El último Informe de Libertad Religiosa en el mundo plantea que el 61% de la población mundial vive en países donde no hay libertad religiosa. En los dos últimos años, la libertad religiosa se ha deteriorado en más de la mitad de países que ya padecían graves violaciones. Los regímenes autoritarios se erigen como la peor amenaza a la libertad religiosa al afectar al mayor número de personas en el mundo.
También en los regímenes de democracias formales como el nuestro, el sistema global neocapitalista regido por el lucro y el poder, pretende imponerse por cualquier medio a toda la sociedad. Y lo hace mediante leyes inicuas que se quieren imponer a la conciencia de toda la población. Esto supone también una violación de la libertad religiosa y de conciencia.
Diferentes lobbies del sistema neocapitalista están forzando un adoctrinamiento político de la población.
Existe una estrategia de persecución política, social y mediática, fundamentalmente a través de importantes medios de comunicación, públicos incluidos, que están haciendo una labor de propagar un discurso de odio hacia lo cristiano y los cristianos, cuando estos intentan mantener una postura de libertad de conciencia y de afianzamiento de la libertad religiosa manifestada en vivir y expresar la coherencia de la doctrina y de la fe.
Se han hecho campañas de acoso intentando impedir que cada persona pueda afrontar sus diversas situaciones existenciales buscando ayuda y acompañamiento en las personas e instituciones que les merecen confianza, entre otras, las de la Iglesia.
Todo ello ha supuesto que muchas personas se hayan planteado la necesidad de hacer objeción de conciencia ante determinadas leyes. Una objeción que las convierte en delincuentes porque la regulación que se ha hecho de estas leyes ni siquiera la tienen prevista la objeción o la excluyen directamente.
Tenemos testimonios muy recientes de esa objeción a leyes injustas. En Estados Unidos a Scott Warren Daniels, de la asociación “No más muertes”, se le ha juzgado por ayudar a inmigrantes proporcionándoles agua, comida, camas y ropa limpia en el corredor de Ajo, en Arizona, en 2018, y se enfrente a una condena de 20 años de prisión por esa actuación en conciencia.
Ante estos atentados contra los derechos humanos defendemos el deber de ejercer el derecho a la libertad religiosa y de conciencia y, por tanto, el derecho a una auténtica objeción de conciencia que permita desarrollar las actividades adecuadas para defender los derechos humanos vulnerados.
Creemos fundamental el esfuerzo en trabajar por una defensa honrada de los derechos humanos y por el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y a la libertad religiosa, como base para un sistema democrático. Porque la libertad religiosa es un barómetro del resto de derechos. Cuando falta la libertad de conciencia y religiosa en un país, tenemos un indicador claro de que están faltando otras libertades.