Los hijos del plomo

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Miles de niños en el puerto peruano del Callao sufren los estragos de la contaminación producida por la exportación de minerales.
JAIME CORDERO, El País, – Lima –

Yaritza tiene ocho años y, según su madre, no pesa más de 15 kilos. El médico que la revisa periódicamente confirma que ni su talla (apenas supera el metro) ni su peso son los normales para una niña de su edad. La madre no está segura de la estatura pero sí del otro dato que le acaban de proporcionar en el centro de salud de Puerto Nuevo: 15,9 microgramos por decilitro. Es la concentración de plomo en la sangre de su hija. «Ha bajado, antes tenía 28», matiza María Carbajal. «No es una cifra demasiado alta, pero cada cuerpo tiene su idiosincrasia», afirma el doctor al explicar su evidente déficit de crecimiento.

La intoxicación provoca agresividad y retraso en el desarrollo


Yaritza es una niña azul. Y juega, corre y se ríe como si nada le pasara. Como si fuera normal tener ocho años y no pasar de los 20 kilos. Lo que pasa es que casi todos sus amigos padecen lo mismo. Prácticamente toda la población de Puerto Nuevo supera los límites aceptables de concentración de plomo en la sangre. Y los niños son los que más sufren. La última medición realizada en el centro educativo infantil Mi Mundo Feliz arrojó que de 63 alumnos (niños de entre dos y seis años), sólo seis tenían concentraciones inferiores al límite permisible: 10 microgramos por decilitro, según la Organización Panamericana de la Salud. La situación se repite en otros siete colegios cercanos. Algunos niños presentan concentraciones superiores a 60 microgramos. Seis veces más de lo que se requiere para estar intoxicado.


Los maestros son los primeros en darse cuenta de los estragos que el plomo causa en los menores: problemas de aprendizaje, falta de atención, una agresividad desmedida y a veces difícil de controlar. Y también, claro, retraso en el desarrollo. «Trabajar aquí es muy difícil», señala Rosario Salviz, la directora de Mi Mundo Feliz. «En una evaluación psicológica realizada hace tres años salió que muchos niños están bastante disminuidos en su inteligencia. Y a los profesores les cuesta mucho mantener el orden en clase».


Puerto Nuevo es uno de los barrios más deprimidos del Callao. Fue uno de los primeros pueblos jóvenes (asentamientos de chabolas) de Perú y tiene unos 80 años, pero sólo hace menos de una década sus habitantes (alrededor de 1.000 familias) recibieron los títulos de propiedad de sus viviendas y empezaron a gozar de servicios tan básicos como el agua potable y el alcantarillado. Tiene fama de ser una de las zonas más peligrosas del puerto. Entre sus pobladores hay muchos pescadores, obreros y no pocos vendedores de drogas y delincuentes. Todos, sin distinción, son afectados por el plomo que flota en el ambiente y se impregna por doquier. Se trata de uno de los tipos de contaminación más pertinaces que se conoce. Una vez ingerido (por vía digestiva o respiratoria), el plomo tarda entre 10 y 30 años en ser eliminado por el organismo. Se deposita en los huesos y los órganos vitales. Y a la larga, afecta el sistema nervioso central y causa daños renales.


El mineral procede de los grandes depósitos de concentrado de minerales que se ubican en las inmediaciones. En ellos se acumula el material que llega de la sierra central de Perú para ser embarcado en los muelles situados justo atrás de Puerto Nuevo. Y aunque en los últimos años las autoridades se han esforzado en reducir la contaminación, ésta sigue presente.


El problema del concentrado de plomo en el Callao se descubrió en 1998, tras un estudio realizado en seis zonas de Lima. El aire en los barrios más cercanos a los muelles superaba largamente la concentración considerada límite, de 1,5 microgramos de plomo por metro cúbico. La causa se encontró en los 11 depósitos de concentrado de minerales que operaban en las inmediaciones. El material se almacenaba a la intemperie y los residuos de plomo terminaban en el aire y luego depositados en las polvorientas calles de Puerto Nuevo y otros seis barrios cercanos que albergan una población de más de 50.000 habitantes.


«De 11 depósitos que había, ahora sólo quedan dos, eso fue un primer paso, porque lo más grave eran esos locales dispersos y en condiciones deplorables», señala el presidente regional, Álex Kouri. Sin embargo, ésa es sólo una parte del problema. «Cuando uno se reúne con los padres para explicarles, se da cuenta de que también son lentos para entender, eso es porque ellos han nacido aquí y también han sufrido la contaminación desde chicos», comenta la profesora Salviz, que trabaja en Puerto Nuevo desde hace 13 años.


El Gobierno regional y el Ministerio de Salud dan asistencia a 1.430 niños de la zona, la gran mayoría ya intoxicados, a los que les dan alimentación, suplementos de hierro y calcio, y controlan periódicamente. No son todos los afectados, como reconoce el gerente de gestión ambiental de la región, Antonio Baca, que espera el próximo año ampliar el apoyo a 3.000 niños. La alimentación deficiente y los parásitos son factores que complican el diagnóstico en una zona que sufre múltiples enfermedades desde hace décadas.


Ocho años esperando una solución


La minería es la principal fuente de divisas de Perú y el Callao es el principal punto de embarque de minerales. Cada año pasan por allí dos millones de toneladas de concentrados de plomo, cobre y zinc. «Reubicar Puerto Nuevo o los otros barrios es imposible. Se trata de viviendas ya consolidadas», asegura el presidente regional, Álex Kouri. La solución para evitar que las partículas de plomo sigan contaminando el ambiente pasa por la instalación de una faja transportadora encapsulada que lleve los minerales de los depósitos directamente a las bodegas de los barcos. Desde hace ocho años se han desarrollado varios proyectos, pero hasta ahora no se ha podido ejecutar ninguno. «Se trata, más que nada, de un tema de decisión política, y también, por supuesto, de intereses», afirma Kouri. La falta de acuerdo entre las empresas dispuestas a invertir en la faja y la Empresa Nacional de Puertos respecto a inversiones, así como la oposición de los camioneros que se ocupan de trasladar el mineral actualmente han terminado descartando las iniciativas anteriores.


Actualmente hay un nuevo proyecto, impulsado por la Sociedad Nacional de Minería, con un costo de aproximadamente 25 millones de dólares (17,8 millones de euros), que serían aportados por las empresas mineras. Falta, sin embargo, el consenso con las autoridades del puerto. «Nunca se han puesto de acuerdo sobre por cuál de los muelles tendría que salir la faja», explica Kouri.