Para diseñar el futuro de la Iglesia no hace falta ser adivino. Si ésta no hace una apuesta firme y decidida por la formación de militantes cristianos tiene hipotecado el futuro de su quehacer apostólico en un mundo y una cultura cada día más salvaje. Pero ¿Qué entendemos y qué ha entendido la Iglesia por ‘militantes cristianos’. La definición que manejamos es la de ‘el que culmina un proceso progresivo compuesto por: a) conocimiento de la realidad a modificar, b) asimilación de una estrategia y c) inmersión en la acción transformadora. Y ello haciendo de su vida un proceso de conversión a Jesús de Nazaret, sostenido en la contemplación y la lucha transformadora del mundo, desvinculado de gratificaciones económicas´.Esta referencia nos vale completa o no nos vale. No es acertado entender por militante sólo el que cumple alguna de las condiciones anteriores. Debe reflejar todos los ingredientes mencionados en un ‘estilo militante’, en una sensibilidad propia.. Necesita como el aire la asociación, la contemplación, la acción transformadora; ve posibilidades evangelizadoras en todo lo que acontece, no ve bloqueos sino respuestas superadoras, vive entusiasmado del Ideal cristiano, no le asusta el precio de la lucha por la justicia.
INGREDIENTES DE LA FORMACIÓN MILITANTE CRISTIANA
D. Tomás Malagón no dudó en calificar la formación de militantes cristianos como ‘lo más importante que debía hacer un sacerdote en su vida’. Son numerosos los aspectos a tener en cuenta. Algunos de ellos son: anteponer la vida a las teorías o ‘saberes’, valorar lo pequeño organizado más que lo grande y vistoso, o simplemente aprender a escuchar… al otro, a la vida, para desde ahí encontrar las causas y consecuencias de los problemas y ser respuesta ‘real’ al hermano.
Vamos a detenernos en tres ejes fundamentales que deben marcar y consolidar la verdadera naturaleza militante de la formación cristiana: la sólida vocación a la justicia, la conciencia apostólica y las claves sociopolíticas para situar adecuadamente su tarea revolucionaria.
La vocación a la justicia.- Los astros no tienen vocación, les falta la perplejidad, la tensión necesaria entre el entusiasmo y la angustia. Los seres no humanos tienen su vida ya decidida y son para lo que son. El hombre en cambio está llamado primero a la vida y luego a dignificar y fructificar libre y creativamente esa vida propia y ajena.
Vocación es ‘llamada’ a la que el hombre siempre tiene que responder; ‘ser responsable’. Aunque en ocasiones nuestra respuesta es ‘irresponsable’ optando por la evasión o la cultura de muerte.
Y esta llamada que se hace a todo ser humano alcanza su mayor grado cuando esa vida se torna acción de gracias amorosa. Esto es: respuesta solidaria a toda injusticia. La vocación a la santidad es marcar a fuego en nuestro proyecto vital la solidaridad-comunión. La militancia nunca será una carga sino ‘la única forma que sé de ser persona’ decía Rovirosa. En ningún caso una losa, más bien una gracia, un don personal y colectivamente visto.
La vocación a la justicia nos sitúa en una radicalidad evangélica que excluye necesariamente ambigüedades o medias tintas. Esta vocación necesita abrirse camino en formas y momentos concretos: un cuerpo, una familia, un ambiente social una época cultural, una orientación profesional, una organización apostólica.
El plan de formación (encuesta), debe desarrollar especialmente la vocación apostólica, facilitando a cada militante su descubrimiento y determinación. Hay que crear clima donde plantear y concretar los distintos aspectos de la vocación a la justicia. La cosa no nace y crece sin más. La perspectiva de las distintas vocaciones debe ser la complementariedad eclesial, no la competitividad. Si no se profundiza en la vocación se desemboca en una mal entendida militancia ‘por puños’, vanidosa; que, por otra parte, siempre suelen acabar en abandono. No se necesitan héroes sino testigos.
Formación apostólica.- Si bien hay dos esferas que totalizan al hombre: la dimensión política y religiosa, la conciencia humana tiene una unidad en sí misma. Si no hay armonía o coherencia entre estos ámbitos que globalizan individual y socialmente al hombre surge la conciencia contradictoria, esquizofrénica.
