La cantidad de migrantes internacionales aumenta inexorablemente, mientras continúan proliferando informes que los involucran y que hablan de situaciones similares a la esclavitud. Aunque las remesas suponen alivio para las familias de origen, la explotación y la esclavitud están presentes.
Actualmente, 232 millones de personas viven y trabajan fuera de sus países de origen y las remesas de dinero enviadas desde su lugar de residencia suman más de 400.000 millones de dólares anuales, una cifra que va en aumento.
Las ganancias de los migrantes casi cuatriplicaron los 126.000 millones de dólares de ayuda oficial al desarrollo de las naciones ricas al mundo pobre el año pasado, según datos de la ONU. La inyección de liquidez en países empobrecidos como India, Bangladesh, Marruecos, México, Sri Lanka, Nepal y Filipinas es uno de los efectos más positivos de las migraciones.
Del lado negativo figura la continua explotación de los inmigrantes, principalmente en Medio Oriente, a raíz de un aumento del «trabajo esclavo», que implica bajos salarios, inadecuada atención médica y atroces condiciones laborales.
Son muchos los frentes de este fenómeno que parece imparable y que arriesga con serlo todavía más, a raíz de un crecimiento demográfico que, en pocas décadas, hará que en el planeta un habitante sobre cuatro viva en África. Con la caída de los regímenes de Túnez y Libia, y en menor medida también en Egipto, los controles sobre las costas se debilitaron.
Cada playa sin iluminación se convirtió en potencial base de partida para quien quiere alcanzar Europa y la salida que esta representa para los que están desesperados.
Algunas cosas han sin embargo cambiado, visto por ejemplo que tras los acuerdos alcanzados con Italia, Túnez registró una merma drástica en las partidas. Lo mismo ocurre en Argelia, aunque por motivos distintos.
En este país, los ‘harraga’ (ilegales) si deciden intentar la travesía, mirando a España, desafían al mar y las incertidumbres del viaje, pero sobre todo el puño de hierro de la justicia argelina, que considera a la inmigración ilegal como un delito, además de una vergüenza, pues no puede aceptar que la gente deje el país a causa de la pobreza.
Pero es Libia el muelle preferido de los inmigrantes, que saben encontrar siempre a alguien que esté organizando un viaje y que pide dinero prestado, con la promesa de que partirán ya. El viaje de los inmigrantes puede partir por ejemplo desde la región del Cuerno de África, donde presiona el hambre pero también condiciones políticas durísimas. Y también desde países de África sub-sahariana, con fuertes problemas económicos.
Según las ONG de ayuda humanitaria, más de 20 000 inmigrantes y refugiados perdieron la vida intentando atravesar el Mediterráneo en los últimos 20 años.
Fuente: elcomercio.com