La verdad contra las ideologías de poder

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A comienzo de año asistí a una conferencia con el nombre “Fundamentalismos cristianos y autoritarismos”. Fue la misma semana que el Cardenal Sarah publicaba el polémico libro sobre el celibato en el sacerdocio. A lo largo de la conferencia escuché “excesivas” afirmaciones contra este cardenal. Por el indigno lugar donde fue arrinconado, me pareció necesario hacer alguna aclaración, recordando que el cardenal Sarah es un reconocido y enconado defensor de la institución familiar, señalando que esta institución está en crisis en los cinco continentes, a pesar de los esfuerzos de la Iglesia Católica.

Recordé su dura confrontación contra las grandes fortunas del 1%, las multinacionales y los fondos de inversión que financian (Global Compact) políticas, como los programas de la ONU, que promueven el aborto (Objetivos de Desarrollo Sostenible). Es decir, recordé su oposición radical y persistente a las políticas malthusianas, en contra de la familia y contra la Iglesia Católica.

Esta intervención creó una larga corriente de intervenciones discrepantes. Solo diré que una de las ponentes de la mesa acabó afirmando: “el cuerpo de la mujer es el lugar donde se expresa el fundamentalismo cristiano”.

Al salir de la conferencia, el diálogo continuó con un matrimonio amigo. Nos preguntábamos como afecta la Ideología de Género a la familia, si oponerse era ser homófobo, si las corrientes feministas como la del 8 de marzo son o no un ataque a la familia o quienes las están impulsando.

Durante esta conversación topamos en un punto nuclear sobre el encuadramiento de los movimientos feminista o ecologista: ¿Qué conciencia política están creando?

A juzgar por los hechos, ambos coinciden significativamente en puntos que los convierten, sin ambigüedades, en corrientes ideológicas del sistema de opresión. Una acusación tan radical merece una explicación.

Primero. ¿Por qué emergen con tanta fuerza a escala planetaria y por qué desde los grandes foros del poder?

¿Qué vinculación tiene GretaThunberg con Global Utmaning, un think tank en el cual están involucrados líderes de lobbies, ejecutivos de empresas energéticas, políticos, fondos buitres de capital verde y exmiembros del Club de Roma? ¿No es casual que haya un gran lobby creado de empresas multinacionales españolas (Sacyr, BBVA, Santander, Mapfre, CaixaBank, Ferrovial, Iberdrola) llamado Grupo Español de Crecimiento Verde que se haya sumado entusiasta a este movimiento.

Segundo. Es como mínimo sospechoso que coincidan las consignas del poder con las de los manifestantes, difundidas viralmente por los engranajes de propaganda, los mass media, las redes sociales -en realidad, privadas y virtuales-, y el cada vez más homogéneo tejido social y funcionarial fuertemente subvencionado.
Tercero. Plantear el tema de la destrucción ecológica del planeta desde la perspectiva del cambio climático es una estrategia brutal de manipulación de la conciencia.

Es una trampa ideológica, que encuadra un problema dejando otros mayores fuera. El ecologismo integral de Laudato Si se aleja de esa trampa, pone al hombre y a los empobrecidos en el centro. La perspectiva de la Iglesia tiene su origen en una cosmovisión basada en “todo el hombre , todos los hombres”, que se opone a la disolución del ser humano por el biocentrismo o la vuelta a un humanismo deshumanizante que lo convierte en el déspota de la creación. Para la iglesia, el ser humano cobra un papel importante al tener que solucionar la crisis del medioambiente al tiempo que la crisis social y no a costa del ser humano, donde las primeras víctimas son los empobrecidos.

Con el actual movimiento feminista del MeToo, del 8-M, si seguimos las migas de pan, desde los orígenes, de sus promotores y objetivos, también encontraremos ”muchas pruebas” de la dirección a donde nos quiere conducir.

Se ha articulado un movimiento ideológico a base de instrumentalizar el sufrimiento de la mujer oprimida, que tiene como eje la misma doctrina que F. Engels divulgó en 1884: “el primer antagonismo de clases de la historia coincide con el antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio monógamo, y la primera opresión de una clase por otra, la del sexo femenino por el masculino… La liberación consistirá en independizar a la mujer de la dominación a la que ha sido sometida durante siglos por la familia tradicional, especialmente lo que se refiere a la maternidad”.

