La misionera que denunció el tráfico de órganos, presionada a dejar Mozambique

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La hermana Maria Elilda dos Santos, consagrada católica laica que había denunciado el presunto tráfico de órganos en Mozambique, salió del país el pasado martes advirtiendo que había sido «presionada» a hacerlo así por las autoridades locales. En declaraciones a la agencia televisiva «Rome Reports», el padre Avallone revela que las religiosas ya han recibido 190 mil firmas de apoyo de todo el mundo. Sin embargo, siguen apareciendo cadáveres de jóvenes «absolutamente vaciados» y aseguran que la policía no hace lo suficiente.

NAMPULA, martes, 18 mayo 2004 (ZENIT.org).- La hermana Maria Elilda dos Santos, consagrada católica laica que había denunciado el presunto tráfico de órganos en Mozambique, salió del país el pasado martes advirtiendo que había sido «presionada» a hacerlo así por las autoridades locales.

Dos Santos declaró a la agencia portuguesa «Lusa» que había recibido una carta del gobernador de la provincia septentrional de Nampula, donde ella había trabajado durante nueve años, pidiéndole que abandonara Mozambique.

«He sufrido distintos métodos de presión muy fuerte», afirmó. «Para mí ya no había condiciones para permanecer en Mozambique», admitió la brasileña, quien anunció que regresaba a su país de origen.

Según se supo en febrero, un informe redactado por las religiosas de las Siervas de María en Nampula –llevan treinta años de misión en este lugar–, entre las que había cuatro religiosas españolas y la brasileña, denunciaba a las autoridades locales «secuestros y asesinatos de múltiples personas, muchas veces niños, víctimas de una red de tráfico de órganos».

La situación del convento – entre la finca donde son conducidas las víctimas y el aeródromo donde presuntamente se trasladan de noche las cajas con los órganos para sacarlos del país – , habría permitido a las monjas reunir información sobre estos crímenes.

El informe recoge que la hermana Maria Elilda investigó por los barrios de Nampula: «Llegó a descubrir un lugar en la ciudad en el que había un cadáver al que habían extirpado los ojos, el corazón y los riñones, junto a material quirúrgico». La religiosa lo grabó todo en vídeo y tiene fotos, también de otras sepulturas clandestinas.

El mes pasado, en Roma, el padre Claudio Avallone y el padre Benito Fusco, sacerdotes de la misma congregación, respaldaron a las religiosas y denunciaron que desde 2001 habían desaparecido de la diócesis de Nampula «más de cien menores, muchos de los cuales han sido hallados en nueve fosas comunes con los cuerpos vacíos de sus órganos, sin que las autoridades a las que ha sido denunciado lo ocurrido hayan investigado y castigado a los responsables».

En declaraciones a la agencia televisiva «Rome Reports», el padre Avallone revela que las religiosas ya han recibido 190 mil firmas de apoyo de todo el mundo. Sin embargo, siguen apareciendo cadáveres de jóvenes «absolutamente vaciados» y aseguran que la policía no hace lo suficiente.

Amenazadas de muerte, las Siervas de María en Nampula ya han escapado al menos a cuatro emboscadas por su denuncia.

El pasado febrero, una misionera brasileña luterana de 53 años, Doraci Edinger, quien también había denunciado el tráfico de órganos relacionado con niños, fue hallada muerta frente a su casa en Nampula. Dos Santos afirma que su desaparición está relacionada con las acusaciones.

Igualmente en marzo la provincial de las misioneras Combonianas de Mozambique, la hermana Angelina Zenti, hizo un llamamiento para «romper el silencio» sobre la desaparición de los niños, víctimas de los traficantes de órganos.

Maria Elilda dos Santos advirtió el viernes pasado en declaraciones a la prensa la «connivencia de las autoridades locales en relación a este crimen», y alertó de que a pesar del creciente número de denuncias y del aumento del interés internacional por el caso, la situación en Nampula «se está agravando».

La próxima semana la misionera viajará al Parlamento Europeo para pedir el apoyo de la UE en la investigación de estos casos.