Cada 4 de junio el presidente chino recibe una carta. La escriben las familias que perdieron sus hijos bajo las los tanques o por disparos de balas del ejército chino y termina siempre con una pregunta: “¿cuánto tiempo debemos esperar para encontrar justicia?”
Ding Zilin encabeza a un grupo de madres que superan los 75 años de edad, que perdieron a sus hijos en la masacre de 1989 hace 25 años. “Cuenta la verdad, rechaza el olvido, busca la justicia, despierta la conciencia”. Ése es el eslogan de las Madres de Tiananmen que han denunciado al Gobierno de entonces y han escrito decenas de cartas al Partido Comunista Chino y al Gobierno actual para que reconozcan el grave error, pidan perdón y se haga justicia.
Nunca han recibido respuesta. Por ello, y por suponer su desafío constante a la dictadura, han sido sistemáticamente perseguidas por el régimen, han sufrido arrestos, el acoso de la policía, sus teléfonos están pinchados, su correo es controlado, sus casas son registradas periódicamente, vigiladas las 24 horas para que desistan, en estos últimos 25 años.
Los periodistas que se encontraban en Pekín en 1989 y académicos independientes sitúan la cifra en cerca de 3.000 fallecidos. Jiang Yanyong, un médico militar que en 2004 fue detenido por aportar el testimonio del ‘horror’ del 4 de junio, ha certificado que los hospitales se encontraban desbordados por heridos de bala.
Las Madres de Tiananmen intentan organizar vigilias en honor a sus hijos, pero los actos son impedidos por la policía. Para ellas, la única vía de escape es esa carta anual que envían al presidente chino, conscientes de que no obtendrán respuesta. «Seguiremos exigiéndoles justicia y responsabilidad hasta que respondan por sus actos. Una de las mayores crueldades es ver que la gente joven no sabe lo que ocurrió», ‘No quiero morir sin que se haga justicia a mi hijo’ dice Ding, nominada para el Premio Nobel de la Paz en 2003.
El Gobierno chino las acusa de dejarse utilizar por la propaganda extranjera, exigiendo que den carpetazo a la matanza y olviden lo ocurrido a pesar de que algunas de ellas jamás recuperaron el cadáver de sus hijos. «Yo soy afortunada. Sé cómo y dónde mataron a mi hijo de 17 años. Otras no tienen esa suerte», dice Ding. “El Gobierno quiere que nos olvidemos, nos cansemos al hacernos mayores o nos muramos, pero eso no va a ocurrir porque, por amor y honor a nuestros seres queridos, tenemos que resistir hasta que obtengamos justicia por mucho que nos persigan y acosen”, promete Zhang Xianling, quien perdió a uno de sus hijos, de 19 años.
La carta anual de las Madres de Tiananmen, nunca atendida por Pekín, pide que se cree una comisión de investigación, que los resultados se hagan públicos y que se dé a conocer el número de víctimas y sus nombres. Les ofende, por encima de todo, que los dictadores chinos hayan descrito a sus hijos como criminales, justificando su ejecución en la necesidad de salvar la patria de indeseables y preguntan en la carta dirigida a los diputados del Congreso, “¿Pueden escuchar los suspiros de dolor de las familias?”,
Caso a caso, rastreando documentos y a veces con la ayuda discreta de funcionarios comunistas, la organización de víctimas de Tiananmen ha logrado identificar a cerca de 200 muertos. Nadie sabe con certeza cuánta gente perdió la vida durante el desenlace del mayor desafío que ha vivido el Partido Comunista en China.
Durante los juegos olímpicos en Pekín los grandes medios de comunicación silenciaron la negación permanente que hace el gobierno chino a los derechos humanos. Hay un libro escrito por Ma Jian, que relata las manifestaciones y la masacre de Tiananmen y en él relata: “hoy el pueblo chino no hace preguntas, no tiene pasado. Viven en coma, cegados por el miedo y por una prosperidad recién encontrada. El acto de recordar da sentido a la vida. Es un desafío a la tiranía y a la muerte.” Las madres de Tiananmen han pedido a la juventud china que la matanza no se olvide, pero China como Occidente que se mantiene en el silencio cómplice, parece que están en coma, y prefieren vivir con sensación de seguridad y prosperidad. Estas madres son un ejemplo de lucha, perseguidas desde entonces, han abierto una página web que ha sido bloqueada por el gobierno, esta página tiene por primera vez los nombres de los muertos.
Tras la masacre, los principales países y organizaciones internacionales establecieron fuertes sanciones económicas y diplomáticas contra el régimen comunista, pero el castigo económico duró muy poco, ya que, a finales de 1990, se levantaron las sanciones económicas y los intercambios al más alto nivel se reanudaron sin apenas exigencias debido a la creciente importancia del gigante asiático en el orden político global y a los masivos intereses comerciales con la segunda economía del planeta.
El juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno dictó en febrero de 2014 una orden internacional de detención contra el expresidente de China Jiang Zemin (entre 1993 y 2003), y contra Li Peng, (exprimer ministro a finales de los años 80 y principios de los 90), por delitos de genocidio, torturas y crímenes de lesa humanidad contra la población de la región autónoma del Tíbet y China. El magistrado recordó que actuaba en cumplimiento de una orden de un órgano superior y reclamó a Interpol que practicara “gestiones encaminadas para la busca y captura e ingreso en prisión” de los antiguos líderes chinos, que están “en paradero desconocido” para la justicia española. El gigante asiático presionó al Gobierno español para lograr el archivo judicial de la causa por el genocidio en el Tíbet. Las protestas del Gobierno chino, que convocó al embajador español en Pekín, Manuel Valencia, para expresarle su “fuerte malestar”, incluyen la amenaza de represalias económicas. China es la primera potencia comercial del mundo y el segundo tenedor de deuda española en manos extranjeras, con un 20% del total.
Esta presión ha tenido sus frutos y podemos explicarnos la decisión del Gobierno de Rajoy para poner límite a la jurisdicción universal.
En Hong Kong, que goza de un estatuto especial tras su devolución a China en 1987, cientos de miles de chinos se reúnen en vigilia cada 4 de junio para conmemorar el aniversario de la masacre de Tiananmen.
Estos días, con el 25º aniversario, parece que la represión es aún mayor», ha denunciado el subdirector del Comité para la Protección de los Periodistas, Robert Mahoney. Ya en enero de 2006, Google confirmaba que se autocensuraba en China con el único objetivo de cumplir con los requisitos que le imponía el Gobierno de este país si quería disponer de presencia técnica y comercial. China es el país del mundo con mayor número de internautas (221 millones en febrero), la economía con mayor ritmo de crecimiento económico, y por ello los directivos de Google no dudaron en modificar los resultados del buscador web y el buscador de imágenes para no mostrar determinada información, alterar las noticias que aparecen en ‘Google News’, hacer inaccesibles fotografías de ‘Google Maps’, o no hacer nada cuando las autoridades impiden de vez en cuando el acceso a YouTube. Hoy se siguen llevando a cabo prácticas como por ejemplo la de no mostrar en el buscador de imágenes de China las mismas fotografías de Tiananmen que podemos encontrar el resto de los ciudadanos de este planeta.
Autor: Francisco Rey Alamillo