La última bala (niños refugiados)

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Si cuarenta mil niños sucumben diariamente en el purgatorio del hambre y de la sed , si la tortura de los pobres cuerpos envilece una a una a las almas y si el poder se ufana de sus cuarentenas o si los pobres de solemnidad son cada vez menos solemnes y más pobres ya es bastante grave/ que un solo hombre o una sola mujer/ contemplen distraídos el horizonte neutro…pero en cambio es atroz/ sencillamente atroz/ si es la humanidad la que se encoge de hombros”

El número de niños buscando asilo en Europa ha aumentado un 74%. De enero a julio, 106.000 niños solicitaron asilo en Europa. Y esta cifra no deja de aumentar. Emigrantes y refugiados, huérfanos y perseguidos a causa de las bombas del hambre y de las otras en su odisea hacia Europa. Y más de 50.000 menores no acompañados procedentes de México y Centroamérica han llegado a EEUU en los últimos ocho meses. Muchos son devueltos pero otros muchos están en un limbo migratorio, con amenaza de deportación

Como Hanin de 16 años y que vive en Austria. Dejó Siria con 13 años después de que una bomba destruyera su casa. Dos años en Estambul y después viajando por Europa, solitaria o apoyada por extraños, hasta llegar a Austria. “Quiero que se dispare la última bala”, declaró, “aunque sea contra mí. Quiero que sea la última. Y quiero que la gente me oiga.”

En Ceuta y Melilla saben bien de esto. Cada día casi media docena de menores cruzan la frontera melillense “arropados” por traficantes y sin compañía familiar. Familias desesperadas por no poder ni siquiera tocar el puesto fronterizo español, pagan para que gente marroquí “haga de familia” y así cruzar la frontera con refugiados sirios a cambio de varios cientos, o miles de euros. Buen negocio. Mientras unos respiran, otros se ahogan. Por ejemplo, los 40 menores que, viajando en la bodega cuando el barco zarpó, fueron obligados a pagar para poder subir a cubierta y poder respirar hasta que fueron rescatados a finales de agosto en Catania.

¿Menores?

Quizás entre muchos de los menores que llegan estén los “señalados o escogidos” por su familia para “saltar” a Europa y que su dinero – éste sin fronteras- pueda llegar a su familia en el país de origen. Un proyecto migratorio -igual al de los adultos refugiados o inmigrantes- cuyo eje central no es ninguna invasión sino el deseo pacífico de la incorporación al mercado de trabajo, el ahorro de dinero y el envío de remesas a las zonas de origen.

“Nadie debería impedir “crear para cada niño portador del genio de Rafael o de Mozart, las condiciones económicas, políticas y culturales que le permitieran realizar todas sus posibilidades” según decía y soñaba Roger Garaudy.

Seguirán llegando niños y niñas mientras la cooperación internacional al desarrollo, sigue siendo una de las más grandes hipocresías que más se vende políticamente.

Si al cruzar nuestra mirada con estos niños o jóvenes –muchos de ellos en riesgo– no queremos avergonzarnos, habrá que apostar por el trabajo en las comunidades de origen, especialmente con la población joven en el campo educativo y laboral. Y menos en políticas de seguridad. Y eso pasa por el reconocimiento del fracaso de la falta de políticas de cooperación y la necesidad de encararlo de manera preventiva, multilateral, multidimensional y sostenida en el tiempo -como pide el papa Francisco- con respuestas que atiendan a las causas estructurales que impulsan a tantos a escapar de la miseria e inseguridad que les ha tocado vivir. Los adultos y los niños seguirán viniendo y seguiremos siendo egoístas sin inteligencia porque seguiremos sin comprender que nuestro desarrollo y nuestra seguridad se basa fundamentalmente en el desarrollo de aquellos países de donde vienen. Y mientras tanto, ¡tanta muerte -tanta- y una sangría de vidas en el cruce de fronteras!

La prioridad ahora es salvar vidas del hambre y de la guerra. Pero para salvar y asegurar también las de mañana habría que empezar – ¡desde ayer!- por salvar y asegurar las vidas de todos, especialmente las de los niños y de los jóvenes refugiados en sus países de origen… Porque es “sencillamente atroz si es la humanidad la que se encoge de hombros” mientras espera la última bala.

Fuente: Antena Misionera ( * Extracto)