La última batalla del lobby gay

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No hay duda. La batalla cinematográfica del lobby gay ha sido un rotundo éxito. Ha durado poco más de una década, ha sido paciente y discreta, sin prisa pero sin pausa, sin alardes ni escándalos. El resultado: un cambio social sin precedentes.

AHORA la BISEXUALIDAD

Por Juan Orellana
Iglesia Digital

No hay duda. La batalla cinematográfica del lobby gay ha sido un rotundo éxito. Ha durado poco más de una década, ha sido paciente y discreta, sin prisa pero sin pausa, sin alardes ni escándalos. El resultado: un cambio social sin precedentes. Hoy nadie se sorprende al escuchar en una tertulia de amigos cinéfilos que los personajes de Juda Ben-Hur y Mesala (Ben Hur, 1959) se profesaban una mutua atracción homosexual, así como los protagonistas de La soga de Hitchcock.

Ya nadie se extraña de que en cualquier película haya un personaje gay que encarne los valores más positivos y solidarios del film. Incluso son ya muchos los que no fruncen el ceño al leer por doquier que a Cary Grant le volvían loco los hombres atractivos y apuestos. De hecho, la batalla gay comenzó precisamente sacando del armario a personajes emblemáticos del imaginario colectivo. ¡Y quién representaba mejor los valores del galán y caballero, es decir, del varón, que Cary Grant!

Pues bien, ganada esa importante batalla, ahora hay síntomas de que comienza otra que supondría un paso más hacia el caos: la reivindicación de la bisexualidad. Y la estrategia se repite, a la vista de sus espléndidos resultados anteriores. Se trata de sacar a la palestra cinematográfica, personajes de renombre histórico y mostrar a las claras su presunta bisexualidad. ¿Para qué entrar en rivalidades de género? Carne y pescado para todos. En el lapso de apenas un mes tenemos tres memorables ejemplos. El primero cronológicamente es De Lovely, una película de Irwin Winkler que recrea la vida del gran músico Cole Porter, al que homenajeó José Luis Garci con su excelente You´re the one. Se trata de una película musical llena de oficio y buen cine. En ese envoltorio espectacular se desarrolla la principal trama sentimental del film -columna vertebral de cualquier musical-: Cole Porter, “felizmente” casado con Linda, mantenía permanentes relaciones homosexuales con sus amigos. Linda lo sabía y lo aceptaba, en aras de su amor “incondicional”. Ella “respetaba” la diferencia. Un modelo de pareja para los tiempos postmodernos.

El segundo caso nos viene de Alejandro Magno (Alexander), versión Oliver Stone -el amigo fiel de Fidel Castro-. Aquí también se subraya el amor platónico que nuestro héroe profesaba por el hipermaquillado Hefestión, su sirviente, a pesar de que Alejandro se casó con Roxana y mantenía apasionadas relaciones con ella. Por último, una de las películas favoritas de los Oscars, El aviador, de Martin Scorsese, nos brinda el tercer ejemplo. En este caso, el personaje histórico es Howard Hughes, magnate del cine, del petróleo y de la aviación civil. Todo un símbolo de una época y de un sueño, el americano, pero expresivo también del lado oscuro y trágico del éxito. Pues bien, este torbellino humano, que encarna Leonardo Di Caprio, tampoco era partidario de liarse con los géneros. Así, estuvo con Katharine Hepburn -antes de su romance con Spencer Tracy-, con Ava Gardner, Bette Davis, Lana Turner, Rita Hayworth,… y con el antes citado Cary Grant, entre otros. Es cierto que esta película no le dedica al sexo la generosidad de secuencias que Oliver Stone le dedica a Alejandro, pero en América es sobradamente conocida la vida promiscua de Howard Hughes como para que pase desapercibida su propuesta “bi”.

En fin, quizá es pronto para saber si estamos ante una nueva estrategia de creación de opinión pública, pero si este va a ser el ritmo de la “campaña” podemos augurarle otro éxito seguro. O tempora, o mores.


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