El capitalismo se define por estar en crisis, se reinventa permanentemente, en un proceso en el que unos pocos sacan provecho y otros quedan apartados en las cunetas de la historia.
Este ha sido un proceso repetido en la historia económica y social, sobre todo desde el siglo XX. Las crisis económicas del capitalismo eran descritas por Rosa Luxemburgo[1] de esta manera: “Todos sabemos cómo aterroriza el espectro de la crisis comercial a cualquier país moderno: la manera de anunciarse el advenimiento de dicha crisis es, de por sí, significativa. Después de unos cuantos años de prosperidad y buenos negocios, empiezan a aparecer vagos rumores en los diarios; la Bolsa recibe algunas noticias poco tranquilizadoras de ciertas quiebras; las indirectas que lanza la prensa se vuelven más específicas; la Bolsa se pone cada vez más aprensiva; (…) por último, las noticias de bancarrotas y cierres caen como gotas de agua en un chaparrón” (Rosa Luxemburgo, 1917).
Ya en el siglo XX aparece en este sentido la idea de la destrucción creativa, que en economía es un concepto ideado por el filósofo-sociólogo alemán Werner Sombart y popularizado por el economista austriaco Joseph Schumpeter[2] en su libro Capitalismo, socialismo y democracia (1942). En él se describe el proceso de innovación que tiene lugar en una economía de mercado en el que los nuevos productos destruyen viejas empresas y modelos de negocio. «El proceso de Destrucción Creadora», escribe Schumpeter con mayúsculas, «es el hecho esencial del capitalismo”.
Lo que suele suceder en este tipo de procesos es que, en la cresta de la ola, se sitúan los más poderosos, gobernando y timoneando los procesos.
Hagamos un repaso de cómo llegamos a la crisis financiera de 2008 y sus consecuencias. Es importante entender este antecedente cercano para comprender mejor lo que está pasando.
Después de la II Guerra Mundial
El Pacto Social Capital-Trabajo (del que fue excluido el Tercer Mundo)[3] que había existido después de la II Guerra Mundial se rompió, debido a la imposición del poder del capital sobre el trabajo, en concreto de las grandes compañías multinacionales, que en EEUU (y también en otras economías enriquecidas) se conoce como la Corporate Class.
El Pacto Social había posibilitado el elevado crecimiento económico desde 1945 hasta mediados-finales de los años setenta en los países enriquecidos del Norte. En el sector industrial, el pacto daba lugar a convenios colectivos de cinco años, inicialmente firmados por el Sindicato del Automóvil (United Autoworkers Union, UAW) y las tres compañías de automóviles de EEUU, y que se convertían en el punto de referencia para el resto de los convenios colectivos en tal sector.
Durante[4] gran parte de la mitad del siglo XX, los salarios estaban ligados a la productividad, de manera que el crecimiento de ésta determinaba el crecimiento correspondiente de los salarios. Durante aquel periodo, la riqueza creada por el aumento de la productividad se distribuyó a todos los sectores. Desde 1949 a 1979, el incremento de la renta del decil inferior fue de un 116% y el de la del decil superior fue de un 99%.
Esta situación cambió durante la Administración Carter[5], cuando el Gobernador del Banco Central Estadounidense, Paul Wolcker provocó una recesión[6], aumentando los intereses bancarios, induciendo un elevado desempleo y bajada de los salarios. El argumento utilizado “es que había que reducirlos a fin de controlar la inflación”. En realidad, significaba un cambio en las relaciones de poder, que dio origen a unas políticas fiscales y económicas que claramente beneficiaron a las rentas de capital y a las rentas más elevadas. Fue el fin del llamado Pacto Social, y ello determinó que a partir de entonces los crecimientos de la productividad no se tradujeran en un crecimiento paralelo de los salarios. La riqueza creada por el aumento de la productividad pasó a beneficiar primordialmente a las rentas del capital y a las rentas superiores. En esta época la información pasaba a ser la fuerza productiva más importante. a la par que se producía un declive de la mano de obra industrial.