(Actualizando: “el cuerpo de la mujer es el lugar donde se expresa el fundamentalismo cristiano”).

Estos movimientos feministas del siglo XXI, de ideología marxista-liberal están en contra de la propuesta de la familia de Nazaret, de María de Nazaret, esposa de José, madre de Jesús, que es la familia cristiana. No nos referimos a la “familia tradicional”. Nos referimos a la familia cristiana donde aprendemos las cuatro funciones de la familia descritas por san Juan Pablo II: formación de una comunidad de personas, servicio en la vida, servicio en la vida apostólica de la iglesia y dimensión sociopolítica.

No, no es el hombre, ni los hijos ni la familia quien oprime a la mujer. Lo que oprime a hombres y mujeres es un poder político y económico radicalmente injusto. Lo que oprime es un sistema imperialista que planifica el hambre de sus hijos, niños y niñas, hombres y mujeres. El hambre es el primer y mayor problema que tiene la humanidad. ¿Qué lugar ocupa el hambre en esos movimientos ideológicos que lo son a escala planetaria?

La ONU acaba de anunciar que la pandemia del Covid 19 entre los empobrecidos supondrá, a más a más, una «hambruna de proporciones bíblicas«. La falta de alimentos podría afectar a más de 265 millones de personas. ¿Qué cifra exige nuestra conciencia para poner el hambre como primer problema político? El hambre, como la pandemia, no distingue sexos.

Aceptamos, interiorizamos y promovemos estas ideologías porque necesitamos creer que la humanidad avanza y porque necesitamos la esperanza. Nosotros mismos somos los primeros interesados en legitimar estos movimientos; los revestimos “inconscientemente” de atributos libertarios, de manera que surgen espontáneamente, fuera de las instituciones políticas, emanan del pueblo, son horizontales, son una respuesta real, hasta el punto de depositar en ellos “nuestras” expectativas de cambio y con ellas, “nuestras” vidas. De este modo nos convertimos en transmisores de toda la estructura de poder.

El sistema ofrece una ideología donde hace entender que se va avanzando en la respuesta a las necesidades de la vida. La ideología es el puente entre el sistema y la sociedad, es la garantía de la cohesión interna de una estructura de poder totalitario. Por ello, es creciente la identificación del centro de poder con el centro de la verdad.

¿No nos damos cuenta de que ante tanta desigualdad, la ideología se convierte en un sostén cada vez más importante del poder?

Si aceptamos la manipulación y el encubrimiento de la verdad, entonces la pregunta es, ¿Cuál es la verdad? ¿Si el hambre es el primer problema, la respuesta de los poderosos del sistema es el control demográfico? ¿Y si estuviéramos delante de programas de ingeniería social para controlar la demografía? ¿Creemos de verdad que el sistema de poder desprecia la biopolítica?

Este sistema sólo está al servicio del hombre en la medida en que es indispensable para que el hombre esté al servicio del sistema. La aceptación de estas propuestas ideológicas sin cuestionar sus orígenes, su financiación y conocer sus mecanismos de despliegue es el hecho más demostrativo que la sociedad ha aceptado masivamente la manipulación de la conciencia. La pregunta clave es si son o no propuestas del sistema.

Todavía no hemos salido de la cuarentena del Covid 19 y ya hemos empezado a asumir que nada volverá a ser igual. ¿Cómo responderá la sociedad civil y la comunidad política? Los últimos movimientos sociales han demostrado que los poderosos tienen las herramientas para hacernos creer lo que ellos quieran.

El Papa Francisco, el domingo de Ramos proclamaba: “La globalización de la indiferencia continuará amenazando y tentando nuestro andar… Ojalá nos encuentre con los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad”. El Día de la Misericordia lo repitió: “sin una visión de conjunto, nadie tendrá futuro”.

La iglesia ya se ha pronunciado. Hace falta que nos vacunamos contra el adoctrinamiento de los poderosos, de las ideologías de los grandes organismos internacionales y de todos sus lacayos. La caridad política requiere una conciencia que combata las cadenas del imperio, una conciencia política en cuyo centro estén los empobrecidos, para no convertirse en una conciencia alienada de la esclavitud y de la muerte.

Y sí, inevitablemente en demasiados foros, estos análisis son calificados de integristas, negacionistas o conspiranoicos. Avanza el totalitarismo.

Jordi Gaya