traía en dos pañales lo que yo creía que era mi hijo, me dijo que le acompañara y se lo enseñara. En el fregadero abrió los dos paquetes, lo tocó y me dijo que ahí no estaba. Entonces fue cuando me dijo que me tumbara para ver si seguía dentro de mí. Efectivamente, el pequeño seguía en mi interior, en camino de salida, pero de alguna manera todavía aferradito a mí, su madre. Con el espéculo me lo sacó y revisó todo mi útero. Me mandó vestirme y me dijo que me iba a explicar. Cuando estaba vestida fuimos de nuevo a una mesita, cogió el tarrito en el que lo había metido y lo extrajo en su mano con delicadeza para enseñármelo y que viese cómo era. Cuando me lo contaba, yo necesité tocarlo y aproximé mi mano, con rapidez por si acaso no me dejaba hacerlo, lo necesitaba, lo necesitaba, toqué esa pequeña masa con mis dedos índice y corazón y el doctor al verme hacer esto, con mucha delicadeza lo depositó en mi mano y se marchó de allí hacia su mesa. Me dejó a solas durante unos minutos, él se mantuvo en la distancia. Me dio unos minutos que para mí fueron fundamentales, de alguna manera, podíamos despedirnos. Y ese doctor y esa enfermera, así lo entendieron, estoy convencida. Minutos después se acercó y me lo cogió de nuevo. Ambos actuaron con delicadeza en todo momento, la enfermera puso su mano en mi hombro, dijo unas palabras cariñosas y me invitó después a lavarme las manos. Se le cayó casi todo el jabón líquido, pero eso no importaba, no quería que nada tuviese más importancia en ese momento que lo que yo estaba viviendo.

El doctor de nuevo me invitó a sentarme y me contó los pasos siguientes…. Fue TAN IMPORTANTE PARA MI lo que habían hecho que necesité agradecérselo, necesité darle las gracias por haber actuado así y así lo hice.

Sólo siento que mi marido no pudiese tener ese momento, tan necesario también para él, que no pudiese compartirlo, los tres…, nuestro momento…, el momento de la despedida,…

Con este hijo, pude hacer de alguna manera un proceso de duelo, con los dos anteriores NO. Es así, hasta el punto, que con los dos anteriores, las fases siguientes siguieron siendo muy dolorosas, no soportaba ver o saber de otras mujeres embarazadas, alegría puntual y dolor inmenso ante el nacimiento de otros niños, mis hijos habrían nacido para tal fecha,… Sin embargo, esta vez, porque hubo profesionales que me supieron acompañar en ese momento, que tuvieron sensibilidad, que respetaron el momento que estaba viviendo y que tenía que compartir, yo he podido vivir de otra manera la pérdida de este último hijo.

Con los anteriores, tuve que entrar a quirófano a hacer legrados, te duermen entera y cuando vuelves a la habitación, vuelves vacía, sin nadie, sin algo que hayas podido ver, sin haber podido poner una imagen a ese dolor, a ese momento. Y después de esta última vez, pienso siempre, ¡qué diferente habría sido para mí, para nosotros, que después de pasar por quirófano, alguien nos hubiese enseñado y nos hubiese dejado un momento despedirnos de quien había estado en mi vientre por un tiempo y no llegó a ver la luz del día, de quien había formado ya parte de nuestra historia, de nuestra vida!

Gracias a esos profesionales que ven en la mujer y en el hombre que pierden a un hijo a alguien a quien hay que cuidar, respetar, acompañar y no ven en esos momentos un mero trámite por el que algunas personas pasan y ya está. Qué tristeza siento cuando se banaliza tanto con este tema.•

Autor: Elena García