Los partidos políticos han visto en las cajas una forma de financiarse y de concederse privilegios para ellos y sus amigos
Asistimos en nuestro país a la desaparición de las Cajas de Ahorros, instituciones con una larga historia. Crecieron por el ahorro de millones de trabajadores. Un ahorro generado por la riqueza del trabajo y que fue utilizado por los vencedores de la guerra, la oligarquía industrial y financiera, de la mano de Franco para reconstruir una España rota por la guerra.
A través de los coeficientes de inversión obligatoria de las Cajas, las cotizaciones al Sindicato Vertical y al Mutualismo Laboral, el pueblo tuvo que aportar obligatoriamente a la reconstrucción del país. Mientras que en España se producía una huelga de capitales. Toda la riqueza que eso generó no fue restituida al pueblo sino que se entregó a un sindicalismo vendido que convenía a la clase dirigente, y sirvió para crear las grandes multinacionales españolas que fueron a recolonizar Iberoamérica.
Los partidos políticos han visto en las cajas una forma de financiarse y de concederse privilegios para ellos y sus amigos. No hay más que ver quien ha ido ocupando los cargos de las Cajas, el destino de los créditos y los sueldos de escándalo que se han concedido. Y ahora, en esta nueva fase del capitalismo financiero internacional que no conoce fronteras, las cajas han sido entregadas en manos de los mejor posicionados.
En la mayoría de los países europeos donde se llevó a cabo la privatización de las cajas, como por ejemplo en Reino Unido, la experiencia ha demostrado que se produjo una concentración del poder económico que restringió el crédito a las pequeñas y medianas empresas y familias. Igual ha ocurrido en Italia, Austria, Suecia o Finlandia. Aquí, en España, las pequeñas empresas dependen del crédito bancario más que en otros países. Curiosamente en Alemania, las cajas de ahorro siguen existiendo como tales.
El PSOE traidor a los pobres y a sus principios, ha llevado a cabo una reforma que continúa el PP con el apoyo de los partidos parlamentarios para concentrar el poder bancario y financiero en unas pocas manos. Con ello, aumentará el robo y el empobrecimiento de la población. No es de extrañar que en España, donde la banca tiene más poder junto con las constructoras, sea el país de la Unión Europea con mayor nivel de paro. Un enriquecimiento que se va a producir, como siempre, haciendo que paguen los que menos tienen. Con ayudas públicas cuantiosas que se van a financiar con más impuestos y deuda para las futuras generaciones.
Las Cajas mantenían una especial naturaleza jurídica que era un estorbo para las ansias de codicia de esta élite financiera que nos dirige. Al no ser sociedades anónimas, no tenían accionistas y no podían ser compradas y vendidas. Tampoco podían cotizar en Bolsa ni tenían que repartir dividendos pudiendo dedicar parte de sus beneficios a Obra Social. Además, en sus estatutos se establecía que podían formar parte de la Asamblea tanto los impositores, como los trabajadores y los ayuntamientos. En teoría, aunque no en la práctica, su estructura hubiera permitido una forma más humana de gestionar el crédito. Fuera de las garras que supone la sociedad anónima donde una minoría controla la mayoría de la empresa y donde el capital domina por completo a la empresa a través de los papelitos que son las acciones y del consejo de administración.
La función crediticia al servicio de los interés particulares de unos pocos genera situaciones como las que se está viviendo en estos comienzos de siglo XXI. La autogestión debe llegar al sistema financiero. La función crediticia está destinada a cambios radicales que la hagan pasar de manos particulares (bancos) a función pública en sus diversos planos: nacional, regional, provincial y municipal.