La Iglesia escucha el llanto de sufrimiento de todos aquellos desarraigados de sus tierras, de familias separadas enérgicamente, de aquellos que, en los cambios intempestivos de nuestros días, no pueden encontrar un hogar estable en ningún lado. (Juan Pablo II)
Declaraciones de obispos de México y EEUU en solidaridad con los inmigrantes
Declaración de los Obispos Católicos de EEUU acogiendo al forastero entre nosotros: Unidad en la diversidad:
La comunidad católica viene reencontrándose rápidamente como una «Iglesia inmigrante». Los nuevos inmigrantes constituyen para la mayoría de nosotros un llamado a volver a nuestro legado ancestral como descendientes de inmigrantes y a nuestro legado bautismal como miembros del cuerpo de Cristo. (…) A través de los miembros de la Iglesia, las migraciones solitarias han de terminar en el abrazo de la solidaridad. Los inmigrantes, nuevos en nuestras playas, nos llaman a salir de nuestra inconsciencia y llegar a una conversión de mente y corazón.
El obispo de Brooklyn, Nueva Cork (EEUU) Nicholas Di Marzio: La realidad es que nuestro sistema actual es inmoral. Mientras muchos condenan la presencia de los indocumentados en nuestro país, nosotros de buena manera reconocemos su arduo trabajo, sus contribuciones a nuestra economía, y su espíritu cultural y religioso que enriquece a nuestras comunidades locales. Mientras que nosotros aceptamos esas contribuciones, lo hacemos a costa de seres humanos que vienen aquí, no a dañarnos, sino a ayudarnos. Frecuentemente ellos son ridiculizados, explotados y abusados. Hay que poner fin a esto, y este sistema inmoral se tiene que modificar.
El obispo de Orlando (EEUU) Thomas Wenski: La Política migratoria estadounidense es obsoleta e injusta para los Trabajadores Inmigrantes. Los tan llamados “ilegales” lo son porque quieren desafiar la ley; pero, porque la ley no les ofrece ninguna vía legal para regularizar su estatus en nuestro país, que necesita de su trabajo: ellos no están infraccionando la ley, la ley los está infraccionando.
El obispo de Ciudad Juárez (México) , Renato Ascencio: Apoyaré el boicot comercial para el próximo 1 de mayo para exigir una reforma migratoria justa e integral. Yo mismo daré el ejemplo y el 1 de mayo no cruzaré la frontera para comprar, (su diócesis limita con la fronteriza ciudad de El Paso, en Texas). Los mexicanos que vivimos de este lado nos debemos solidarizar con los inmigrantes, como lo están haciendo los guatemaltecos, nicaragüenses y otros países de Centroamérica. Los fieles se pueden sumar al movimiento no acudiendo a El Paso, y rechazando los productos estadounidenses en Ciudad Juárez.
El arzobispo de San Francisco (EEUU), George Niederauer: Reclamamos un camino justo hacia la residencia legal permanente y la ciudadanía y que se permita la reunificación de familias separadas por la inmigración. Los proyectos en discusión en el Congreso que impondrán penas criminales a los inmigrantes ilegales y mandarán erigir una cerca en la frontera entre Estados Unidos y México son iniciativas muy miopes y aún mezquinas. Todo país tiene derecho a proteger sus fronteras, pero si ese es el único objeto de interés, el país se convierte en una fortaleza. Encabezó a 10.000 manifestantes en el reclamo de políticas más favorables a los inmigrantes.
El obispo de San Cristóbal de las Casas (México), Felipe Arizmendi: Obispos y sacerdotes católicos de EEUU apoyan y alientan las marchas de inmigrantes en ese país al tratarse de un movimiento favorable y esperanzador, en el que muchos inmigrantes están saliendo de la clandestinidad y uniendo sus fuerzas con migrantes legales y con muchos estadounidenses.
El cardenal de Los Ángeles (EEUU), Roger Mahony: EEUU necesita lo antes posible una reforma migratoria real que sustituya al maltrecho sistema actual. La guerra contra el terrorismo no será ganada con restricciones a la inmigración. Es asombroso que el gobierno federal quiera obstaculizar nuestra atención espiritual y pastoral a los pobres e imponga penas por hacer lo que demanda nuestra fe. En febrero pasado tácitamente pidió desobediencia civil en caso de que se promulgue una ley de inmigración injusta, como la ley aprobada por la Cámara Baja el 16 de diciembre de 2005.
