Empresas sin directores ni empleados, ni siquiera seres humanos. Un único edificio en las Islas Caimán es la sede de 18.000 empresas internacionales. Barcos que cambian de bandera una vez en alta mar, para así evadir sanciones de sus gobiernos. Multinacionales compuestas de cientos y a veces miles de empresas.
Bienvenidos a esta especie de «realismo mágico» de las finanzas globales, eje del congreso anual de la Coalición por la Transparencia Financiera que concluye en Lima, Perú.
La coalición, que agrupa a organizaciones que luchan en distintas partes del planeta contra la evasión fiscal, describió a lo largo de tres jornadas la red de paraísos fiscales y empresas fantasmas que aceitan el sistema financiero internacional.
Las estimaciones varían, pero según Luis Moreno, de Latindadd, una de las organizaciones de la coalición, los números de esta fuga de capitales son estratosféricos.
«Las cifras están creciendo año con año. Una estimación conservadora de estos flujos financieros en 2011 es que representaron unos US$947.000 millones en los países en desarrollo, un aumento del 13,7% respecto al año previo», señala Moreno.
«De esta suma a América Latina le corresponden US$116.000 millones», agrega.
Entre las 25 economías con mayores montos de capitales fugados entre 2002 y 2011 figuran siete países de la región: México, Brasil, Costa Rica, Chile, Paraguay, Venezuela y Panamá.
El multimundo
Este mundo financiero paralelo está alimentado por tres arterias: la corrupción, el lavado de dinero (de narcotráfico, armas, personas, etc.) y el comercio global.
Pero contrario a la percepción pública, el lavado de dinero y la corrupción, que suelen atraer todo el interés mediático, son los de menor peso: un 20% del total.
«El comercio mundial representa el 80% del total de esta fuga de capitales. Este comercio está dominado por las multinacionales que constituyen alrededor del 60% de todos los intercambios comerciales globales», indicó Moreno a BBC Mundo.
Según el especialista Ronen Palan, de la City University de Londres, la mayoría de las multinacionales conocidas por su nombre de marca –Google, Amazon, IBM, etc.– «forman un sistema ecológico interno con cientos y hasta miles de compañías registradas en distintos paraísos fiscales, desde la islas Caimán hasta Holanda o Luxemburgo».
La jerga del Paraíso Fiscal
La operativa interna de este «sistema ecológico» de compañías ha generado una jerga propia para describir sus prácticas.
En el «Round Trip» el que viaja de ida y vuelta es el dinero de un inversor, que sale de un país «x» y va a una compañía en un paraíso fiscal que lo vuelve a invertir en el país de origen, pero pagando impuestos «paradisíacos» de tan bajos o inexistentes.
Así, uno de los mayores inversores en el país más poblado de la tierra, China, es una de las jurisdicciones más pequeñas del planeta: las Islas Vírgenes Británicas, de 28.000 personas.
Estas son el refugio favorito de los inversores chinos, los que ponen su dinero en empresas creadas allí, y desde donde son reinvertidos en China pagando menos impuestos en el proceso.
En el «Transfer Pricing» (manipulación de precios de transferencia), como el impuesto se cobra sobre las ganancias y no sobre los costos, la compañía madre tiene costos altísimos de producción en el país donde las tasas a la ganancia son más altas.
Estos costos se inflan por la adquisición de servicios a sus subsidiarias a precios altísimos (préstamos a altísimos intereses, regalías por marcas, etc.).
Y las subsidiarias registran todas las ganancias y como están en paraísos fiscales casi no pagan impuestos.
Un ejemplo típico del «Treaty Shopping» (el comercio de tratados), por su parte, es la manipulación de los tratados sobre doble imposición.
La idea de estos tratados es evitar que una multinacional tribute dos veces: una vez en el país en el que invierte y otro en su lugar de origen.
Pero la manipulación de este tratado consiste en no pagar impuestos en ninguno de los dos lados, simulando ante ambas partes que se paga en la otra jurisdicción.
Mi empresa no tiene ébola
En su página web el gobierno de Liberia en África occidental ofrece servicios financieros.
Estos servicios son la constitución de compañías de todo tipo (bancos, multinacionales, empresas navieras, etc.) bajo un régimen impositivo favorable y regulación nula con absoluto secreto bancario.
Y según el abogado Jack Blum, director de la coalición Tax Justice en Estados Unidos, el mismo gobierno reconoce que la sede central de su servicio no se encuentra en Liberia sino en Estados Unidos.
«Dada la preocupación mundial con el ébola y para dejar en claro que no plantea riesgos de ningún tipo –ni financiero ni a la salud– el mismo gobierno de Liberia dice en su página web que no deben preocuparse por el problema del contagio del virus porque su sede está en Virginia Occidental», le dijo Blum a BBC Mundo
La sede de estos servicios financieros del gobierno de Liberia está en Virginia Occidental desde hace 30 años.