Del periodo 1970 a 2005, el 5% de la población de renta superior incrementó su riqueza un 81%, el 20% de la población de renta superior un 53%, el 20% de la población con menor renta vio descender su renta un 1%. [7]Y ello fue consecuencia de que los salarios descendieran o se estancaran durante aquel periodo, tal como han documentado los informes The State of Working America” del Economic Policy Institute. Es este descenso el que determinó el gran endeudamiento de las familias, que originó el enorme crecimiento de la banca. La financiarización de la economía (es decir, la gran extensión del sector financiero en la economía) se explica precisamente por el gran endeudamiento de la población. Endeudamiento que era posible por el elevado precio de la vivienda, y la mayor facilidad de tal endeudamiento.[8]
La práctica agresiva de promoción del endeudamiento por parte de la Banca llegó también al fenómeno de las hipotecas basura que se supone que son el origen de la crisis financiera. A esto se añadían las distintas burbujas que existían en Europa, también las inmobiliarias.
La crisis financiera de 2008 trajo consecuencias de todo tipo. Una de ellas la mayor deuda de los países empobrecidos y los países del Sur de Europa. Tras el colapso de la economía en el 2008, se hizo bajar los tipos de interés a cero y se dejó crecer el endeudamiento de forma desorbitada, sobre todo para luego rescatar a las entidades financieras y grandes empresas multinacionales mientras la sociedad y el empleo se hundía.
Del 2007 al Covid-19
Tras repasar la historia de la expansión de la deuda en la economía mundial en el siglo XXI es lógico temer y esperar otras crisis.
En las primeras décadas del nuevo siglo se produjo una explosión de deuda en el sector privado del 20% al 37% impulsado por la desregulación bancaria, la globalización financiera y tipos de interés muy bajos. Esto provocó una catastrófica crisis hace exactamente diez años. En los cinco años anteriores de la crisis del 2008, según los datos del IIF (Instituto de Finanzas Internacionales), la deuda de los consumidores subió de 20 a 37 billones de dólares a escala mundial. La deuda en el sector bancario pasó de 30 billones en el 2003 a 58 billones de dólares el año 2018 y la de las empresas no financieras, de 26 billones a 46 billones.[9]
En octubre del 2008, tras el colapso de las llamadas hipotecas basura en Estados Unidos, un ataque de miedo colectivo paralizó los mercados financieros globales. Para evitar que esto desembocara en una depresión económica, fue necesario no solo bajar los tipos de interés hasta cero o menos, sino también dejar crecer la deuda pública para amortiguar el golpe. La deuda la siguen pagando los más pobres. En forma de desempleo, salarios de hambre, financiaciones abusivas de servicios básicos e inestabilidad política (caos) que propician un avance al totalitarismo.
Como ejemplo de las consecuencias económicas decir que los estadounidenses nacidos a mediados de la década de 1980 han acumulado un patrimonio 34% inferior de lo que se preveía tomando en cuenta lo ocurrido con las generaciones anteriores, según estimaciones de la Reserva Federal de San Louis.
Se instauró a nivel mundial la precariedad, la poca capacidad de ahorro, y el crecimiento de la economía de plataformas bajo demanda, haciéndonos a unos esclavos de los otros. Se estableció el consumo como satisfacción de una demanda instantánea, en las sociedades enriquecidas.[10]
Hemos de recordar aquí la teoría del llamado capitalismo del desastre definido así por la canadiense Noemi Klein. Según ella este capitalismo insta a los Gobiernos, inducidos por las grandes empresas, a aprovechar las crisis económicas, las guerras, las catástrofes naturales, las epidemias y los ataques terroristas para llevar a cabo todo tipo de medidas a favor del capital, la desregularización y, en definitiva, el capitalismo sin cortapisas, pero que incluye un control de la población, social y político.
Noemi Klein (hablando sobre la actual situación COVID) afirma que, en situaciones de crisis como desastres o pandemias, la ciudadanía puede perder mucho: las élites aprovechan esos momentos para aprobar reformas impopulares que agravan las divisiones económicas y sociales. N. K. afirmaba que: “Esta es una crisis global que no respeta fronteras. Por desgracia, los líderes en todo el mundo están buscando la forma de explotarla. Así que nosotros también debemos intercambiar estrategias”
A este momento histórico llegaron numerosas empresas multinacionales bastante saneadas y con las arcas llenas. Muchas de ellas obtuvieron después de 2008 amplias financiaciones gubernamentales, de forma directa o indirecta, algunas más de una vez fueron rescatadas en bolsa. Las más encaramadas en la cresta de la ola, se habían preparado para un proceso de cambio tecnológico, que el Covid-19 no ha hecho más que acelerar, profundizando en la brecha entre capital-trabajo.
