La UE paso a paso va afirmándose como primer poder económico del mundo. Una de las exigencias que conlleva este hecho es la necesidad de ser competitivos en los mercados económicos; para conseguirlo nada mejor que procurarse mano de obra inmigrante, obligada a vender su capacidad productiva. Así vienen hoy a España africanos, asiáticos y sudamericanos por «lo que quieran los señoritos».
Almería a 28 de Octubre de 2004.
CASA DE CULTURA Y SOLIDARIDAD
España, hace cuarenta años fue país emigrante. Hoy es un país receptor de trabajadores inmigrantes…
La UE paso a paso va afirmándose como primer poder económico del mundo. Una de las exigencias que conlleva este hecho es la necesidad de ser competitivos en los mercados económicos; para conseguirlo nada mejor que procurarse mano de obra inmigrante, obligada a vender su capacidad productiva. Así vienen hoy a España africanos, asiáticos y sudamericanos por «lo que quieran los señoritos».
Un día, no lejano, los obreros y campesinos españoles vivieron el Tercer Mundo de las emigraciones en ese triángulo de opresión que fueron Madrid, Euskadi y Cataluña, enriqueciendo estas regiones.
Hoy los inmigrantes vienen, como siempre, a enriquecer las tierras a las que llegan. Se estima que Europa necesita 44 millones de inmigrantes hasta el 2050 para mantener su crecimiento y sus pensiones.
Miles de inmigrantes han perdido su vida este año en el paso del Estrecho. Miles se han visto obligados a retornar y muchos miles, trabajando en Andalucía, Madrid, Levante… con salarios por debajo del mínimo legal para mayor beneficio de la economía española.
Las inmigraciones de hoy demuestran el salvajismo de la UE y de España en particular. Afirmamos que la inmigración es una de las manifestaciones de la guerra fuertes-débiles que hay planteada actualmente, a nivel mundial.
En España, partidos y sindicatos asumen ya el discurso de la necesidad de la inmigración, pero no se plantean (porque no interesa) qué causas están provocado el empobrecimiento de países como los sudamericanos o africanos con abundante riqueza en materias primas y que obliga a huir del hambre a miles de personas. No se cuestiona de fondo el coste tan elevado para los países empobrecidos, ni el desenfrenado nivel de vida y de consumo de nuestros países enriquecidos.
Ante el problema de la inmigración no es válido actuar sólo para mejorar las condiciones de vida de los que vienen a trabajar (es lo menos que se puede ofrecer, una vida digna). Es preciso plantear abiertamente actuaciones eficaces contra las causas que generan esta situación, con un cambio estructural que permita el desarrollo de los países empobrecidos, productores de inmigrantes.