Por Miguel Soto Pardo
Si avanzamos “mar adentro” (Amenábar) probablemente encontraremos un Sampedro que quiere morir, pero “tierra adentro” (hospital de parapléjicos de Toledo) encontraremos miles de ellos que quieren vivir. ¿Donde está la demanda social que nos van a presentar como base a una campaña pro-eutanasia? Empezarán con un caso límite para luego abrir las puertas de par en par, como en el aborto.
La eutanasia es una cuestión puramente económica, una cuestión presupuestaria. La longevidad que nos ha conseguido la Medicina se alza como un peligro para el Presupuesto Nacional. Los viejos consumen el 40% de las camas hospitalarias, medicinas caras y ¡una pensión! Todo ello desbordará dentro de poco el Presupuesto y para corregirlo, nada mejor que eliminar esas vidas tan costosas. Podríamos, para evitarlo, cerrar alguno de los grifos del Despilfarro Nacional, pero eso jamás. ¿Está claro?
Naturalmente, habrá que vestir el muñeco con ropajes sentimentaloides y caritativos. Eso será lo primero.
Aprobada la eutanasia, el anciano sentirá horror a su ingreso en un hospital (en Holanda un tercio de las eutanasias, no han sido pedidas) y la Medicina del Dolor quedará sin investigadores ¿Para qué?
Quien tenga recursos económicos pagará una excelente clínica donde disfrute de los mejores cuidados paliativos y una larga vida. El resto de la gente quedará sometido al dictamen del Insalud: ¿merece la pena que viva?
He aquí la gran discriminación final que, curiosamente, nos va a ser propuesta como “muerte digna” por la izquierda defensora (según dicen) de los débiles. ¿No sería mejor proponer una “vida digna”, asistida de buenos cuidados paliativos también en postrimerías para todos.