Es decir, abarca el período en que Liberia estaba gobernada por Charles Taylor y era considerada un «Estado paria» por el mismo Estados Unidos.
En 2013, en su informe sobre derechos humanos en Liberia, el Departamento de Estado censuraba entre otras cosas que este país africano no tuviera una ley que penalizara la corrupción.
«¿Cómo puede ser entonces que operen desde Estados Unidos? No es exactamente un secreto, ya que está publicado en la página web», apunta Blum.
«Es un reto a la imaginación que cosas así pasen. Todos los paraísos fiscales plantean este desafío. La industria naviera es un ejemplo», agrega.
Un mar de barcos fantasma
Estados Unidos aprobó en 2012 una batería de duras medidas contra Irán que contemplaban sanciones para cualquier banco o empresa que tuviera relaciones comerciales con el gobierno iraní.
El objetivo era forzar al gobierno a adoptar una postura más flexible en las negociaciones sobre su programa nuclear mediante la presión sobre su principal producto de exportación: el petróleo.
«Irán, que tiene una larga experiencia en esta cuestión de sanciones internacionales, ha usado barcos con bandera de paraísos fiscales y empresas fantasmas que le han permitido seguir exportando petróleo», señaló Blum a BBC Mundo.
Los barcos petroleros cambian de bandera en altamar y los ingresos de las ventas se hacen a nombre de compañías registradas en paraísos fiscales.
¿Cómo cazar fantasmas?
«Todo el mundo usa empresas fantasmas. El Estado, las empresas, los bancos, los individuos», le dice a BBC Mundo otro participante del congreso en Lima, Robert Palmer, investigador de lavado de dinero de Global Witness que forma parte de la coalición.
Estas empresas operan con total libertad en Estados Unidos.
El estado de Delaware, considerado por algunas organizaciones el mayor paraíso fiscal del mundo, es un ejemplo.
Si uno escribe en el buscador de Google «Delaware shell company» (empresa fantasma) se encuentra con unos 867.000 resultados.
«Si en Estados Unidos uno solicita una licencia para conducir o un carné de biblioteca le hacen llenar un formulario con más datos que los que piden para formar una compañía en Delaware», señala Palmer.
«Ahí basta con poner nombre, apellido y teléfono. En diez minutos uno tiene su compañía», agrega.
La gran ventaja de los paraísos fiscales es la opacidad, porque si bien al formar la compañía hay que llenar un formulario con el nombre, como estas firmas no están en un registro público esta información es inaccesible.
Así en las Islas Vírgenes Británicas hay 830.000 compañías para una población de 28.000 habitantes y más de 5.000 empresas por metro cuadrado, que sirven de vehículo para este movimiento continuo de dinero.
Otro ejemplo de desproporción flagrante entre habitante y número de firmas es el de las Bahamas, que tiene unos 300.000 habitantes y 113.000 compañías.
«Muchas pequeñas empresas comienzan siendo eso, un nombre sin más. El tema es que no se pueda saber quién es el dueño. Allí empieza el ocultamiento», dice Palmer.
¿Qué hacer?
Esta pintoresca realidad tiene un fuerte impacto sobre las sociedades.
El director de la Red Justicia Fiscal en América Latina, Jorge Gaggero, calculó que en el caso de Argentina la fuga de capitales de 2012 fue de US$28.000 millones.
«Esto equivale a un 4,7% del PIB o a 20% de la inversión anual del Estado», señaló a BBC Mundo.
El estallido financiero de 2008 puso el tema en el radar mediático y llegó a cambiar la opinión sobre los paraísos fiscales de baluartes del pensamiento ortodoxo como el semanario británico The Economist.
La publicación escribió en febrero de 2007 que «los paraísos fiscales son una parte inevitable de la globalización que en última instancia tiene un efecto positivo y saludable».
Seis años más tarde publicaba un informe sobre el tema y lo ponía de portada de la revista con el titular «El agujero fiscal de US$23 billones».
Esta visibilidad mediática y la aparición de movimientos sociales que han hecho del tema un eje de movilización política no ha logrado, sin embargo, cambios sustanciales.
Pero Jorge Gaggero ve tres instancias de intervención.
«A nivel nacional hay todavía un margen para una mayor fiscalización. Pero además habría que tener políticas conjuntas que todavía no se han formulado. Países como Argentina y Brasil tendrían que aprovechar mejor el espacio que tienen en el G20 para presionar sobre el tema en representación del conjunto de los países de América del Sur», le dijo a BBC Mundo.
«A nivel global el avance es muy lento y muchas veces está enfocado en frenar la evasión en los países centrales, pero sin preocuparse por la evasión que reciben de los países en desarrollo», agregó.
El comunicado final de la cumbre de abril de 2009 del G20 habló del fin de la era de los paraísos fiscales.
Pero pasada aquella hipérbole, la cumbre del mes próximo tratará el tema de las empresas fantasma.
Y las soluciones de fondo aún están lejos.
Autor: Marcelo Justo