Acudir a un partido u organización política para completar ahí la conciencia bajo el pretexto de que ‘se trata sólo de su aspecto político’ afecta decisivamente al ser cristiano. El no tener en cuenta la unidad de conciencia ha provocado graves crisis y desviaciones de fe. Normalmente lo apostólico acaba supeditándose a lo político.
El militante cristiano se caracteriza por sobreponer lo común a lo meramente individual. Toda asociación que tenga ese objetivo debe tener muy presente:
a) una teología de la fe y vivencia de la Gracia
b) una eclesiología y vivencia eclesial sólidas,
c) un análisis de la realidad social según el aspecto religioso y moral,
d) una respuesta pastoral adecuada y
e) una espiritualidad adulta y encarnada en el sufrimiento.
Los Movimientos Apostólicos respirarán y actuarán según la visión de estos puntos, pero no cabe duda que lo que realmente va a consolidar su proceso de formación es el plan de formación concreto, el método de análisis de la realidad y la revisión de vida; y ello marcado por la identidad cristiana globalizante.
D. Tomás Malagón afirma al respecto ‘El cristiano consciente ha de estar animado por una fuerza que le lance a la acción, una dinámica que le impide estarse quieto. El cristiano ha de ser como una palanca para elevar y para hacer surgir el Reino de dios. El punto de apoyo de esta palanca ha de ser la vida de Gracia y un gran espíritu eclesial (su mejor garantía de seguridad). El brazo de la palanca es el afán, acelerando la comunión de todos los bienes entre los pueblos y los individuos. Y la fuerza para mover esta palanca a de ser la angustia cristiana, que está hecha de: conciencia de los males presentes, esperanza y un acuciante sentimiento de urgencia para poner mano a la obra’.
Formación sociopolítica.- la dimensión política de la conciencia si está suficientemente elaborada debe abarcar los siguientes elementos fundamentales:
a) La formación de un ideal social, imprescindible como impulso y orientación de la actividad. La referencia básica del cristiano no debe ser mas que el Reino de Dios.
b) Una filosofía social que desarrolle, actualice y relacione el ideal con cada cultura, tiempo y lugar.
c) Un método de análisis que permita aplicar el examen de los hechos y procesos sociopolíticos que se viven.
d) Datos sociográficos necesarios que permiten el discernimiento político.
e) Un programa y un plan de acción sociopolítico determinando, objetivo a cortos y medio plazo.
f) Estrategia y táctica de acción que hagan posible el logro progresivo de objetivos posibles.
Todo ello debe tener presente la cultura asociativa, el estilo y la vinculación estrecha entre mera información, formas de vida y acción orgasizada.
RIESGOS.
Encontramos muchas resistencias, cada día más, a esa formación de militantes cristianos. Algunos frenos de naturaleza sociopolítica y cultural como el aumento de una mentalidad antiasociativa, la burocratización en los distintos niveles de la sociedad, persecución directa o indirecta.
Otros de carácter eclesial: dificultad de pastores que vean la necesidad de esta formación, miedo a la adultez laical, inexperiencia en estas tareas o experiencias no revisadas debidamente. ¿Cuáles han sido las causas principales del derrumbamiento de las organizaciones apostólicas que se han planteado en serio la formación de militantes cristianos?. En la Iglesia es vital que lo urgente e inmediato no acabe anulando lo importante a largo plazo.
PERSPECTIVAS
Todo depende de la capacidad de asombro, indignación y rebeldía hacia el Ideal cristiano. Es clave en este proceso el entusiasmo, el amor a la Iglesia y a la organización apostólica como parte de la misma, el respeto a los acuerdos, la predilección por los últimos de la tierra y la capacidad de analizar la realidad para transformarla sin tener que depender para ello de los instrumentos que propone el sistema dominante.
Desde una mentalidad y análisis dinámicos es preciso concluir que este siglo XXI que comienza exigirá nuevas formas de militancia, que no contemporice con las renovadas caras de la cultura de muerte y alienación.