Este pequeño recorrido nos demuestra que la actual crisis del COVID-19 está dentro de esta estrategia de transformación e imposición del capital.
¿Quién pagará la recesión económica desencadenada por el COVID-19?
Las consecuencias de la propagación del virus son desastrosas desde el punto de vista económico y social, sobre todo para los más empobrecidos, en forma de deuda y desempleo.[11]
Estamos ante un escenario donde se destruirán, miles de empresas y empleos, en todo el mundo. Y en lugares donde no había ni si quiera empleo regularizado, habrá otras consecuencias más graves. Para unos pocos privilegiados ha sido una “gran oportunidad”. Incluso algunos lo aprovecharon apostando a la baja en las bolsas. Siempre, en toda crisis, se redistribuye el capital entre los de arriba.
El desencadenamiento de los distintos rescates, va a multiplicar la deuda de forma considerable en los países más empobrecidos o ya muy endeudados, ver gráfica entre 1970-2018). Esta es la gran losa que tendrán que soportar los más empobrecidos.
Si en Europa se produce una tormenta de cierre de empresas y desempleo (España tiene un 25% de economía sumergida), en los países donde no hay protección social ni empleo formal, las circunstancias se agravan considerablemente.
Las medidas de paralización total o parcial provocadas por la pandemia han afectado a casi 2.700 millones de trabajadores, es decir, al 81 por ciento de la fuerza de trabajo mundial. La recuperación de la actividad productiva del sistema capitalista va a dejar a millones de trabajadores y familias en la periferia, descartados o en la precariedad.[12]
Quienes deberán enfrentarse a una reducción drástica y arrolladora de recortes salariales, a mayores niveles de explotación o esclavitud, o al despido, son los 1.250 millones [13]de trabajadores empleados en múltiples servicios: de alojamiento y comidas, las industrias manufactureras, el comercio, transportes, actividades inmobiliarias y actividades administrativas y comerciales, que representan casi el 40 por ciento de la fuerza de trabajo mundial.
El hecho de que gran parte, entre el 50% y 60% de la economía sea informal (sin contrato laboral), hace que la mayoría de los trabajadores del mundo no pueda contar con medidas de apoyo en caso de cierre por confinamiento.
En las zonas más enriquecidas, mientras el parón se sucede, las grandes beneficiadas son las plataformas tecnológicas[14] de entretenimiento (que recogen todos nuestros datos del confinamiento); así como las farmacéuticas, y las grandes empresas del sector sanitario y biológico. Todas ellas saldrán de esta crisis con más fuerza, con capacidad para fagocitar a los pequeños o a los que se encuentren más debilitados por los efectos del “virus”, económicamente hablando.
Por otra parte, el juego por internet e incluso la pornografía infantil[15] han crecido como industrias ultra destructivas durante el confinamiento. Toda una conjura contra el ser humano y la familia, en forma de ensayo sociológico y con la lógica de una economía que mata[16], de una economía que controla y somete.
Fin de Pandemia X (XI)
Alberto Mangas y Carlos Llarandi
[1] Militante del Partido Socialdemócrata del Reino de Polonia, también militó en el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), hasta que en 1914 se opuso a la participación de los socialdemócratas en la Primera Guerra Mundial, por considerarla un «enfrentamiento entre imperialistas»
[3]Aquí se produce la definitiva separación entre la clase trabajadora del norte y los empobrecidos del sur.
[4]Las causas de la crisis mundial actual
[5]Administración del presidente Jimmy Carter- 20 de enero de 1977 – 20 de enero de 1981
[6] Paul Volcker, el hombre que susurraba a la inflación
[7]Vicens Navarro “Las causas de la crisis mundial actual” 12/2009
[8]Como forma de esclavitud de las familias que cada día se hunden más en la precariedad y economía informal
[9] La deuda mundial se triplica en este siglo y ya rebasa el 300% del PIB
[10] Economía de plataformas
[11] El IIF alerta de que la deuda crecerá «de forma dramática» en 2020 por la crisis del coronavirus
[12] [13] 1º de Mayo. Por la promoción del valor del trabajo
[14]Para el Nasdaq no hay pandemia
[15] Coronavirus: el dramático incremento del consumo de pornografía infantil en el confinamiento por el covid-19
[16]Luchar por la Justicia es luchar por la paz (Comunicado Navidad 2022)