El obispo de ciudad de Laredo (México) James Tamayo: No podemos seguir aceptando una situación en la que algunos funcionarios públicos y miembros de nuestra comunidad usan de chivos-expiatorios a los inmigrantes, cuando al mismo tiempo nuestra nación se beneficia por su trabajo. No podemos seguir aceptando un status quo en que los inmigrantes son forzados a poner en riesgo sus vidas para mantener a sus familias. No podemos seguir aceptando una realidad en la que los inmigrantes cubren puestos críticos de americanos y patrones estadounidenses sin recibir sueldos justos y prestaciones apropiadas. No podemos seguir tolerando la muerte de seres humanos en el desierto.
El arzobispo de Washington (EEUU), el cardenal Theodore McCarrick: Estamos dando instrucciones a los párrocos para que sigan ayudando a la gente que no tiene legalización. Las leyes no pueden prohibir que se les preste ayuda. Negar ayuda a un ser humano semejante viola una ley de más alta autoridad que el Congreso: la ley de Dios. Hay que derrotar el proyecto de ley HR 4437 porque cambiaría fundamentalmente la herencia de nuestra nación como una sociedad abierta, compasiva y que da la bienvenida.
El obispo de ciudad de Saltillo (Mexico), Raúl Vera: La emigración masiva desde México y otros países del mundo en desarrollo se debe a la injusta estructura de la economía mundial, que se contradice con el espíritu de la pascua, la resurrección y la fraternidad cristianas. Esa estructura injusta golpea a millones de trabajadores, muchos de los cuales huyen de sus lugares de origen en busca de un mejor nivel de vida. Todo ello constituye una ofensa a Dios.
El obispo de Tennessee (EEUU) José Rodríguez Marín: Esta ley ha despertado al gigante dormido de la población inmigrante, que se levanta para decir: no nos vamos, y si nos van, regresamos.
El obispo de San Bernardino (EEUU), Gerald R. Barnes: Unámonos, igualmente cristianos y no cristianos, a un discurso civil sobre los complejos problemas de migración, el cual reconoce las enormes contribuciones hechas por nuestra gente inmigrante. Juntos, busquemos soluciones a este problema para tratar a todos con el respeto y dignidad que se le debe a cada ser humano, a cada hijo e hija de Dios.
El obispo auxiliar de Washington (EEUU), Kevin Farell: Es evidente por varios años que nuestro sistema de migración está quebrantado y necesita ser reparado urgentemente. Los Obispos de Los Estados Unidos se han unido en vista de que la migración es benéfica para nuestra nación, económica, social y culturalmente. La fuerza de nuestra nación viene de su diversidad y del duro trabajo y contribución de los inmigrantes que durante los últimos doscientos años han llegado a nuestras tierras. Es nuestra identidad y nuestra alma.
Benedicto XVI. Ciudad del Vaticano, JUNIO 5, 2005.
… Recordando al gran obispo, (Bendito Giovanni Battista Scalabrini, Obispo y patrón de los inmigrantes) mis pensamientos van para aquellos que están lejos de su patria y a menudo lejos también de sus familias; Espero que siempre encuentren buenos amigos y corazones receptivos en su camino que sean capaces de apoyarlos en las dificultades de cada día.
Juan Pablo II. Mensaje para el Día de Migración Mundial 2000
La Iglesia escucha el llanto de sufrimiento de todos aquellos desarraigados de sus tierras, de familias separadas enérgicamente, de aquellos que, en los cambios intempestivos de nuestros días, no pueden encontrar un hogar estable en ningún lado. Siente la angustia de aquellos sin derechos, sin seguridad alguna, a merced de cualquier tipo de explotación, y los apoya en su infelicidad.
Somos llamados a actuar, de manera que la dignidad de cada persona sea respetada, para que el inmigrante sea bienvenido como hermana o hermano, y para que toda la humanidad forme una familia unida que sepa percibir las diferentes culturas que la conforman.
Juan Pablo II. Ecclesia en América (Enero 23, 1999)
Durante su historia, América ha experimentado muchas migraciones. Olas de hombres y mujeres que vienen a sus varias regiones con la esperanza de encontrar un mejor futuro. La Iglesia reconoce bien los problemas creados por esta situación y está comprometida a esforzarse para desarrollar su propia estrategia pastoral entre estos inmigrantes, con el propósito de ayudarlos a establecerse en su nueva casa y fomentar una actitud de bienvenida entre la población local, con la creencia que la franqueza mutua traerá enriquecimiento para todos.
Los inmigrantes deben ser bienvenidos de manera acogedora que pueda animarlos a formar parte de la vida de la Iglesia, siempre con el debido respeto de su libertad y de su específica identidad cultural.