La nueva esclavitud

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La esclavitud parece ser una situación que los hombres se niegan a desterrar, ya que ha estado presente en todas las épocas de la historia, sin excepción, y hoy día en pleno siglo XXI sigue enquistada y vigente, adoptando modalidades y formas diferentes. Unas veces son burdas y evidentes y otras más sofisticadas y sutiles, pero ahí está, más presente que nunca y tal vez más injusta y despreciable

Antiguamente los esclavos eran prisioneros de guerra o bien simplemente los secuestraban para ser vendidos como fuerza de trabajo, justificando su presencia con la idea de que eran seres inferiores, cosas, mercancías o propiedades que se podían comprar y vender. En ese entonces nadie la consideraba inmoral y mucho menos se pensaba que era algo reprobable o que atentaba contra la dignidad de la persona.

Cuando finalizó la Primera Guerra Mundial, la Liga de las Naciones se preocupó por erradicar cualquier forma de esclavitud y maltrato a las personas y al término de la Segunda Guerra Mundial, en 1948, se proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la que se consideraba la esclavitud como una de las formas más vergonzosas de violación a dichos derechos.

No obstante, a pesar de que la historia de la esclavitud está llena de pasajes tristes, oscuros e infames y de que oficialmente haya sido abolida, actualmente permanece como un cáncer maligno, que se reproduce de mil maneras sin importar la situación económica de los diferentes países o mejor dicho favorecida por un modelo económico neoliberal, a todas luces injusto, que es caldo de cultivo para su desarrollo.

El mundo entero parece estar en recesión y cada vez se acentúan más las desigualdades. Es un mundo con problemas de hambre, pobreza, contaminación, terrorismo, narcotráfico y drogas; y los seres humanos están repitiendo las barbaridades del pasado con una enorme crueldad, para luego exhibirlas en los medios de comunicación como noticia, como temática de novelas, películas o estilos de vida y la esclavitud, como una de esas barbaridades del pasado, está prosperando cada vez más en nuestra sociedad enferma y decadente.

Normalmente cuando alguien escucha la palabra esclavitud siempre imagina países pobres y subdesarrollados, con grandes carencias económicas, sociales y culturales. Sin embargo, sólo hay que mirar con cuidado para darse cuenta de que está presente en nuestra vida diaria, al lado nuestro y con la que convivimos casi sin darnos cuenta.

La economía neoliberal, que los líderes de los diferentes países se empeñan en mantener, ha producido un aumento alarmante de desempleo y la ausencia de trabajos dignos y bien pagados. Al trabajador actual se le esclaviza legalmente obligándolo a trabajar largas horas, con un enorme nivel de estrés, sin prestaciones, ni esperanza de tener una vejez asegurada ya que las empresas se encargarán de despedirlo antes de que adquiera antigüedad y contratarán a otros esclavos con menor sueldo y peores condiciones.

Es esa misma economía la que está propiciando una educación pobre, sin contenidos y diseñada únicamente para preparar empleados que no piensen ni cuestionen su triste condición de esclavos modernos. Todas las luchas que en el pasado se tuvieron para lograr condiciones dignas en el trabajo, parecen haberse quedado en el olvido y ya no sólo no se respetan, sino que la situación es ahora mucho peor.

Por otro lado, y en otro nivel de esclavitud, prolifera la trata de personas, la prostitución, el trabajo infantil o el de ancianos que no tienen pensión a pesar de haber trabajado toda su vida; y muchas formas otras formas de sometimiento que son una vergüenza para cualquier sociedad. Cada vez hay más trabajos sin salarios y gente que los realiza porque no tienen otra opción. En este grupo están los camareros, los valet parking, los que trabajan en las gasolineras y todos los que viven de una u otra forma de las propinas que buenamente puedan darle los clientes.

El papa Francisco aludía a la situación de Grecia en unas palabras que me parecieron muy hermosas: La dignidad de la persona debe permanecer en el centro de cualquier debate político y técnico así como a la hora de tomar decisiones responsables.

Y es que de eso se trata, de volver a una sociedad con valores y socialmente justa, que defienda la dignidad de la persona por encima de todo. Una sociedad que eduque ciudadanos pensantes, responsables y buenos y que respete los derechos humanos. La esclavitud, en cualquiera de las formas con las que la modernidad la disfraza, denigra al ser humano y supone la peor vejación para cualquier sociedad.

Autor: Petra Llamas García
Fuente: La jornada Aguascalientes