La economía israelí no se parece a ninguna otra en el mundo. Aunque se encuentra entre los estados que poseen una mayor renta per cápita, Israel recibe más ayudas económicas que ningún otro. Para empezar, recibe unos 3.000 millones de dólares anuales de EE.UU., en ayudas de tipo económico y militar, lo cual le convierte en el primer receptor mundial de ayuda norteamericana. Las ayudas militares de EE.UU. suponen, de hecho, el 20% del total del presupuesto anual de defensa de Israel. Los fondos estadounidenses no sólo han permitido a Israel absorber a cientos de miles de inmigrantes extranjeros, sino que también le han capacitado para construir un enorme complejo militar industrial.
Israel recibe también gran cantidad de dinero de los multimillonarios judíos de todo el mundo. Una parte de ese capital ha ido a parar a los partidos de derecha y extrema dercha y a financiar los asentamientos judíos en los territorios palestinos de Cisjordania y Gaza. Dichas ayudas e inversiones permiten también a Sharon continuar con su guerra contra la población palestina.
Una gran parte de ese capital que fluye a Israel no lo hace empujado por motivos ideológicos. Israel está incluido en la lista negra del G-8 por haberse convertido en uno de los principales centros internacionales de blanqueo de dinero. Junto con la así llamada «mafia judía» operan allí la mafia rusa y varios «magnates», muchos de los cuales afirman tener una ascendencia judía. Entre ellos, cabe citar a Vladimir Gusinsky, el magnate ruso de los medios de comunicación, que está actualmente buscado por la justicia de su país. Gusinsky, que se ha apresurado a conseguir un pasaporte israelí, posee en la actualidad el 25% de las acciones del diario Maariv, lo que le convierte en socio del notorio traficante de armas Yaakov NImrodi. El último escándalo internacional referido a entidades o personas israelíes que se conoce tuvo lugar el pasado año cuando Suiza impuso sanciones a la rama suiza del Bank Leumi por su presunta implicación en el blanqueo de dinero realizado por el antiguo jefe de seguridad peruano, Vladimiro Montesinos. Las autoridades bancarias suizas exigieron que Meir Guss, director general del banco israelí en Suiza, dejara su cargo.
Así pues, si Israel no cambia sus leyes bancarias para impedir el lavado de dinero, tal y como el G-8 demanda, podía hacer frente a posibles sanciones, junto a otros «agujeros de dinero negro», como Panamá, Chipre y las Bahamas.